El insoportable peso de ser panista.

  • Raymundo García García
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Cuando se observa un ejercicio de protesta por parte de militantes de los partidos políticos, durante la coyuntura de los procesos electorales, se mira esta actividad como un fenómeno político natural. Las pasiones y el egoísmo humano resultan los mejores motores para la protesta iracunda y reclamo estridente en el centro de la plaza púbica, alegando siempre la asistencia de un legítimo derecho. Este fenómeno se mira en todos los partidos políticos, pero destacan mejor cuando son “panistas” los actores vociferantes.

Dentro del PAN, que es un partido de individuos, de ciudadanos libres, que no de clases, ni de sectas, clanes, estructuras, secciones, movimientos y demás organizaciones sociales creadas artificiosamente, a lo largo de su historia este fenómeno de la disidencia y confrontación individualizada frente a la Institución partidista ha sido una constante. Al principio se vivieron experiencias de vacas sagradas del panismo, en el reciente los casos se han multiplicado a causa del alejamiento doctrinario, filosofía y principios, ahogados por un galopante pragmatismo que tiene como centro de la persona humana, no el humanismo político, sino los más cegados intereses personales y mezquinos.

Si recorremos el camino vemos que en algún momento de la historia del PAN, destacan acciones contestatarias a la vida panista. Empero, con la llegada de las coaliciones junto al abuso del pragmatismo, se facilitó –por lo menos en el Estado de Puebla- la institucionalización de la desideologización y de la desmilitización panista, claro, bajo la legítima justificación de la eficiencia electoral mediante alianzas. Así, en 2010, vimos a dirigentes municipales panistas, que se mantuvieron en el mando partidista asumiendo roles como candidatos de otros partidos políticos, asumieron puestos de autoridad municipal dirigiendo al PAN, y entregando cuentas a partido político diferente. Este fenómeno político, que podría ser considerado como una acción encaminada a golpear al PAN, curiosamente no le hace daño. Se mira hasta como un acto de cultura y civilidad política. Lo que si hace daño es el ejercicio racionalizado de actuar como desertor de la milicia, desertor de la militancia y ser francotirador contra la institución y contra de sus principales mandos como lo hacen Violeta Lagunes y Miguel Ángel Labastida.

Violeta Lagunes incrementa su beligerancia quizá como la mejor estrategia para hacer proselitismo en su búsqueda para hacerse de la vicepresidencia de la Liga Internacional de Mujeres Por la Paz y la Libertad (LIMPAL) es inteligente y le saca provecho a toda acción; pero Labastida, le caracteriza su rol mercenario, seguramente sus disidencia está sustentada en un beneficio muy personal, como el que escenificó allá en 2004 cuando se auto-secuestró para que ganara una elección interna la esposa de Luis Paredes Moctezuma. Y un gran problema de ser panista radica en el riesgo y hasta abuso de la idea de la dignidad de la persona humana como lo afirmaron los fundadores del PAN. “se azora del riesgo evidentemente innegable que existe en la proclamación de la dignidad de la persona, por cuanto esa proclamación puede conducir, ilimitada, a las peores aberraciones del más exaltado egoísmo”. Ese exaltado egoísmo hoy ciega a Lagunes y Labastida.

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Raymundo García García

PI titular "C" en Maestría en Ciencias Políticas BUAP Licenciado en Derecho por la UAP; Mtro. en Ciencias Sociales por la UAP;Dr. en Ciencia Política por la UNAM; Investigador nacional: Miembro del SNIautor de los libros: Derecho Político Electoral; Puebla Elecciones, legalidad y conflictos municipales 1977 - 1995;José María Lafragua: Político poblano; Introducción a la Ciencia Política, Reinsttitucionalización de la BUAP;Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Puebla, sus reformas 1917 -2007, Puebla: elecciones 2010 ¿alternancia?; y Puebla historia de sus instituciones jurídicas