La IA, un electrodoméstico y tu vecino
- Juan Martín López Calva
…el CI decae al tiempo que la inteligencia artificial mejora. Conaway informa que en un lapso de entre cuarenta y cinco y ciento veinte años los robots se harán cargo de la mayor parte de las tareas humanas…El reloj de la preocupación se acelera. En 2024, Roman V. Yampolskiy publicó un libro cuyo título es ya un sistema de alarma: AI: Unexplainable, Unpredictable, Uncontrolable. Todo indica que dentro de poco un electrodoméstico será más sabio que tu vecino…
Juan Villoro. El fin de la inteligencia. Humanos con caducidad. En: Gatopardo, 24.10.24.
El interés y la preocupación por el vertiginoso desarrollo y la generalización del uso de la inteligencia artificial -sobre todo la de tipo generativo- ha venido creciendo exponencialmente en los últimos tiempos en el campo de la educación, sobre todo en la educación superior pero también en el resto de los niveles.
Algo que ha llamado poderosamente mi atención en lo que escucho y leo respecto a esta preocupación creciente es que muchas veces se enfoca en aspectos formales bastante menores como por ejemplo el riesgo de que los estudiantes incurran en una conducta no ética -que no sé si tenga ya un concepto para definirse porque no se trata propiamente de plagio dado que no se copian ideas publicadas por alguien más- al entregar tareas, ensayos, reseñas o reportes de lectura elaborados por Chat GPT o algún otro tipo de inteligencia artificial generativa.
Al igual que en el caso de la formación ética e incluso de la educación ciudadana, se piensa muchas veces en que la clave está en una especie de barniz de valores morales o cívicos que complementen la educación en contenidos para egresar “buenas personas” y “ciudadanos honestos” del sistema educativo en sus distintos niveles y modalidades, el tema de los desafíos éticos de la IA se concibe muchas veces sólo en términos de controlar las posibles conductas fraudulentas de los estudiantes en la elaboración de sus productos de aprendizaje.
Muy pocos parecen caer en la cuenta de que la formación ética y ciudadana está intrínsecamente imbricada con todos los aprendizajes de las ciencias, disciplinas y técnicas y que en ella, literalmente nos va la vida, puesto que si no transformamos radicalmente nuestros criterios para vivir y convivir, la persona está destinada al fracaso existencial y la humanidad en riesgo de la autodestrucción.
De la misma forma, son escasas las expresiones de preocupación en el terreno educativo que trascendiendo este ámbito formal y de cumplimiento de tareas originales, piensan en las gravísimas posibilidades de deshumanización que conlleva el desarrollo de estas herramientas que en sus inicios se pensaron como un apoyo para facilitar las tareas humanas más mecánicas y repetitivas pero que hoy en día pueden sustituir a los seres humanos en labores más complicadas y llegar incluso a manipular y controlar el rumbo de la vida de personas, comunidades, naciones o de la humanidad toda.
En un meme que usé para ilustrar una de las charlas mencionadas, se representa el diálogo entre una persona que pregunta a otra si no le preocupa el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) y el interlocutor responde que le preocupa más el retroceso de la inteligencia natural. Este diálogo que parece humorístico tiene sin embargo su constatación científica en los datos que aportan los estudiosos del coeficiente intelectual, que dan cuenta de este retroceso. Villoro cita en su artículo un estudio del desarrollo de la inteligencia que se realizó en Noruega y que mostró que la cumbre de la inteligencia natural humana ocurrió en la década de los setenta del siglo pasado y que de ahí ha venido decreciendo de manera consistente.
Son muchas las preguntas que esta relación inversamente proporcional entre inteligencia artificial e inteligencia natural deberíamos estarnos planteando tanto los diseñadores curriculares o de políticas y programas educativos como los docentes, orientadores e investigadores educativos en el terreno de la educación formal, pero también los padres de familia, los artistas, los comunicadores y todos los actores que de alguna manera intervienen en la formación de las futuras generaciones, que requiere, como dice el proverbio africano sabiamente, de la participación de toda la tribu.
Preguntas acerca de lo que entendemos por inteligencia y a partir de ahí, de qué tan correcto es llamar inteligencia a la IA. Porque la inteligencia humana es sensorial o sentiente y la IA puede alimentarse de datos o información en mucho mayor cantidad que la mente humana pero no puede realmente vivir experiencias en el sentido pleno del término. Porque la IA puede procesar y articular conceptos de lenguaje natural tomando de las bases de datos con que ha sido alimentada y los algoritmos con que se programa, pero no tiene la vivencia integral de lo que es un acto de comprensión.
Porque la IA se va autocorrigiendo y mejorando a partir de los errores que se le van señalando, pero no puede ser realmente crítica ni conocer la realidad con veracidad como la inteligencia humana. La IA es capaz de articular ideas acerca de las teorías éticas, pero no puede estrictamente comprender lo que es bueno o constructivo -de ahí su limitación y también su riesgo enorme- y tomar decisiones verdaderamente libres y responsables.
En estas diferencias está la clave para que la educación siga siendo pertinente y las razones por las que la auténtica educación hoy es urgente ante el avance de la IA y el retroceso de la inteligencia natural.
Porque no debería haber ningún problema respecto a que la IA vaya sustituyendo a los seres humanos en tareas mecánicas, pesadas o repetitivas y aún en la resolución de problemas que requieren de la mera articulación e interrelación de datos para responder a determinadas preguntas.
Pero sí hay problema y muy grave, si esta sustitución se da en el marco de una humanidad que ya no quiere vivir experiencias porque sobrevive alienada y sin capacidad de asombro, si la sustitución se produce en cuestiones que requieren de auténtica criticidad para preguntarse por lo verdadero y probarlo con evidencias y argumentos. Más grave aún resulta que la sustitución sea llegando hasta dejar a la IA la toma de decisiones desde su funcionamiento no moral porque los seres humanos nos replegamos y abdicamos de nuestra inteligencia práctica y ética, de nuestra tarea fundamental de construir un mundo armónico con el medio ambiente y cada día más humano en la vivencia individual y la convivencia social y planetaria.
En estas dimensiones está el desafío ético de la educación: formar seres humanos lo suficientemente sabios para poder construir-se y construir una existencia y una historia creativa, crítica, corresponsable, amorosa, fraterna, solidaria, justa y pacífica o permitir que un electrodoméstico sea más sabio que nuestro vecino, porque renunciamos a la sabiduría profunda y le llamamos sabiduría a lo que puede hacer una máquina.
Arthur C. Clark decía que, si un maestro puede ser sustituido por una máquina, debe ser sustituido. De la misma forma podríamos decir que si una persona o la humanidad como especie puede ser sustituida por la IA, debería ser sustituida.
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Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).