Carta abierta a Luis Maldonado Venegas
- Juan Carlos Canales
Carta abierta a Luis Maldonado Venegas
secretario general de Gobierno
Gobierno del Estado de Puebla
Presente
Aceptemos como posible la tesis de que hubo “infiltrados” en el caso de Chalchihuapan; aceptemos como posibilidad que el 9 de julio los pobladores de esa localidad eran movidos por algo más que la sola manifestación pacífica contra una decisión de gobierno. Aceptemos, incluso, que la muerte de José Luis Alberto Tehuitle Tamayo se debió a un fatal accidente. Sí, es posible, como todo es ya posible en este país. Pero lo anterior no exime al Gobierno del Estado de Puebla de su responsabilidad jurídica y moral en los acontecimientos del 9 de julio y, mucho menos, de la muerte de un niño de 13 años.
Me pregunto, entonces, ¿qué hace usted como encargado de la gobernabilidad estatal que desconoce, flagrantemente, los grupos de presión que operan hacia el interior del Estado, máxime en el contexto de un férreo control político bajo la gubernatura de Rafael Moreno Valle?
¿Cómo ha sido incapaz de sustraer del “estado de guerra” a un grupo determinado, cuando es reconocido por su supuesta capacidad negociadora; si es cierto que distintos grupos de descontentos en Puebla intentaron varios acercamientos con la S.G.G. para buscar una alternativa a sus demandas, por qué se negó sistemáticamente a una negociación política?
En el caso de que la muerte de José Luis Alberto no haya sido causada por una bala de goma, ¿quién es el responsable de que los artefactos de gas lacrimógeno no hayan explotado debido a su caducidad, incrustándose de lleno en la humanidad de los manifestantes? La tesis del procurador Carrancá puede ser cierta, pero difícilmente creíble. Y en política, no sólo hay que apostar por la verdad sino también por la verosimilitud.
¿Cómo pedir confianza a una sociedad en sus aparatos de Seguridad cuando el origen político de su principal responsable está ligado a uno de los personajes más siniestros de la historia reciente del país?
Como usted bien debe saberlo, la confianza en el ámbito público no depende exclusivamente de factores individuales. Por el contrario, según N. Luhmann, la confianza es la capacidad que tiene un estado para disminuir o refuncionalizar, en el marco de la ley, todo aquello que amenaza a su sociedad, como la violencia, la corrupción, la pobreza, etc. Y hay que decirlo sin reparo, tanto las instituciones nacionales, como ahora las locales, han sido incapaces de generar espacios objetivos de confianza para nuestra sociedad.
La única respuesta que encuentro a las preguntas planteadas es que ya sea por desconocimiento o por negligencia, el Gobierno de Puebla se ha mostrado incapaz de dar una solución política a distintos problemas sociales, optando, por el contrario, por el ninguneo y la descalificación, en el mejor de los casos, o la amenaza, el chantaje y el garrote, en el peor, y más constante.
Como lo he señalado en múltiples ocasiones, si la muerte de ese niño no pudo evitarse, por las razones que quiera, entonces nuestra vida política ha fallado; pero si la muerte de ese niño pudo evitarse, entonces, nuestra vida política ha fallado doblemente. Y no hay nada que justifique la muerte de un ser humano. “No matarás” es el principio más elemental que rige la condición propiamente humana.
Después del reparto de culpas, de la mucha tinta que ha corrido, el Estado de Puebla habría de centrarse en el problema que subyace a la reacción social que ha generado el caso Chalchihuapan, y que no es otro que el de la calidad de nuestra vida democrática. De no discutirse éste, el malestar generalizado que priva entre los ciudadanos encontrará cualquier oportunidad para volverse a manifestar y, desde luego, lo hará cada vez de forma más radical (1).
Lo que el caso Chalchihuapan ha dejado ver es el hartazgo de una sociedad ante un ejercicio político eminentemente despótico e ineficiente.
No basta la mera promoción de una imagen para conseguir un mínimo de legitimidad. No basta la construcción de obras faraónicas para convencer a una sociedad de una idea de progreso, sobre todo cuando esa idea es tan endeble y muestra de modo obvio lo más mezquinos intereses. No bastan los desplantes ni los excesos para ser reconocido como verdadera autoridad. ¿Hasta cuándo podrán admitirlo?
La democracia articula dos grandes coordenadas; en una de ellas, si lo quiere, se encuentran los elementos propiamente estructurales que la definen, como la separación de poderes, las instituciones que limitan el “decisionismo” político y garantizan cabalmente la rendición de cuentas; también, claro, las reglas de la sucesión pacífica del poder y un sistema jurídico racional. En la otra coordenada se ubican los elementos que le dan sentido, la diferenciación entre la res pública y la privada, el reconocimiento de la pluralidad de intereses y creencias, una opinión pública fuerte e independiente y la tolerancia. El vector que une a dichas coordenadas es el de la competencia comunicativa. Sin una competencia comunicativa sostenida en argumentos tampoco la democracia puede desenvolverse. Lo que hoy día la sociedad poblana exige no es sólo el despliegue de esa estructura básica de la democracia sino, fundamentalmente, una mayor amplitud de la competencia comunicativa. No se le olvide
En algún lugar de Puebla, a 29 de julio de 2014
Juan Carlos Canales F.
- Mientras reviso este documento para su reedición, a casi dos años y medio del caso, parece que el diagnóstico que hice sobre el creciente malestar en la cultura en Puebla no fue erróneo. Durante el gobierno de Rafael Moreno Valle hemos visto dispararse las más variadas y siniestras formas de violencia en el Estado; al caso Chalchihuapan, siguió Ajalpan, los Huachicoleros; ocupamos uno de los primeros lugares a nivel nacional en feminicidios, incluso por encima de la Ciudad de México, asaltos, asesinatos, etc. Desde luego, la violencia tiene un origen multifactorial pero, como lo he señalado en varias ocasiones, una variable a contemplar es la forma como la sociedad introyecta un ejercicio de poder particular y, al respecto, Rafael Moreno Valle tiene un grado de responsabilidad : la impronta de intolerancia, narcicismo, opacidad, persecución de la disidencia y autoritarismo que definió al actual gobierno ha impactado en el modo de entender la relación con los otros y con el Otro del espectro social poblano. Guardando las diferencias, también los nazis en su momento, y ahora, el crimen organizado, han orientado sus acciones por el valor de la eficiencia; de indiscutible importancia para cualquier sociedad, ésa no puede ser el único valor que guíe la vida pública. Los hombres no somos engranajes, y las ciudades- el espacio histórico donde por excelencia acontece la diferencia- algo más que kilómetros de pavimentación y puentes automovilísticos. En suma, el gobierno de Rafael Moreno Valle será recordado como uno de los mayores retrocesos para la vida democrática de Puebla; nada extraño, con él se cierra la pinza del avilacamachismo a cuya herencia directa se debe el gobernador de Puebla.
A 10 de diciembre de 2016
Juan Carlos Canales F.
Mientras reviso este documento para su reedición, a casi dos años y medio del caso, parece que el diagnóstico que hice sobre el creciente malestar en la cultura en Puebla no fue erróneo. Durante el gobierno de Rafael Moreno Valle hemos visto dispararse las más variadas y siniestras formas de violencia en el Estado; al caso Chalchihuapan, siguió Ajalpan, los Huachicoleros; ocupamos uno de los primeros lugares a nivel nacional en feminicidios, incluso por encima de la Ciudad de México, asaltos, asesinatos, etc. Desde luego, la violencia tiene un origen multifactorial pero, como lo he señalado en varias ocasiones, una variable a contemplar es la forma como la sociedad introyecta un ejercicio de poder particular y, al respecto, Rafael Moreno Valle tiene un grado de responsabilidad : la impronta de intolerancia, narcicismo, opacidad, persecución de la disidencia y autoritarismo que definió al actual gobierno ha impactado en el modo de entender la relación con los otros y con el Otro del espectro social poblano. Guardando las diferencias, también los nazis en su momento, y ahora, el crimen organizado, han orientado sus acciones por el valor de la eficiencia; de indiscutible importancia para cualquier sociedad, ésa no puede ser el único valor que guíe la vida pública. Los hombres no somos engranajes, y las ciudades- el espacio histórico donde por excelencia acontece la diferencia- algo más que kilómetros de pavimentación y puentes automovilísticos. En suma, el gobierno de Rafael Moreno Valle será recordado como uno de los mayores retrocesos para la vida democrática de Puebla; nada extraño, con él se cierra la pinza del avilacamachismo a cuya herencia directa se debe el gobernador de Puebla.
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Es profesor jubilado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP). Por más de veinte años condujo el programa radiofónico El territorio del nómada.