Bukele y el triunfo del Estado policiaco
- Luis Ochoa Bilbao
Es momento de repasar cómo se encuentra el escenario político y democrático en América Latina. Abordemos hoy el tema de El Salvador. El pasado domingo 4 de febrero Nayib Bukele logró una aplastante victoria electoral para seguir como presidente de su país.
La polémica consiste en que “el salvador” de los salvadoreños, violó la constitución porque ésta prohibía la reelección. ¿Cómo es posible entonces que se haya reelecto para un segundo mandato? Pues fue al más puro estilo latinoamericano.
El poder legislativo mayoritario en favor de Bukele, nombró a los jueces de la sala constitucional quienes, a su vez, “interpretaron” el espíritu de la constitución para favorecer su reelección. Esto ocurrió en 2021. Meses antes, la asamblea del partido de Bukele, Nuevas Ideas, había destituido a los cinco jueces de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia.
Las voces de advertencia ya se escuchaban desde entonces. En su momento, el director para las Américas de Human Rights Watch (HRW), José Miguel Vivanco, dijo que “la democracia en El Salvador está al borde del abismo”, y añadió, que “a su juicio, es el mismo libreto que usaron Daniel Ortega (Nicaragua) y Juan Orlando Hernández (Honduras) para reelegirse.
El presidente reelecto de El Salvador cuenta con índices de aprobación altísimos que rozan el 90 por ciento de apoyo ciudadano. En las elecciones obtuvo el 85 por ciento de los votos y su partido alcanzó 58 de 60 escaños en el poder legislativo.
Se trata de un triunfo abrumador que le otorga prácticamente el poder absoluto a Bukele. Y nosotros ya sabemos, por la historia y por las experiencias recientes, que el poder absoluto en América Latina suele crear monstruos.
La clave de Bukele ha sido su lucha contra el crimen organizado y las pandillas en El Salvador. En 2015, El Salvador llegó a ser el país con mayor número de homicidios per cápita en todo el mundo. Pero hora es uno de los más seguros de América.
Ese es el dato positivo. La cara oscura de su presidencia es la estrategia de su “guerra contra las pandillas”. El Salvador vive en un régimen de excepción vigente en el país desde hace casi dos años. Hay miles de acusaciones por detenciones arbitrarias de inocentes, abusos contra los derechos humanos, torturas y muertes de cientos de prisioneros.
Desde que comenzó el régimen de excepción, varios derechos constitucionales permanecen suspendidos. Desde entonces, más de 75 mil personas han sido detenidas por presuntos vínculos con las pandillas. Por esta razón, El Salvador se convirtió en el país con la tasa de encarcelamiento más alta del mundo.
Es una situación de paz, tranquilidad y armonía sustentada sobre la base de un Estado policiaco que tiene vigilados a todos. Algo parecido a los regímenes comunistas del siglo pasado, cuando había paz en las calles de Bucarest, Praga, Varsovia y Budapest, por el terror a la policía.
Amnistía Internacional ha denunciado las consecuencias del estado de excepción que se vive en El Salvador: detenciones arbitrarias masivas, desapariciones forzadas, torturas, tratos crueles y degradantes en los centros de detención, y la muerte de personas detenidas por el Estado, contándose más de 190.
La popularidad de Bukele está sustentada en el miedo y la sangre. Pero los votantes salvadoreños le han aplaudido de manera abrumadora sus acciones de mano dura. En El Salvador se repite el añejo dilema de la política. Si quieres libertad, tendrás que perder paz. Si quieres paz, tendrás que perder libertad. Nunca se podrán gozar de las dos a plenitud. La paz en El Salvador está fincada en la amenaza y el terror.
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Internacionalista y sociólogo. Director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la BUAP. Se especializa en temas de política exterior, cultura política y sociología de las relaciones internacionales.