Delicada moneda de cambio

  • Javier Cobos Fernández
El gobierno mexicano entendió la moneda de cambio en el último minuto… (o un poco después)

La reciente llamada entre la presidente Sheinbaum revela una serie de mensajes que vale la pena destacar. El primero de ellos es que el gobierno mexicano finalmente entendió (o reconoció entender) que la única variable que podía mover el tablero del disparo de un 25 por ciento de aranceles al comercio, era el combate frontal al tráfico de drogas, de fentanilo en particular, y no otra.

Recordemos que, desde el 20 de enero de 2025, cuando el presidente Trump tomó posesión del cargo, destacó fundamentalmente tres variables en cuanto a la relación con México respecta. En orden de margen de negociación para México, de mayor a menor, fue:

1. Combate al narcotráfico en coordinación con los Estados Unidos
2. Medidas de control migratorio
3. Designación de los cárteles de la droga como Organizaciones Terroristas Extranjeras o FTOs por sus siglas en inglés.

Será el primero al que me referiré en lo subsecuente, la advertencia de imponer aranceles de manera unilateral a sus principales socios comerciales a partir del 1 de febrero de 2025. Cabe destacar que esta variable contenía en sí misma el mayor de los márgenes de negociación entre las variables que conciernen a nuestro país. ¿Por qué el mayor? Ninguna otra variable contaba con un margen por parte de su contraparte de diez días para actuar de manera proactiva.

Esto es, la advertencia de la entrada en vigor de aranceles a las importaciones provenientes de México tenía fecha de cumplimento diez días posteriores a su anuncio. Lo anterior denota un margen en el que el país del norte contaba con una intención de entender las motivaciones de fondo que constituían la clave de detonación de la amenaza.

Sin embargo, pasados estos diez días, México no tuvo respuesta explícita en términos de comunicación y entendimiento de las variables que pudieran detener y negociar tal amenaza durante el intervalo entre el 20 de enero y el 1 de febrero. Tan es así, que, en la propia conferencia de la presidente, misma que no estaba programada para el feriado 3 de febrero, dejó ver que, si bien ya se había establecido una mesa de trabajo para coordinar esfuerzos de coordinación con el gobierno estadounidense, esta mesa consistía exclusivamente de temas de migración.

Así, en la llamada emergente del 2 de febrero solicitada por la presidente, entre otras razones, derivada del pánico que desató la depreciación del peso de 5.7 por ciento en 24 horas, se acordó establecer la mesa de negociación de seguridad y otra de comercio. Lo anterior implica, necesariamente, que no existía mesa de negociación en torno al principal interés de los Estados Unidos, que era precisamente la seguridad, el tráfico de drogas – especialmente de fentanilo - y el crimen organizado.

Adicionalmente, como lo escribió el presidente Trump en sus redes sociales señalando que la presidente Sheinbaum aceptó enviar 10 mil soldados mexicanos a la frontera de México con Estados Unidos con fines específicos. Cabe resaltar con claridad la palabra “aceptó”, dado que no hay una aceptación sin una solicitud previa. Acto seguido señala el acuerdo de pausar los aranceles durante un mes, durante el cual se tendrán negociaciones.

La secuencia de hechos nos permite apreciar sin lugar a duda que fue entonces hasta cuando la presidente entendió, o quiso entender, que la moneda de cambio a la suspensión de la imposición de aranceles a productos mexicanos era el combate frontal al narcotráfico en cooperación con los Estados Unidos, como la única variable que podría cambiar o matizar la amenaza claramente publicada con fecha de ejecución desde el mismo día de la toma de posesión de Trump.

Cabe mencionar que la pausa acordada por un mes contiene, al menos, dos características importantes:

  1. No hay una segunda oportunidad
  2. Dejó claro, que, a diferencia de la creencia de una amenaza no creíble, la amenaza fue ejecutada.

La geopolítica no perdona la ingenuidad: México jugó con fuego y apenas esquivó la quemadura

El gobierno mexicano entendió demasiado tarde que, en la mesa de negociación con Estados Unidos las fichas de cambio no son simbólicas ni intercambiables a conveniencia. La amenaza arancelaria de Trump no era un simple amague: era una bomba de tiempo con fecha de activación y un detonador claro. México perdió un valioso margen de maniobra al no reaccionar estratégicamente en los primeros diez días, y cuando finalmente entendió la verdadera "moneda de cambio", ya estaba contra la pared, con el peso en caída libre y con la urgencia de ceder a la presión.

El mensaje es contundente: Estados Unidos impone sus prioridades con o sin diplomacia. La lucha contra el narcotráfico y el fentanilo no era solo un tema de conversación en Washington; era el requisito no negociable para evitar un golpe devastador al comercio mexicano. Y lo más revelador no es que México aceptara enviar tropas a la frontera, sino que lo hiciera como reacción tardía, dejando en evidencia su falta de lectura del tablero. Trump logró lo que quería sin apenas resistencia: el compromiso real y verificable de México en su lucha contra el crimen organizado, y lo hizo con la elegancia brutal de un ultimátum económico.

Ahora, con solo un mes de tregua, la realidad es ineludible: México no tiene margen de error. La “pausa” en los aranceles es una cuerda floja, no un respiro. Si en 30 días los compromisos no se traducen en resultados tangibles, la amenaza se hará efectiva sin contemplaciones. No habrá segunda oportunidad. Y si algo ha dejado claro este episodio, es que la ingenuidad geopolítica se paga caro.

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Javier Cobos Fernández

Economista por la UDLAP, M.A.P. por la Universidad de Columbia de Nueva York, con estudios de Maestría en Derecho en el ITAM, Máster en Private Equity, y doctorante en Derecho por el Centro de Estudios Carbonell. Exdirector Asociado en S&P, y exconsultor en IADB.