Papel amate: patrimonio de la humanidad. Tradición otomí

  • Libertad Mora Martínez
Su denominación como patrimonio cultural inmaterial será una forma de respaldo institucional

La riqueza de un pueblo radica en su cultura, en los diferentes elementos que diferencian a un grupo de otro. El patrimonio, y en específico el cultural es aquella expresión que dota de sentido e identidad a una colectividad, es algo que reconoce a una sociedad.

Desde la academia, el patrimonio cultural es un concepto que estuvo en boga en los años ochenta por ciertos antropólogos como Guillermo Bonfil Batalla y Néstor García Canclini. El tema suscita diferentes posturas y debates, no obstante, una cosa es el acalorado intercambio entre académicos en función de sus marcos teóricos, y otra, las realidades tan contrastantes en el mundo, es decir, en el día a día en las comunidades. Desde el gabinete podemos disentir o no del concepto, sin embargo, lo relevante es la aplicación de los conceptos, y en específico, cómo se apropian de ellos los propios involucrados o implicados.

El día miércoles 6 de noviembre del año en curso, un grupo de otomíes de la comunidad de San Pablito, encabezados por Daniel Santos Ladera– autoridad comunitaria en turno y elegido por usos y costumbres–, presentaron ante el Congreso del Estado de Puebla, una serie de solicitudes que versan sobre la relevancia del papel amate en su cultura. Hoy, como desde hace siglos, hablar del papel amate nos remite a los otomíes de la Huasteca, y en la actualidad, dicha tradición ha pervivido de forma única en la comunidad de San Pablito en el municipio de Pahuatlán, allá en la frontera entre la sierra de Puebla e Hidalgo.

Las peticiones fueron declarar el papel amate de la localidad de San Pablito, Pahuatlán, Puebla, como:

1. Patrimonio Cultural Intangible del Estado de Puebla.
2. Denominación de origen o en su caso de Indicación Geográfica.
3. Inclusión en el Inventario del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación.
4. Inclusión en el listado de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad ante la UNESCO.

Si bien en el día a día son los propios lugareños quienes hacen y preservan su propio patrimonio cultural, ¿por qué la relevancia o urgencia en tener tal reconocimiento ante distintas instancias?

Aunque cada grupo decide cómo reinventarse o responder al mundo globalizado, existen sociedades que buscan preservar ciertas prácticas culturales y, a través de las políticas públicas, así como de las instancias encargadas de salvaguardar los patrimonios, buscan que los conocimientos heredados se puedan transmitir a las próximas generaciones.

Una de esas instituciones es la UNESCO, encargada de salvaguardar los patrimonios culturales de la Humanidad. Su carácter de internacional reduce la posibilidad de que diferentes expresiones que gozan de las características para ser parte de ese acervo, puedan estar en la lista de patrimonios de la humanidad, pues además de las implicaciones geopolíticas que caracteriza el ingreso de las expresiones culturales ante la UNESCO, también es difícil satisfacer la demanda de solicitudes. En el caso mexicano son once las prácticas culturales que desde el año 2008 están inscritas como patrimonio cultural inmaterial ante la UNESCO.

Ahora bien, aunque existe una marca colectiva en el papel amate que pertenece a los otomíes de San Pablito, diferentes testimonios en campo han referido que lejos de beneficiar a la comunidad, esto genera algún tipo de conflicto local entre algunas familias.  Contradictorio, pero la marca colectiva más bien ha generado candados en el pueblo: ¿a quién le pertenece dicha marca?, ¿quién la puede utilizar y en qué contextos? Sin embargo, para contrarrestar tal medida, los sanpableños ahora buscan la denominación de origen o indicación geográfica con la finalidad de que ésta sea plural e incluyente, es decir, que remita a toda la comunidad hñähñü, y que a partir de tal reconocimiento estatal, nacional e incluso, internacional, se enfatice que el papel amate, es la memoria viva del grupo otomí.

Puntualicemos en el hecho de que no sólo se trata de la expresión artesanal y/o artística en la elaboración del papel, se trata de una cultura del papel amate, pues en torno a ésta se tejen diferentes elementos, destaco los siguientes:

La vida ritual y la cosmogonía otomí, es decir, la filosofía y el mundo de creencias a partir del cual crean y recrean su mundo de ideas. Con el papel de corteza los bädi (curanderos) elaboran las figuras o aquellos cuerpos con los cuales la comunidad sanpableña entabla un diálogo con distintos tipos de entidades. Ese es el ámbito sagrado, en el que el papel amate cumple un papel fundamental en el ritual.

La importancia económica, los artesanos del amate elaboran una infinidad de piezas que son comercializadas desde los años sesenta a la fecha, en distintas partes del país y del mundo; la destreza, así como la diversificación en los objetos artesanales, han cambiado la economía no sólo comunitaria, incluso municipal. Hecho que no sólo ha servido como un factor de empoderamiento económico regional, incluso, de capital social, pues vía el papel amate se tejen diversas relaciones sociales.

La inventiva de una estética otomí, pues así como hay piezas artesanales, también se ha ido gestando un movimiento artístico entre ciertos sectores de la comunidad, los cuales destacan por su capacidad inventiva y reflexiva a partir del amate.

Por otro lado, el reconocimiento institucional servirá como medida para evitar que todo el patrimonio cultural inmaterial en torno al papel amate pueda ser amenazado de plagios, lucros o apropiaciones culturales indebidas. Ahí mismo en esta región otomí, el caso de los bordados reconocidos como “tenangos” han sido blanco de diversos casos de plagios por distintos sectores. Y si bien ya existen algunas leyes que buscan aminorar tales problemáticas, al final, los casos siguen impunes. De nueva cuenta, el problema es la discriminación con los patrimonios culturales y creaciones de grupos indígenas, como si éste estuviera al servicio de cualquiera.

Hay sectores que lo usan, lo saquean, sin dar créditos a sus creadores. Por ello, la denominación e inclusión del papel amate como patrimonio cultural inmaterial otomí, será una forma de respaldo institucional ante posibles conflictos; también servirá para reconocer la diversidad que ofrece este grupo otomí en el mosaico de este país multicultural, así como de ponderar la estética otomí que se reinventa en las creaciones en el papel amate.

Por último, celebramos que estas generaciones sigan destacando por su activismo social y su capacidad autogestiva. La historia oral recuerda algún grupo de sanpableños gestionando los servicios básicos para su comunidad; otros, en diferentes países enalteciendo lo que consideran propio de ellos: el amate y sus iconografías. Esta semana se les vio en el Congreso; allí estuvieron algunas de las autoridades comunitarias, como el presidente de la junta auxiliar, el curandero principal y los músicos de costumbre.

Éstos últimos, al finalizar la reunión del Consejo evocaron a la Madre Tierra al compás de los sones rituales. La exégesis local seguramente referirá que ahí, y a través de la música de costumbre, se dieron cita distintas colectividades. Todas entablando diálogos, generando relaciones diplomáticas. También acudió algún grupo de artesanos de papel amate y de la bisutería en chaquira; así como artistas del textil otomí, y por supuesto, artistas del recorte. Enhorabuena por ellos, por su ejemplo de autogestión; y por mostrarnos la importancia de repensar a los conceptos en función de las características y problemáticas de cada grupo.

Mora, L. 2024. Especialistas rituales de San Pablito, Pahuatlán en el Congreso de Puebla.

Mora, L. 2024. Artesanos de San Pablito, Pahuatlán en el Congreso de Puebla

Mora, L. 2024. Artista del recorte de San Pablito, Pahuatlán en el Congreso de Puebla

Daniel Santos, autoridad comunitaria de San Pablito, Pahuatlán en el Congreso de Puebla.

 

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Libertad Mora Martínez

Es doctorante en Antropología Social por la ENAH y maestra por el CIESAS. Premio a la mejor investigación sobre grupos otopames (UNAM). Es profesora-investigadora tiempo completo en el Colegio de Etnocoreología de la Facultad de Artes (BUAP). Socia fundadora de la Asociación Civil, “Perspectivas Interdisciplinarias en Red, A.C”