Kamala Harris, ¿la salvación demócrata?

  • Daniela Ruiz Vélez
El problema no es sacar a Biden, sino que tardaron demasiado en decidirlo

Tras un desastroso desempeño en el debate presidencial, que preocupó tanto a los miembros del partido demócrata como a los donadores de la campaña, que se sumó a otros  tropiezos que el presidente Joe Biden ha tenido en los últimos meses, finalmente, el actual líder de EE. UU. decidió ceder ante las presiones y renunció a la candidatura demócrata a la presidencia. Con el partido entre las cuerdas, esta decisión refleja los intentos desesperados por vencer a Trump, pero también el mal manejo de la campaña de Biden y la errada decisión de permitir que buscara la reelección.

Por lo menos, la retirada de Biden de la contienda electoral, que anunció públicamente el domingo 21 de junio, parece haberles dado un breve respiro para replantear la estrategia y enfocarla en posicionar a la vicepresidenta, Kamala Harris, como la nueva candidata demócrata. Aunque todavía no es oficial, a partir de una estimación hecha por CNN, desde el lunes Harris ya contaba con el apoyo de suficientes delegados (más de 1976) para ganar la nominación de su partido a la presidencia (Cohen, et.al, 2024).

Ese mismo lunes 22 de julio, el Comité Nacional Demócrata declaró que su plan para designar un nuevo candidato consiste en que los delegados voten virtualmente para confirmar a Harris como candidata antes del 7 de agosto y también mucho antes de que comience la convención del partido programada para el 19 de agosto. De acuerdo con los delegados que esto suceda así es fundamental para garantizar el acceso a las urnas en todos los estados y evitar el riesgo de litigios (Cohen, et.al, 2024).

En mi opinión, lo que dejó a Biden sin otra alternativa más que dar un paso atrás fue el intento de asesinato del expresidente y candidato republicano, Donald Trump, ocurrido el sábado 13 de julio en un mitin en Butler, Pensilvania (que por cierto es uno de los estados clave de esta elección), así como el fuerte respaldo que tuvo el multimillonario en la convención republicana celebrada del 15 al 18 de julio en Milwaukee y en la que aceptó oficialmente la candidatura con un largo discurso en el que explotó al máximo el ataque en su contra para proyectarse como un héroe que fue salvado por Dios para volver a gobernar Estados Unidos.

Desde semanas atrás, la presión para que Biden de 81 años renunciara a la candidatura ya era intensa y fueron los propios donadores demócratas los que comenzaron a dejar en claro que no invertirían más en una campaña que estaba prácticamente perdida. De acuerdo con información que le dieron de forma anónima a la CNBC, a inicios de julio, 75 donadores del partido tuvieron una reunión por Zoom en la que sólo uno consideró que Biden debería seguir en la carrera presidencial, mientras que los otros opinaron que si se mantenía no habría manera de vencer a Trump en noviembre. Así, este grupo de millonarios comenzó a cabildear tanto con senadores como con representantes demócratas en el Congreso para convencerlos de pedirle al presidente que desistiera de buscar la reelección (Schwartz, 2024).

Su plan comenzó a dar resultados, pues guste o no es imposible que una campaña sea exitosa si ésta no cuenta con financiamiento suficiente y menos en un país en el que los partidos políticos no reciben fondos públicos para ejecutarla. De hecho, era cada vez más evidente la preocupación de los demócratas de que con Biden no sólo perdería la reelección, sino también el Congreso. A tal grado que hasta sus amigos y aliados más cercanos comenzaron a externar sus temores.

Grandes personajes demócratas como lo son el expresidente Barack Obama y la pareja  Clinton dieron mucho qué decir con su silencio en momentos en los que podrían haber abogado por la capacidad del presidente Biden para seguir al frente del país otros cuatro años. Por otro lado, hubo quienes sí expresaron sus inquietudes, por ejemplo, el líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer, le dijo en Rehoboth Beach, Delaware (el día del atentado contra Trump) que lo mejor sería que abandonara el cargo, según informó ABC News. También, Nancy Pelosi, la expresidenta de la Cámara de Representantes; y una de las mentes de la estrategia para sacarlo, le dijo que podría destruir las posibilidades de los demócratas de recuperar la Cámara, así como perder las donaciones (VandeHei y Allen, 2024).

Las preguntas que surgen son: ¿cómo no lo vieron antes? y ¿por qué durante cuatro años en la Casa Blanca no previeron que esto podría suceder? Cuando la aprobación de Biden no ha sido buena por diversas cuestiones que han explotado en su administración, sobre todo, desde la desastrosa salida de las tropas estadounidenses de Afganistán a finales de agosto de 2021. De acuerdo con el Pew Research Center (2024), los índices de aprobación de Biden han sido más negativos que positivos desde finales de ese año. Y sólo un tercio de los estadounidenses ha aprobado su actuación durante el último año.

En cambio, Trump sí parece contar con un sólido respaldo que ya no proviene únicamente de su base tradicional; al contrario, el expresidente republicano ha logrado sumar a sus simpatizantes a miembros de la comunidad afroamericana y latina que se sienten en buena medida abandonados por el partido liberal, pues éste ha optado por actuar como si ya tuvieran su voto asegurado y por ende, como si no fuera necesario ganarse su voto. Lo que no será así y que esperemos no le cueste demasiado caro.

Y aunque es verdad que el anuncio de la retirada de Biden y la casi oficial candidatura de Kamala Harris han sido muy bien recibida por el electorado, el camino que queda por recorrer para vencer al magnate republicano y a su Project 2025 (que es un proyecto de reformas  totalmente conservador y en pro de ayudar a las grandes corporaciones y a millonarios aliados de Trump) del que hablaré en los próximos textos, es todavía bastante complejo.

Harris recaudó más de 100 millones de dólares entre el domingo y el lunes, según un funcionario de la campaña, con más de 1,1 millones de donantes únicos, de los cuales el 62 por ciento de ellos donó por primera vez. No obstante, la presión que carga en sus hombros es muy alta, pues todo el partido demócrata cuenta con ella y esperan que las apuestas por su candidatura tengan un resultado positivo. Kamala, cuyas habilidades políticas nunca han sido su fuerte, tiene la misión de frenar el arrastre conservador de Trump y sus aliados, que podrían eliminar todos los logros de Obama y Biden y así, salvar a la democracia de EE. UU.  (Collinson, 2024).

Si algo debimos haber aprendido desde el triunfo de Trump en 2016 es que no hay que subestimar el poder de persuasión que tiene el expresidente en una parte importante de los estadounidenses y en esta elección no será la excepción. Kamala tendrá que prepararse para enfrentar a un oponente misógino y racista que dirá y hará todo lo que esté en sus manos para vencerla. Y la vicepresidenta tiene solo tres meses para lograrlo.

Biden tomó la decisión correcta al sacrificar su ya extendida vida política para darle a Kamala una oportunidad real de derrotar a Trump de una vez por todas. Sin embargo, los resultados del 5 de noviembre dirán si esa decisión llegó a tiempo o si fue demasiado tarde. Y por el bien de México, Estados Unidos y el mundo esperemos que sea la primera opción.

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Daniela Ruiz Vélez

Es egresada de la Licenciatura en Relaciones Internacionales por la Universidad Iberoamericana de Puebla. Trabajó en el Center for Immigrant and Refugee Accompaniment (CIRA) en Loyola University en Chicago. Sus áreas de interés son: la relación bilateral entre México y Estados Unidos, y la política exterior de EE. UU.