Felipe Velázquez, rara avis política
- Xavier Gutiérrez
Le escuché a un político decir que “un partido, cuando no está en elecciones, debe estar preparando las siguientes elecciones”. Una gran verdad. No es el caso de los partidos en Puebla, cuyas dirigencias están como anestesiadas, en jauja, o bien ocupadas en disputas intestinas.
El PRI, con el senador Néstor Camarillo, emplea todo su tiempo y recursos en pulir la imagen de su “dirigente” nacional ‘Alito’ Moreno. Éste, por su parte, en la línea de los impresentables busca salvar el pellejo y estar fuera de la mira de Morena, porque una indisciplina le puede costar un desafuero. Su pasado lo persigue como sombra y su garantía de futuro es muy corta.
Morena debería ser el partido más importante en el estado. Acaso debería funcionar como una caja de resonancia y vanguardia del gobierno estatal y del federal.
Morena ganó las elecciones en Puebla con holgura, no por su dirigencia estatal sino a pesar de ella. Es evidente que alcanzó el triunfo por la fuerte candidatura de la presidenta Sheinbaum y el torrente de votos de Alejandro Armenta.
El gobernador electo, como pocos políticos en el país, ha resultado una frondosísima sombra para todos quienes se cobijaron bajo las siglas del partido guinda.
Y si usted revisa con sentido común y elemental rigor el papel de la dirigencia estatal de Morena es fácil colegir que sus dos candidatos referidos cargaron exitosamente el peso de la campaña y cosecharon lo sembrado. Sí, ellos solos.
Nunca, ni antes de la campaña ni durante esta y tampoco ahora, la cabeza de Morena aquí, Olga Romero Garci-Crespo, ha tenido una tarea promotora de su partido. Pobre en retórica e imagen a nivel de la capital, ha jugado un gris papel de florero, cuando debía ser un motor ideológico formador de cuadros.
Morena en el poder y con el propósito de mantenerlo -la razón de ser de todo partido- debió de ser un centro de promotor de líderes, generador de ideas e iniciativas, taller de reclutamiento de militantes y centro de estudios políticos y sociales.
Esos serían deberes elementales de un partido en el poder en un estado con la importancia política de Puebla.
Sueños guajiros.
Nada se sabe de la existencia de Morena. Y menos trasciende que estén comprometidos con el futuro, elecciones incluidas.
Quienes sí están movidos febrilmente son los panistas. La lideresa Augusta Díaz de Rivera, como manejando en modo domador las pugnas intestinas, logró el control del proceso electoral de la nueva dirigencia que se definirá el próximo domingo 15 del mes en curso. Parece que remontó baches y tropezones.
Dos hombres compiten, Mario Riestra y Felipe Velázquez. Ciento catorce consejeros decidirán con su voto la elección y quien obtenga la mitad más uno de esta cifra obtendrá el triunfo.
Un grupo de periodistas charlamos largamente con Velázquez, el más panista de ambos y el menos morenovallista. Estos dos elementos, en lógica pura serían los de mayor peso para inclinar la balanza a su favor.
Tiene experiencia, cepa blanquiazul desde su natal Atlixco, donde ha sido regidor, presidente municipal, diputado y sentó un precedente de su quehacer político varios años, hasta conseguir convertir a ese municipio en un modelo del panismo consolidado a nivel nacional.
Arquitecto de profesión, exitoso en ese ramo profesional, tiene una sólida formación política. Es fiel a su partido sin ser fanático, crítico de sus competidores argumentando razones, autocrítico de su organización y propositivo.
Es mesurado en sus juicios, analítico con los pies en el suelo, tolerante de las ideas adversas y en su persona sintetiza esa rara dualidad tan necesaria de los políticos mexicanos: conocedor de los problemas y generador de soluciones.
Sabe de proyectos para cada problema comunitario y se mantiene ligado a la militancia sin perder el piso. Esa identidad lo perfila como un probable dirigente panista en los próximos días.
Experimentado en la búsqueda del poder, lo hace no sólo con deseos sino con propuestas y proyectos. Tiene un catálogo detallado de lo que debe hacer el blanquiazul en el estado.
Ese decálogo incluye atender de fondo eso de lo que adolecen todos los partidos: falta de militancia, narrativa pobre, carencia de autocrítica, limitación para comunicar objetivos y logros, y formación permanente de líderes en todos los niveles. No se queda sólo en el cómodo escalón de la crítica al gobierno, ofrece trabajo político.
Y expresa su decisión de ofrecer su experiencia e ideas a quien ocupe la dirigencia si no le favorece el resultado.
Felipe Velázquez es rara avis en el mundo político poblano, tan huérfano de ideas y profesionalismo en este difícil arte de conducir a las comunidades.
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Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.