Gilberto Bosques, héroe sin fronteras

  • Antonio Tenorio Adame
Al profesor le corresponde por derecho de identidad compartir la galería de poblanos excelsos

Gilberto Bosques Saldívar nació en Chiautla de Tapia el 20 de julio de 1892. La asociación que lleva su nombre* celebró la efeméride con trascendente acto público en el corazón de la capital poblana.

El poder de la minoría se apoya en la razón

Al profesor Gilberto Bosques Saldívar le corresponde por derecho de identidad compartir la galería de poblanos excelsos:  Juan de Palafox y Mendoza, Aquiles Serdán, Ignacio Zaragoza, Luis Cabrera, Luis Sánchez Pontón, Gabino Barreda, Pastor Rouaix, Froylán C. Manjarrez, Juan Cordero, José Luis Rodríguez Alconedo, quienes forman parte del patrimonio humanístico de la poblanidad.

Más aun su labor diplomática ha sido considerada de una gran valía humanista, dando asilo y refugio a miles de perseguidos bajo la amenaza de muerte en hornos crematorios por el nazismo.

Al resolver los conflictos de persecución política para brindar refugio se le debe otorgar a su figura señera el grado supremo como “un humanista conciliador de la paz en la órbita universal”.

Esta tarea debe partir de marcar los momentos estelares de la política exterior mexicana caracterizada en la defensa de la república y su territorio por Benito Juárez, cuyo principal embajador fuera Matías Romero, luego por la obcecada postura de Venustiano Carranza, ante los desembarcos y presencia de tropas del ejército yanki donde germina la Doctrina Estrada, dando paso en el siguiente peldaño. a la expropiación petrolera ejecutada por Lázaro Cárdenas donde florece un racimo de excelentes diplomáticos y brilla la obra del maestro Bosques, acompañado de Francisco Castillo Nájera, Narciso Bassols, Isidro Favela, Adalberto Tejeda y Primo Villa Michel, entre otros.

Nuestro héroe conciliador carece de mácula homicida como en ocasiones ocurre en el acto supremo de arriesgar la existencia por defender supremos valores sociales. Lejos de eso su labor fue salvar miles vidas o en la recuperación de derechos y dignidad humana de aquellas víctimas de su despojo; así su labor fue precursora a la cultura de reconocer que el ser humano posee derechos inherentes a su persona por encima de cualquier otra caracterización.

Don Gilberto no fue un improvisado en el ejercicio de embajador, Supo en temprana hora prepararse para asumir con profesionalismo su responsabilidad, como sucedió a partir de su labor de editor y director del periódico El Nacional, donde resumía los reportes diarios de los agregados comerciales en las embajadas de México en el exterior.

En entrevista con el presidente Lázaro Cárdenas, quien le cuestionó por qué buscaba el consulado, le contestó con dos argumentos, el de la guerra y el de la educación, abordando enseguida su conocimiento.

La definición de la acción diplomática la valoraba don Gilberto por sus logros en conjunto, su grado de congruencia y contenido, lo que permitía reconocer su carácter perfectamente definido También reconocía a la diplomacia desde su esencia de gestión, como negociación con los instrumentos adecuados para hacerla efectiva aplicando el derecho internacional.

En su misión de rescatar a cautivos de campos de concentración como Max Aub o víctimas bajo amenaza de muerte y otorgarles un salvoconducto, visa o aun la nacionalidad mexicana, convirtió la diplomacia en escudo de los derechos humanos.

Al llegar a París para iniciar sus labores, Francia pese a disponer de 10 millones de hombres, el 22 de julio de 1940 el mariscal Pétain rindió la plaza y pasó a colaborar con el régimen de Hitler.

La mitad de Francia quedó ocupada por los invasores. La zona no ocupada llevó al cónsul mexicano a establecer sus oficinas en Marsella, con una amplísima jurisdicción que incluía el Líbano y norte de África. Para los fines de su labor humanitaria consideraba que Francia era una escala técnica para los perseguidos que buscaban una salida.

La promoción del consenso por la mayoría

Mientras el frente de batalla se situaba en Europa, en cambio, en México llegaba al esplendor de su Revolución con la puesta en marcha de la expropiación petrolera, así como la ejecución de la entrega de tierras a ejidos y comunidades. La nación mexicana en ejercicio de su plena soberanía en busca de vías de desarrollo y bienestar social.

El saldo de guerra fue alrededor de 55 millones de vidas consumidas por el odio racial en trincheras y hornos crematorios. Fue tal el grado de destrucción física y moral, que al final de la guerra, el mundo se conmovió y las potencias no dejaron sus armas, el campo de batalla se trasladó a la Guerra Fría y a la formación de pactos militares regionales.

El nuevo orden mundial quedó plasmado en los Tratados de Bretton Woods. La recuperación económica dio oportunidad a mejorar los niveles de vidas de diversos países del mundo, mientras en África y Asia cayeron las cadenas del colonialismo y surgieron decenas de nuevos países que izaron sus banderas en Naciones Unidas.

La recomposición del orden político mundial sacudió las tierras de América Latina y el Caribe. El dominio de las dictaduras protegidas por los marines de Estados Unidos fue barrido, el epicentro de la inconformidad se localizó en Cuba.

Al día siguiente del asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, el embajador de México en Estocolmo, recibió un telegrama del secretario de Relaciones exteriores, don Luis Padilla Nervo para consultarle de su traslado a la embajada de México a Cuba, a la que contestó gustoso de ser trasladado.

La primera y urgente tarea que había de atender era otorgar asilo a los sobrevivientes del asalto al Moncada; algunos de ellos con huellas de extrema de tortura durante su cautiverio, como se llegó a describir como “el martirio de Cuauhtémoc aplicado en Cuba”, al sufrir el tormento de la quema de sus pies.

El número de asilados creció en la medida del recrudecimiento de la persecución, la negociación diplomática se vuelve difícil por los recursos que dispone un régimen fuera de norma, leyes y convenios. El Servicio de Inteligencia Militar se encontraba bajo la tutela norteamericana.

El dictador Fulgencio Batista tenía interés de una buena relación con México para su conveniencia. El cuerpo consular demandaba del gobierno mexicano acciones inmediatas para el encarcelamiento, la expulsión o el retorno a Cuba de sus nacionales. Nada de eso se hizo ante la segura tortura que esperaba a los afectados.

Fidel Castro, cuando salió de la cárcel, visitaba la embajada con frecuencia; con su característico entusiasmo desbordado “concebía planes revolucionarios audaces”. Le dije alguna vez: “Existe un complot para asesinarlo!, y me contestó: “Tengo cuidado de no asistir a sitios públicos, como conozco mi temperamento, tampoco llevo pistola”. Cuando él consideró conveniente decidir salir, se le otorgó la visa.

El gobierno de Batista era de una crueldad sin freno. La tortura y la desaparición de personas era común hasta el grado de encontrarse fosas en las comisarias.

La solidaridad de México con Cuba se mantuvo durante el conflicto con Estados Unidos, pese a las presiones manifiestas. En la reunión de la OEA en Punta del Este se expulsó a la  isla de la organización panamericana. La postura de México fue de abstención, pero al quedarse solo después de que otros cuatro países que en conjunto se comprometieron a  votar en contra de la resolución, pero al final cambiarán radicalmente su voto para ir en favor de la expulsión de Cuba.

La movilización social de apoyo al gobierno de Fidel fue manifiesta al interior del país. En Puebla se suscitó un choque estudiantil entre contingentes anticomunistas y grupos democráticos, lo que dio lugar a la intromisión del arzobispo Márquez y Toriz a convocar a una campaña al grito de “Cristianismo sí, comunismo, no!

Pese a las presiones norteamericanas y los gritos de amenaza de la ultraderecha, México se mantuvo firme al lado de Cuba. Sin sombra de duda en la tarea, la presencia del embajador Bosques no dejó ninguna duda. En ese trance su señera figura contribuyó a mantener la hermandad indoamericana en busca del ejercicio de su soberanía.

El embajador Gilberto Bosques Saldívar es un héroe de la Guerra Fría, quien mantuvo la dignidad soberana del país, y fue un prócer de la conciliación de la paz.

 

 (*) El autor agradece al licenciado Jesús Persino, presidente de la Asociación Gilberto Bosques su gentil invitación como ponente.

 

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Antonio Tenorio Adame

Licenciado en Economía por la UNAM, y docente en la BUAP. Fundador de la Academia de Historia y Crónica Parlamentaria y cofundador de la Asociación de Periodistas Democráticos junto con Renato Leduc. Ha sido diputado federal en diversas legislaturas, desde donde ha impulsado la apertura democrática.