Infraestructura y el quinto informe de gobierno
- Luis Ochoa Bilbao
El gobierno de López Obrador se acerca a su fin. Como todo el mundo sabe, en su último año, las fuerzas políticas se reagruparán a partir de sus intereses, su ideología, sus tratos y contratos, sus traiciones, promesas y mentiras, con quien aspire a gobernar México del 2024 y hasta el 2030.
El ritual del informe de gobierno ha ido cambiando. De ser un acto protocolario para encumbrar al presidente, cantarle loas y pasearlo por las calles y las pantallas de televisión, como en la época del priismo más rancio, ahora no pasa de ser un ejercicio más de la gestión. ¿No será ese un indicativo de la desacralización de la figura presidencial?
El informe cumple con el requisito de dar a conocer a la población lo que el presidente, junto con su gabinete y equipo, hicieron un su último año. En la administración pública, gobernadores, secretarios y directores están obligados a entregar informes anuales sobre su gestión. Se destacarán los hechos más relevantes, los logros más visibles y los datos más alegres. La oposición al gobierno pondrá el dedo en la llaga de los errores, escándalos, mentiras, exageraciones u omisiones de ese año a evaluar. Sí, habrá opiniones divididas; la democracia es consenso para que exista el disenso.
El viernes 1 de septiembre, y desde Campeche, para romper con el centralismo tradicional de nuestra política, López Obrador dio a conocer su quinto informe de gobierno. Lo hizo a través de un discurso que no es otra cosa más que un mensaje. En ese mensaje, repitió su lema “por el bien de todos, primero los pobres”. Para alcanzar esta idea, se concentró en dos proyectos de infraestructura en el sur de México.
¿Habrá alguien en México que pueda oponerse a la orientación de proyectos de desarrollo en el sur de la nación? Todos sabemos que esa región del país ha sido la menos favorecida en proyectos estratégicos desde la década de los noventa y la oleada neoliberal. Entonces las regiones norteñas fronterizas con Estados Unidos se vieron beneficiadas por la explosión de las maquiladoras.
Sin embargo, no olvidemos que durante este gobierno dos grandes proyectos también se asentaron en el norte de México. Y ambos se consolidaron a lo largo del 2023.
El más mediático y sonoro fue el proyecto de que Tesla instalará en Monterrey, la fábrica más grande de automóviles en América latina. La cadena alemana Deutsche Welle le preguntó al académico de Economía de la Universidad de Monterrey, José Cornejo Garza ¿Qué significará la fábrica para México? El respondió: "mucho […] México suele atraer alrededor de 30 mil millones de dólares en inversión extranjera de manera anual. Se habla de que Tesla está dispuesta a invertir hasta 10 mil millones […] Para Nuevo León, la cifra es aún más relevante, con alrededor de 4 mil millones de dólares anuales". No es de extrañar que los representantes de la industria de Monterrey se mostraran al conocer la noticia "entusiasmados" por tal inversión, "de alto valor estratégico".
El segundo, menos conocido, fue la fusión de las compañías Canadian Pacific y Kansas City Southern en México: el ferrocarril que unirá a Norteamérica. En el portal de noticias de Forbes, una empresa de información neoliberal, se destacó que “Canadian Pacific Kansas City (CPKC) es el primer ferrocarril que conecta Canadá, Estados Unidos y México en una línea directa, con 32 mil 186 km de vía. Cuenta con conexión a 12 de los puertos más importantes de los tres países, así como un servicio intermodal de Lázaro Cárdenas a Chicago que toma solamente siete días desde que es descargado el primer contenedor del buque hasta que se intercambia.”
Obviamente, para la oposición a López Obrador esas noticias no debían resaltarse porque la consigna era atacar sus proyectos de infraestructura en el sureste como la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya.
En el caso de la refinería hay que señalar solo un detalle que la oposición pasa convenientemente por alto: en todo el mundo se están construyendo refinerías, no solo en México. El reporte aparece en el portal de Expansión, otro sitio de noticias de corte neoliberal. En su contenido señala: “En general, los países en vías de desarrollo y productores de petróleo han tejido una estrategia encaminada a continuar la refinación de combustibles a medida que la demanda de estos continuará en sus regiones, mientras que los países desarrollados –principalmente Europa y Estados Unidos–, así como la mayoría de las petroleras privadas han decidido abandonar de manera paulatina sus labores de refinación, para enfocarse en la producción de petroquímicos, combustibles con bajos niveles de azufre o abrir su abanico de inversiones hacia las energías renovables.”
En lo que se refiere al Tren Maya, el proyecto no se construyó en la nada. Se retomaron muchas líneas férreas que ya existían en la península y se agregaron cientos de kilómetros para conectarlas. Los reclamos de los ecologistas y ambientalistas aparecían en primera plana como parte de la crítica a este proyecto. El dilema es que no hay un solo proyecto de infraestructura en el mundo que no impacte en el medio ambiente: aeropuertos, carreteras, puentes, túneles, trenes y puertos en América, Europa, Asia, África y Oceanía, en cualquier lugar y en todos lados, impactarán el medio ambiente. Tanto como el uso de las energías fósiles, la energía atómica o las renovables; tanto como la gasolina o las baterías de litio. No es posible echar a andar un proyecto de infraestructura sin afectar la naturaleza. Así lo hacía el frustrado aeropuerto de Texcoco, que tanto apoyo tuvo por parte de las élites mexicanas.
El punto es que en el tema de la infraestructura, el quinto informe de gobierno de López Obrador podría señalarse como adecuado. Sin echar las campanas a vuelo, ambos proyectos fueron promesa al principio de su gobierno, y como tal se cristalizaron. Hasta ahí llega el debate por el momento.
Su utilidad, su eficacia, sus éxitos económicos en el mediano plazo están por conocerse y evaluarse. La consistencia de los proyectos en lo financiero, en la rendición de cuentas y el combate a la corrupción también están por develarse. Para eso hay varios sectores como la prensa, los partidos políticos, la opinión pública y la sociedad civil.
Al final, las cuentas no solo dan detalle de lo hecho en el sur del país. Es mucho más lo que deberá analizarse respecto a la inversión pública durante este gobierno. “La inversión fija del sector público está constituida por las asignaciones destinadas a obras, proyectos y acciones que tienen el fin de fomentar el crecimiento y desarrollo del país en diferentes dimensiones. Básicamente, estas se dirigen al desempeño de las actividades gubernamentales, al desarrollo social y al desarrollo económico; por medio de erogaciones a distintos rubros de las cuentas nacionales en materia de instituciones, infraestructura y bienestar.”
En estos rubros, el gobierno de López Obrador “ha destinado 2, 529, 594. 7 millones de pesos, desde diciembre de 2018 a agosto del 2022 (de acuerdo a la Secretaría de Hacienda), lo que ha representado, en promedio anual, alrededor del 2.2% del PIB. Una buena parte de estos recursos se han invertido en las cuatro obras emblemáticas de la administración de AMLO: 1) El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA); 2) El Tren Maya; 3) La Refinería de Dos Bocas, y 4) El Corredor Interoceánico-Istmo de Tehuantepec.
El quinto informe de gobierno presenta un resumen de estas acciones. Le corresponde a la sociedad evaluar el impacto de los proyectos de infraestructura de López Obrador. Y eso ocurrirá inevitablemente, algo que habla de un contexto democrático mucho más sólido de lo que podemos ver a simple vista.
Opinion para Interiores:
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Internacionalista y sociólogo. Director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la BUAP. Se especializa en temas de política exterior, cultura política y sociología de las relaciones internacionales.