La guerra arancelaria
- René Sánchez Juárez
Donald Trump en sus primeros días como presidente de los Estados Unidos cumplió con su amenaza de imponer un 25 por ciento de aranceles a las mercancías que provengan de México y Canadá y un 10 por ciento a los productos de China, con lo que abre un frente comercial que traerá graves consecuencias para sus principales socios comerciales e incluso para sus propios ciudadanos.
La medida se impuso a partir del 1 de febrero y se suma a las medidas migratorias que incluyen deportaciones masivas de personas que se encuentran de forma ilegal en los Estados Unidos y que ha provocado escasez de trabajadores en diferentes sectores de producción como el agrícola, el de la construcción y servicios.
¿Cómo funcionan los aranceles? Los aranceles no son otra cosa más que un impuesto a los productos importados. Los paga el importador del país que aplica el arancel, en este caso, el importador estadounidense, cuando llega el producto extranjero a la aduana. Lo que bajará la importación y encarecerá los productos y que ese aumento seguramente se le trasladará al comprador final.
En el comunicado de la Casa Blanca en donde se confirma el arancel el gobierno estadounidense lanza graves aseveraciones con lo que justifica la medida arancelaria, como que el gobierno mexicano se encuentra coludido con los cárteles y que no se ha hecho nada por frenar la migración ilegal y el tráfico de drogas sobre todo del fentanilo.
Lo anterior llevó al gobierno mexicano a responder con la misma contundencia, a través de la propia presidenta Claudia Sheinbaum en un comunicado donde niega “categóricamente la calumnia que hace la Casa Blanca al Gobierno de México de tener alianzas con organizaciones criminales, así como cualquier intención injerencista en nuestro territorio.”
Y pone sobre la mesa, las pocas acciones que ha tomado el gobierno de los Estados Unidos, que está más enfocado en la producción fuera de su territorio que sobre el consumo de sus ciudadanos, que no se ha arrestado a un solo narcotraficante de origen estadounidense o sobre el lavado de dinero que genera la venta millonaria de estupefacientes.
México sigue con la posición de dialogar, manifestó la presidenta “no es con la imposición de los aranceles como se resuelven los problemas, sino hablando y dialogando como lo hicimos en estas últimas semanas con su Departamento de Estado para atender el fenómeno de la migración; en nuestro caso, con respeto a los derechos humanos.” Pero de no aceptar el gobierno de EE.UU., México también impondrá los aranceles.
El primer ministro canadiense Justin Trudeau ha seguido el ejemplo de México, tasar con el mismo 25% los productos de origen estadounidense e hizo un llamado a sus ciudadanos a hacer lo propio, consumir lo local.
Por su parte China va a demandar a los Estados Unidos ante la Organización Mundial de Comercio por los aranceles del 10 por ciento.
Lo cierto es que Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses. También amenaza al bloque de los BRICS y a la Unión Europea. Nosotros por nuestra parte independientemente de las decisiones que tome Trump sobre cuándo decida regresar a la libre distribución de las mercancías como lo marca el T-MEC, debemos diversificar los mercados y dejar la dependencia con el vecino del norte.
La crisis económica que provocará esta medida tendrá efectos en los tres países, pero veremos si los ciudadanos estadounidenses soportarán la inflación de los precios sobre todo cuando fue su presidente quien lo causó.
Este es el inicio de una confrontación política multilateral disfrazada de guerra arancelaria.
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Politólogo y Maestro en Ciencias Políticas. Académico de la BUAP. Sindicalista y dirigente FROC-Puebla. CONLABOR. Ex Diputado Local y Federal