Amazona

  • Alejandra Fonseca
En su aparente dureza hay una generosidad que solo quienes saben mirar pueden descubrir

Jamás he creído en Dios, pero si algo guía mi pensamiento, es la certeza de las causas y sus efectos. Soy el oído que escucha el latido del universo, el que presiente el eco de lo que está por venir. Soy quien va detrás, tocando el tambor, marcando el compás de lo inevitable, invisible, pero imprescindible. Un ritmo que no busca protagonismo, sino resonar en las fibras más íntimas de lo que somos.

Las amazonas, esas figuras difíciles de tratar, carecen de paciencia para las pequeñeces del mundo. Pero en su aparente dureza hay una generosidad que solo quienes saben mirar pueden descubrir. Son únicas, directas, y sencillas en su verdad. No se andan por las ramas, porque entienden que la vida es demasiado breve para bordearla con palabras vanas.

¿Quién podría imaginar que esa señora de la tercera edad, delgada, de movimientos pausados, con un gorrito que parece casi infantil, lleva en su interior el alma de la última amazona? John Wheels lo sabe. Yo lo sé. Ella es la resistencia de lo auténtico frente a la marea de lo superfluo. Es la fuerza que no necesita anunciarse porque su esencia habla en silencio.

Esa señora no es frágil; es un templo. Cada arruga, cada mirada, cada gesto, son la huella de un legado que se niega a desaparecer. No es solo una mujer: es un símbolo de lo que perdura. Y quizás, entre el tambor que sigo tocando y la verdad que ella encarna, se encuentre el eco de algo eterno, algo que ni las causas ni los efectos pueden borrar.

alefonse@hotmail.com

 

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes