El primer grito
- Rafael Gómez Olivier
Recuerda que esto de vivir inicia con el alma echándose una mochila al hombro, abandonando su casa, a quienes conoce y ama, aventándose a un túnel infinito que le arranca memorias, nostalgias, sentimientos, creencias, ideas, conocimientos, capacidades y talentos viejos, hasta dejarla totalmente vacía y limpia de prejuicios, culpas o expectativas. Tal vez por eso su primer gesto al llegar a esta realidad sea un gran grito y un interminable llanto.
Claro que importa qué tipo de música escuchas, qué color te gusta más en la ropa, qué hábitos tienes, tu comida favorita, tu programa favorito, tu manera de caminar, los gestos que haces, el tono de tu voz, tus hobbies. Claro que importa cómo sostienes una taza, cómo sorbes lo caliente, si prefieres el olor a perfume o a limpio, o a humedad. Claro que importa a quién lees, a quién escuchas, a quién admiras. Claro que importa el sabor de helado favorito, si te gusta el frío o el calor. Claro que importan esas cosas que llamas estúpidas y das por hecho; de hecho, importan más al hecho de que la tierra ha subido un grado de temperatura.
Lo que trasciende no es lo que no controlas, lo importante no es sobre lo que no decides, lo esencial no es quién no está, o si alguien está. Lo realmente trascendente es qué traes puesto hoy, porque hoy lo elegiste; es qué haces en este momento, porque tú le estás dando importancia; y qué sueño trae tu cabeza, porque eso sí depende totalmente de que estés dispuesto a hacer y sacrificar.
Debemos compartir historias, poemas, vivencias, conocimiento, pero no consejos. No compartas consejos; eso solo se da cuando lo piden, no te creas dueña de ellos. Las personas funcionamos mejor cuando entendemos que nos hacen falta, no cuando los demás creen que deben regalárnoslos. Por un buen consejo debemos esforzarnos, y a veces hasta pagarlos.
¿Te has quedado soñando con algo realmente hermoso y que te emociona, aunque estés dormida? ¿Y te ha pasado que casi al final, cuando tienes la expectativa de cómo terminará algo, alguien te despierta a la realidad? Quizás a veces, igual que yo, te aferras a otros tres minutos y, aunque el sueño ya no sea profundo, regresas a él y lo continúas hasta terminarlo de la manera que te dejará tranquilo, aunque sepas que estás haciendo un poco de trampa porque ya no estabas realmente dormido. Pues bueno, creo que así de necios debemos ser cuando estamos despiertos. Si algo no está saliendo bien o ha terminado como esperas, no te sientes a ver cómo se destruye; mejor ve por historias, vivencias, poemas, conocimiento y, si lo deseas, algún consejo que haga terminar esos sucesos en los términos correctos. Y, al igual que esos sueños, no andes con el pendiente de qué habría pasado. “Seamos más astutos en la vida que en los sueños”.
Cada poema que he escrito para alguien, en realidad me lo he regalado yo, pero a mí me gusta regalar poemas y pensamientos porque disfruto hacerlos, pensarlos, inspirarme y, en general, todo el proceso de tomar un latte o un expreso con agua mineral para bajar el efecto, de levantarme en la madrugada o detener una buena carrera porque algo llegó a la cabeza y suena bien. En realidad, lo más especial de un poema es el proceso, y cuando he entendido esto, ahora creo que cada vez que regalo un poema, en realidad soy yo el que se está dando un obsequio. Y lo mejor de todo: un obsequio que hace sonreír o sentir a alguien más. Ahora pregúntate: ¿Qué es esa actividad o acción de la que disfrutas el proceso? Y no me refiero a qué te dedicas o con qué haces dinero. Saca esa basura por un momento; no es que el dinero sea basura, pero no lo mezcles en esto. ¿Qué es eso que amas hacer y que regalas a los demás? ¿Cuál es ese proceso que se convierte en tu propio obsequio? Bueno, descúbrelo o reconócelo y hazlo más seguido. En realidad, eres tú la persona que está sonriendo.
Me he mojado caminando en la lluvia, quemado en el fuego, y me quejo por terminar con la ropa empapada y las manos quemadas. Hay muchas batallas obvias de las que después me quejo, pero hasta ahí lo dejo. Nunca permitas ser y actuar como una víctima, porque entonces la vida se tratará de cómo todos y todo pasa sobre ti sin que hagas nada al respecto, y tu estómago se llenará de resentimiento. Todas las personas que iniciaron revoluciones sabían que el resultado de la libertad podría haber sido morir; bueno, eso no las hizo víctimas. Nadie nació para complacernos y dedicar su vida a nosotros. Nadie llegó a este planeta con la instrucción de encontrarte y curarte de todo lo que no te enfermó. Mejor disfruta a quienes, ignorando todo eso, están dispuestos a regalarte un poco de sí mismos sin reprocharlo.
Nunca seas una víctima o te perderás de todas esas derrotas que, a quienes las aceptan, les dejan algo bello. También mojarse bajo la lluvia calma al cuerpo. Si te quemas las manos con fuego, cuando sucede otra vez, resistes más y se vuelve un juego.
Cuando escribo, no lo hago para recordar; lo hago para honrar todos los días a quienes han estado, para dejar memoria de lo que sucedió y poder continuar al siguiente día. No es ir por ahí como si no se cometieran errores y actuando como cínico. De hecho, el dolor que a veces sentimos es por el hecho de no poder ser cínicos o ignorantes, pero como te dije, tampoco víctimas ni cabezas gachas.
Hace tiempo, el veterinario nos dijo que a mi perro le había crecido el vaso dos veces su tamaño normal y no había otra manera más que sacrificarlo. Mi hermana y yo decidimos que era un alma más importante que solo un perro para nosotros, y lo operaron tres veterinarios para poder salvarlo. Todo salió bien, pero incluso cuando su estómago era enorme por ese gran vaso, jamás dejó de esforzarse por saltar cuando nos recibía. Cuando se salvó, comenzó a tomar la casa como suya, a morder los sillones, a comer de la basura y a mearse en cualquier casa cuando lo sacábamos a pasear. Comenzó a actuar, por un tiempo, como si hubiera entendido esa otra oportunidad y no le importara nada.
Lejos de volverlo a calmar, me dio una gran lección. El dolor también es un proceso en el que se vale sufrir y sentir que todo puede salir mal, pero debemos detenernos. Y al final, cuando todo tome rumbo y se calme, hay que darnos ciertos permisos, así como él, de entender que no fue poca cosa lo que le pasó y que ahora deseaba tomar riesgos más grandes, decisiones más aventureras y brincar más alto. Gracias a eso, logró dormir adentro de la casa y ser dueño de la sala.
Por supuesto que hay problemas más grandes y trascendentes; yo los he vivido o vivo, tú los has vivido o vives. Y si esta historia, en lugar de perro tuviera el nombre de una persona, seguramente esta historia sería más dura, pero hemos transitado por ahí y, si aún seguimos aquí, te invito a que escribas más para honrar, y en algún momento, poder continuar.
No nacimos para volar, nacimos para andar caminos, para traer botas viejas y explorar el mundo que alcancemos a conocer, para andar por los caminos menos transitados para nosotros, para medir el éxito y el fracaso en nuestros términos, para no perdernos el olor de ninguna flor ni salvarnos de pisar alguna caca. Todas, alguna vez, observamos por primera vez el mar, pero jamás es el mismo mar, aunque nos lleven al mismo lugar. Las historias comienzan claras y terminan de la misma forma: con un grito desconcertado al inicio, y un suspiro resignado al final.
Pero, hasta que eso sea, ten claro el mapa que vas dibujando. Si el objetivo de verdad es objetivo, no pidas permiso, no te disculpes por desearlo, no te culpes por anhelarlo, no te reprimas por esforzarte y que se note que avanzas. No te des pretextos. Cuando el objetivo es objetivo, la maleza y la selva sin forma se vuelven un mapa claro.
Ahora trata de regresar al momento de ese primer grito, en el que no entendías nada, y llegaste aquí. Dime, ¿qué tan pesada está esa mochila que venía vacía?
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Presidente y CEO Social Business, conferencista sobre emprendimiento. Cocreador del concepto IdeasParty. Creador del concepto Mundo emprendedor: Congreso que llevó educación empresarial a más de 12 municipios en Puebla. Creador de Unfollow