Y, sin embargo, se mueve…*
- Alejandra Fonseca
Si observas con atención al patrón, arrastra los pies: es torpe; el movimiento de sus brazos y manos, es lerdo; cuando intenta controlar sus movimientos finos, no lo logra. No es viejo, tampoco joven; porque el alcohol le ha afectado su equilibrio y orientación.
Si te acercas, apesta; camina lento apretando de manera extraña al cuerpo, el brazo derecho, como si sostuviera algo bajo el eterno suéter. ¿Traerá una sonda de incontinencia renal que drena su orín en la bolsa que sujeta en ese lugar no visible y eso es lo que huele?
Desde temprano el patrón se queda dormido en la silla elevada de trabajo y no se cae porque el peso muerto de los borrachos los hunde y la silla ni se mueve ni gira.
¿Qué secretos guarda el patrón que tanto lo protegen, y desde cuándo? Se hizo experto en grabar contenido –audio, fotos y videos-; lo guarda en su computadora de máxima capacidad que, con la magia de las nuevas tecnologías y excelentes sistemas que la empresa financia con generosidad, truquea el contenido y lo presenta a sus jefes para con eso, deshacerse de quienes les estorban y lograr consolidar su proyecto de poder y dinero que fluye a manos llenas.
El patrón dice que muchas personas “lo quieren”; ¿su esposa? Ella no lo soporta; ¿su hijo? parejo lo recoge alcoholizado en lupanares; ¿su hija? Para ella es un padre ausente porque cuando no llega ahogado de borracho, se intoxica en casa. Él no conoce la sobriedad para convivir: no consigue una conversación coherente; habla con frases trilladas; ríe sin sentido –que, para muchos, es signo de simpatía, liviandad y ligereza--, y él lo traduce como que “todo mundo lo quiere”. Pero si lo observas con minucia y menudencia: no piensa con claridad, tiene vacíos de memoria… “Y, sin embargo, se mueve.”
*Eppur si muove o E pur si muove. Hipotética frase en italiano que, según la tradición, Galileo Galilei, habría pronunciado después de abjurar de la visión heliocéntrica del mundo ante el tribunal de la Santa Inquisición en 1633.
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