Recta final de las elecciones en Estados Unidos
- Herminio Sánchez de la Barquera
Mientras que aquí en México las fuerzas oficialistas parecen más determinadas y ocupadas en demoler lo poco que queda de nuestras instituciones democráticas y de equilibrio de poderes que en enfrentar a las amenazas y actividades de la delincuencia organizada, nuestros vecinos del norte se aprestan a elegir a su siguiente presidente. Conforme nos acercamos al 5 de noviembre, parece muy probable que los electores de allá, al igual que los de acá, se inclinen por una opción contraria a los valores democráticos que el Occidente tantos siglos ha tardado en construir y consolidar, y que ahora, en el mundo entero, se encuentran lamentablemente en retirada. Una victoria de Trump animará a los dictadores del mundo entero o a quienes quieran convertirse en tiranos. Pareciera que los electores, democráticamente, están votando por dar muerte a las democracias.
Las campañas electorales en los EE. UU. son mucho más intensas en algunos estados que en otros. Esto se debe a que hay estados que son muy inconsistentes en su comportamiento electoral, es decir, en ellos siempre gana un partido diferente. Por otro lado, hay estados cuyo comportamiento electoral es bastante consistente y en los que, por tanto, la campaña electoral es menos intensa. Por eso se dividen coloquialmente los estados en “rojos” y “azules”: en los primeros, el Partido Republicano suele ser elegido con una clara mayoría, como en Oklahoma, Kansas y Utah, que no han elegido candidatos demócratas desde 1972. Texas y Tennessee también son tradicionalmente “estados rojos”.
Por el contrario, el Partido Demócrata es muy fuerte en los estados “azules”, como Minnesota, Nueva York y Washington, así como en la capital, Washington D.C. Los demócratas llevan aquí al menos 36 años invictos. Los estados de California, Illinois y Massachusetts también son “estados azules” tradicionales. Es por eso que la campaña electoral más intensa se lleva a cabo en los llamados “estados morados” (“Purple States”), también llamados “estados indecisos” o “estados columpio” (“Swing States”), es decir, aquellos en los que está menos claro si ganará la candidata demócrata o el aspirante republicano, pues los resultados previos han sido muy reñidos y las preferencias de los votantes han cambiado con mayor frecuencia en las últimas elecciones. Debido a que estos estados son tan disputados, a veces también se les llama “estados de campo de batalla” (“Battleground States”) e incluyen, por ejemplo, a Arizona, Florida y Michigan.
El sistema electoral estadounidense es muy complicado, pues la elección del presidente de la nación es indirecta, por medio de electores que representan a cada uno de los cincuenta estados de la Unión. El candidato que obtenga 270 de los votos de dichos electores será el que se mude a la Casa Blanca. Donald Trump parece que podrá asegurar unos 219 de estos votos, provenientes de estados tradicionalmente conservadores; Kamala Harris, por su parte, tiene casi amarrados 224 votos de estados que generalmente votan por los demócratas. Es por esto que los resultados para elegir al sexagésimo presidente de los EE. UU. el próximo 5 de noviembre se decidirán en esos “Swing States” que hemos mencionado, pues en ellos las preferencias de los electores a veces favorecen a un partido, a veces al otro, a manera de péndulo.
En las elecciones presidenciales se aplica el mismo principio que en las primarias (es decir, en las que cada partido elige a su candidato): la elección no es directa, sino que se eligen “electores” (es decir, votantes) que apoyan a uno de los candidatos (en las primarias se llaman “delegados”). Actualmente hay 538 de estos votantes. Cada estado tiene al menos tres electores y el resto se asigna en función de la población. En casi todos los estados de EE.UU. se aplica lo siguiente: la norma de que “el ganador se lo lleva todo” (“The winner takes it all”). Esto significa que el partido que gana la mayoría de los distritos electorales de un estado se lleva todos los votantes. Digamos, a guisa de ejemplo, que hay diez electores en un estado; seis de ellos son elegidos por los demócratas, cuatro por los republicanos. Esto significa que el candidato demócrata gana las elecciones en este estado y recibe los diez votos electorales. Esto es crucial porque el candidato que finalmente tenga a más de la mitad de los 538 votantes de su lado será quien gane las elecciones.
Sin embargo, el presidente no será elegido formalmente el 5 de noviembre, sino hasta diciembre, cuando los electores de cada uno de los estados se reúnan para formar el “Colegio Electoral” (“Electoral College”) y voten según los resultados de sus respectivos estados. Como siguiente paso, el Congreso contará los votos en enero y luego se anunciará oficialmente quién será el próximo presidente de los Estados Unidos. El 20 de enero de 2025 el nuevo presidente prestará juramento en la toma de posesión (“Inauguration”).
Hay estados que, por su población, aportan muchos votos al llamado “Colegio electoral” (“Electoral College”), que es donde se cuentan los votos de todos los electores representantes de cada estado. California, por ejemplo, aporta 54 votos y Texas aporta 40. Alaska envía tres votos al Colegio electoral y Hawái, cuatro. Estos son, digamos, ejemplos de los extremos: estados que mandan muchos electores, y estados que mandan pocos. En medio están, por ejemplo, Nueva York, con 28, o Nueva Jersey, con 14. Los estados con más habitantes tienen más electores, pero no todos los electores representan al mismo número de ciudadanos. Un elector en Montana, por tomar un ejemplo, representa a alrededor de 350 000 votantes, mientras que un elector en California representa a más del doble. Pero como al final ambos tienen el mismo peso, puede suceder que el candidato que termine convirtiéndose en presidente no necesariamente será el que haya obtenido la mayor cantidad de votos de los ciudadanos.
Para las elecciones que se avecinan, los “estados columpio” son Arizona (11 votos), Georgia (16), Michigan (15), Nevada (6), Carolina del Norte (16), Pennsylvania (19) y Wisconsin (10). En estos estados, entre los candidatos Harris y Trump hay menos de 2 puntos porcentuales de diferencia en las preferencias electorales, por lo que hay que ganar tres o cuatro de estos estados para llegar a los 270 electores. Matemáticamente hablando, incluso sería posible un empate con 269 votos. Hace cuatro años, Joe Biden ganó seis de los siete estados columpio, por lo que ganó claramente. En este 2024 las cosas no parecen estar tan claras a favor de Harris, sino que puede incluso perder. Tiene que ganar forzosamente los estados columpio más ricos en población, pues son los que más electores envían al Colegio Electoral. Estados con poca población, como Dakota del Norte o Alaska no pesan tanto, al igual que estados pequeños como Maine.
En el caso de Arizona, en el 2020 ganó Biden por muy pocos votos (10 500); en las encuestas más recientes, Trump aventaja a Harris muy ligeramente. Georgia generalmente vota por el Partido Republicano, pero Biden, por primera vez en la historia, logró con muy poca ventaja el triunfo demócrata. Al igual que en Arizona, parece que Trump va ligeramente arriba en las encuestas. Michigan es un caso diferente, pues hace cuatro años el triunfo de Biden fue muy claro. Sin embargo, ahora parece que Trump va adelante, quizá porque los electores de origen árabe no están conformes con la política de Biden frente al conflicto en el Oriente Medio; además, aunque los grandes sindicatos generalmente votan por los demócratas, parece que ahora no lo harán. Nevada aporta pocos votos; Biden ganó en el 2020 por poco margen, y en el actual proceso los candidatos están empatados. Carolina del Norte no se considera tradicionalmente un estado péndulo, pues casi siempre ganan los demócratas; sin embargo, hace cuatro años los resultados fueron muy cerrados. Trump tiene en este 2024 una muy ligera ventaja, por lo que todavía es posible que Harris pueda alzarse con el triunfo. Pennsylvania, con 19 votos, es el mayor de este grupo de estados. Quien quiera ganar las elecciones debe ganar a fuerza Pennsylvania. Biden lo ganó en 2020, y ahora, según casi todas las encuestas, Harris lleva una ligera ventaja. En cuanto a Wisconsin, Trump lo ganó en 2016 y Biden en 2020, en ambos casos con poco margen. En este año parece que Harris y Trump están empatados.
Así que, lamentablemente, parece que Kamala Harris ha perdido impulso en estas últimas semanas y la pequeña ventaja que era más o menos evidente a principios de octubre se ha desvanecido, como señalan las más recientes encuestas. Todo parece indicar que el resultado se definirá, literalmente, en los últimos centímetros de la carrera (ni siquiera en los últimos metros). En estos últimos días, las preferencias por Trump han aumentado y las de Harris se han venido cayendo: la encuesta publicada el viernes 25 de octubre por The New York Times le asigna a cada uno de los dos candidatos una preferencia de 48.5%.
El resultado de esta encuesta a nivel nacional no determina el resultado de las elecciones presidenciales, pero estos resultados se consideran como un indicador del estado de ánimo general. El diario neoyorquino consideró que el resultado era desventajoso para Kamala Harris, debido a que, en las últimas elecciones presidenciales, los candidatos demócratas estuvieron siempre adelante a nivel nacional, aunque esto no significa automáticamente una victoria electoral, debido a las características peculiares del sistema electoral estadounidense. Como sea, esto es muy preocupante a escasos nueve días de la cita en las urnas.
Para los siete estados indecisos, las encuestas llevan semanas prediciendo y dando cuenta de una carrera muy reñida entre Harris y Trump. Así parece ser no solamente en dichos estados, sino en todo el país.
¡Que Dios nos agarre confesados!
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Originario de Puebla de los Ángeles, estudió Ciencia Política, música, historia y musicología en Núremberg, Leipzig, Essen y Heidelberg (Alemania). Es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Heidelberg.