Servicio al cliente, diferenciador en las organizaciones

  • Rocío Barragán
La organización debe establecer relaciones de largo plazo con sus clientes

La mayoría de las empresas consideran que la finalidad principal de comercializar bienes y servicios es colocarlos en el mercado; se piensa que si se lograr la compra entonces se alcanza el objetivo principal: El retorno sobre la inversión garantizando así la permanencia en el mercado y, si bien esta premisa es cierta, la clave para trascender en el mercado y mantenerse sostenidamente a lo largo del tiempo en la preferencia del cliente, implica un activo más valioso: El servicio al cliente.

Escuchar al cliente es clave para que la organización pueda identificar oportunidades de mejora, no sólo en el desarrollo y funcionalidad de sus productos y servicios, sino en cada una de las acciones que forman parte de sus procesos logísticos de comercialización, comunicación, venta y posventa. Esta acción se fundamenta en un principio básico: El usuario.

El consumidor, llamado también cliente, prospecto o interesado es quien experimenta la relación con el producto y determina no sólo cómo lo compra, para qué y con qué frecuencia; sino también qué uso le da, valorando el grado de satisfacción que la experiencia le brinda para entonces determinar si recompra y/o recomienda.

Además del desempeño del producto o la eficiencia del servicio, el usuario también valora la atención recibida antes, durante y después de la solicitud de información y/o adquisición, este proceso es al que normalmente llamamos experiencia y al cual últimamente se le ha dado mayor énfasis en los procesos de compra y vinculación comercial, política, económica o social.

En estas decisiones se fundamenta la posibilidad de generar la relación a largo plazo y apuntalar la rentabilidad organizacional, es por ello que las empresas han adoptado el uso de programas que les permiten obtener información específica de los gustos e intereses de sus clientes, así como de su frecuencia de compra, su composición familiar, hábitos e intereses, administrar las relaciones e interacciones generadas y dar seguimiento puntual, asertivo y pertinente.

Pensar que los costos bajos, la mayor eficiencia productiva o el uso de mejor tecnología pueden apuntalar un diferenciador estratégico en el mercado es erróneo; estas acciones sólo serán ventajas transitorias si no van acompañadas de actividades específicas de escucha y atención al consumidor; éstas son las verdaderas fuentes de ventaja competitiva e innovación.

Se dice que la mitad de la venta se genera por las características, ventajas y beneficios del producto y la otra mitad es responsabilidad del vendedor; en la mayoría de los casos es así dado que el cliente no siempre tiene la pericia para valorar el rendimiento de lo que está adquiriendo y suele decidir su (re)compra a partir de las conclusiones –favorables o desfavorables – sobre la experiencia del servicio. De este modo la primera actividad que un buen vendedor debe realizar es ganarse la voluntad y confianza de su prospecto o posible consumidor.

Un vendedor debe conocer a fondo los atributos del bien o servicio que está ofertando, sin embargo, también es indispensable que se asuma como un asesor e influenciador que comprende las necesidades o deseos del cliente interesado en sus productos; todo ello acompañado de una actitud positiva y empática que facilite el manejo de objeciones y el cierre de la transacción. La actitud es una de las mejores técnicas para cerrar la venta.

Es mentira que el cliente siempre busca productos baratos, promociones, pilones, extras o regalos por su compra; si bien la fijación de precios bajos es una estrategia para colocar ciertos productos en el mercado, principalmente comodities o productos genéricos; las promociones de ventas son mecanismos impulsores de venta que permiten mover saldos e inventarios, dinamizar ventas tempranas y generar exposición e interés.

Los programas de lealtad o fidelización permiten mantener cautivos a los segmentos y generar la recompra o recomendación, ya sea en lanzamiento de nuevos productos, ventas especiales o actividades especializadas; nada es comparable con la satisfacción que el cliente recibe por el desempeño del producto o servicio adquirido, así como el valor de la atención otorgada y que generan la fidelización con el producto, la marca, la organización e incluso con los prestadores del servicio.

La lealtad al producto, marca u organización es generado verticalmente, lo que significa que es el usuario quien decide otorgarla o no, con base al nivel de confianza, intimidad y atención que recibe. En cambio, la fidelidad es un concepto horizontal pues supone el ofertor o vendedor, el cliente o usuario y la relación que entre ambo se genera y justo en esta construcción la manera en que se brinda la atención y el servicio es clave para que el comprador decida recomprar o recomendar y se establece el fundamento de las relaciones a largo plazo, claves para la rentabilidad y sustentabilidad de la organización.

La autora es académica de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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Rocío Barragán

Maestra en Mercadotecnia, Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Académica certificada por ANFECA. Diplomados en Innovación para el aprendizaje, Desarrollo integral. Coordina la Maestría en Mercadotecnia en la Ibero Puebla