¿Estudiar o trabajar?, ¿Decisión de las infancias?
- Joshue Uriel Figueroa
Las lluvias no solo inundan calles y levantan coladeras llenas de basura y heces de la ciudad, también revelan las malas condiciones de la infancia. Pueden verse en las avenidas niños y niñas pequeñas jugando en charcos negros sobre un camellón, mojados por falta de techo. Los autos pasan indiferentes al hambre del bebé que cuelga en la espalda de la madre pidiendo dinero entre la llovizna.
Un niño se detiene empapado en la terraza de un café vendiendo chicles y cigarros; a los señores reunidos bebiendo expreso se les escucha quejarse del populismo y otros fantasmas. El menor se acerca a ofrecer su producto o regatear una moneda, pero no obtiene más que un regaño del mesero que se apresura a sacarlo de vuelta a la lluvia.
El niño corre a una miscelánea que se encuentra en frente y la tendera le regala unas galletas. El niño se alegra, baja la lluvia y continúa con su trabajo. Anochece y busca a su madre que ofrece semillas: pepitas, cacahuates, garbanzos enchilados o solo con sal, toda la oferta se encuentra dentro de las cubetas que carga bajo el sol y la lluvia por todo el centro de la ciudad. Además de las pesadas cubetas, ella también lleva un bultito humano amarrado en la espalda que de vez en cuando chilla de calor o inmovilidad.
Otra niña camina entre los autos, con los pies agrietados por la humedad, ofrece tunas peladas en bolsitas de plástico; de vez en cuando si nota que el conductor le presta atención le pide un juguete regalado.
El trabajo infantil y adolescente es parte de las acciones que tienen que tomar miles de familias en el país ante la falta de seguridad laboral, así como las dificultades económicas de la población más marginada, en especial, aquellos que provienen de zonas rurales o de poblaciones indígenas. Ellos representan el grueso de la migración a las grandes urbes y permanecen desubicados de las estadísticas y de la atención de programas sociales, pues se encuentran fuera de sus lugares de origen.
De acuerdo con INEGI (2019) Puebla es el segundo estado con más niñas y niños, adolescentes entre 5 y 17 años que están en las redes del trabajo infantil. Las más afectadas son las infancias que se encuentran estudiando la secundaria, ya que ahí se disparan los indicadores de ocupación en trabajos no permitidos, en especial para los hombres, quienes desde muy temprana edad se dedican al campo, la construcción o se emplean como obreros. La mayoría de los jóvenes en actividades preponderantemente peligrosas.
Por otro lado, las niñas tienen mayor carga doméstica, con jornadas muy prolongadas, cuidado de otros miembros de la familia. En muchas ocasiones hacen todo eso y a su vez trabajan en lugares insalubres.
La UNICEF señala que más de 4 millones de niñas y niños no asisten a la escuela debido a la pobreza, pero también a la pertenencia indígena. En el caso de los adolescentes, 1 de cada 10 asiste a la escuela, en comparación con 7 de cada 10 en las zonas urbanas.
Cerca de 3.3 millones de infantes trabajan, de los cuales el 61.1 % son hombres y 3.9 % niñas y adolescentes. La mayoría de ellos se ocupa en las labores del campo o la construcción en zonas rurales de alta marginación. Más preocupante es que el 30% de éstos no reciben ningún ingreso por su labor y la mayoría tienen salarios precarios.
Estas cifras nos convierten en el segundo país en América Latina con más trabajo infantil.
¿Todos estos datos estarán relacionados con que el nivel promedio de estudios de las y los mexicanos es el segundo año de secundaria?
Países como Argentina o Cuba tienen un promedio de bachillerato, encontrándose entre los más altos.
¿Será que existe alguna correlación entre el trabajo infantil y los índices de interrupción escolar? o ¿entre el porcentaje mayormente masculino de trabajo infantil y la preponderancia de los niños en dejar la escuela?
Vale la pena preguntarse: ¿qué tanto los roles y atribuciones de género tienen que ver con que los menores decidan trabajar desde muy temprana edad? Es decir, no sólo la pobreza como un factor, sino también la obligación de ser el hombre proveedor o ser la mujer de la casa que tiene que “ayudar a cuidar y lavar”, como causas del trabajo infantil y la interrupción escolar.
Mucho se habló en sexenios pasados sobre el fenómeno de los mal llamados NINIS, es decir, jóvenes que ni estudiaban ni trabajaban. Desde el discurso oficial de los anteriores sexenios se estigmatizó a las infancias y juventudes, pero poco se habló del penoso panorama de aquella/os que trabajan y estudian y tienen que elegir una de las dos opciones para subsistir o encajar en el mundo de hoy.
Opinion para Interiores:
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Politólogo y abogado con estudios de Maestría en Políticas Públicas y Género (FLACSO). Fue Consejero Universitario en la BUAP. Activista por los derechos humanos. Se ha desempeñado como asesor en el INE y en la Cámara de Diputados. Desde el 2019 es titular del Programa Becas Benito Juárez en Puebla.