Educación y Tics en tiempos de Covid 19
- Itzel López Nájera
Estamos viviendo tiempos inéditos en muchos sentidos, y el ámbito educativo no ha quedado exento de este impacto; por ejemplo, para continuar con nuestras labores docentes, hemos tenido que hacernos, de manera inmediata muchas de las veces, de las herramientas tecnológicas que nos permitan atender las demandas de los estudiantes y de nuestras instituciones, en aras de seguir adelante con el semestre y poder llevar a buen término las evaluaciones. Pero dentro de esta vorágine que pretende envolvernos en el inmediatismo de resolver “algo”, es necesario tomar pausas reflexivas que nos ayuden a aligerar el peso de la contingencia en nuestros quehaceres. En mi opinión, es necesario pensar que esta realidad nos disloca a todos en algún sentido. Aunque tengamos las mejores condiciones del mundo para desempeñarnos virtualmente con calidad y para mantener seguimiento con los estudiantes, aun así estamos capoteando una crisis al tener que enfrentarnos a las nuevas herramientas con las que no estábamos tan familiarizados y ese traslado mismo es ya problemático. Ahora bien, si teniendo todas las condiciones para desarrollar nuestras labores de manera virtual (un espacio sin ruido, un equipo de cómputo, una mesa donde colocar todos nuestros insumos, una habitación luminosa y ventilada, con conexión a internet), imaginemos cómo la está pasando la gente que además de estar dislocado por la contingencia sanitaria, el encierro, el peligro en que se encuentran sus familiares vulnerables y de ellos mismos, además carecen de estas condiciones para realizar su trabajo de manera virtual. En “La cruel pedagogía del virus”, Boaventura de Sousa Santos nos regala esta cita “En América Latina, alrededor del 50 % de los trabajadores están empleados en el sector informal y dependen de un salario diario. Incluso aquellos con empleo formal poseen pocos beneficios contractuales” y esto nos lleva a cuestionarnos ¿en qué condiciones de virtualidad educativa se encuentran los hijos e hijas de los sectores más precarizados? Si tomamos en cuenta que incluso quienes poseen todos los medios para continuar con sus labores y sus aprendizajes en línea están padeciendo el dolor propio que la contingencia sanitaria produce, imaginemos ahora en qué condiciones se hallan aquellos que no tienen esos insumos a su alcance y que, de igual manera, como todos en este momento de crisis global, están sufriendo por el peso de la pandemia en muchos otros sentidos. Es, sin duda, una doble condición crítica en la que se encuentra la población más vulnerable. Este escenario nos obliga a pensar cómo esa brecha de desigualdad y exclusión tecnológica afecta a un amplio sector poblacional, y qué le va a significar a corto, mediano y largo plazo esta carencia en sus aprendizajes.
Esta experiencia única, inédita, global, que afecta tanto al norte como al sur, a los diferentes continentes y a los distintos grupos poblacionales, dentro de este “afectarnos a todos” tiene repercusiones diferenciadas para cada quien. Por lo anterior las acciones que pretenden virtualizar la docencia como medida inmediata para paliar la crisis, son necesarias para llevar a buen término nuestra práctica y la conclusión de los semestres, pero no podemos asumirlas sin dejar de entender que es posible que nuestros estudiantes y muchos más allá afuera estén padeciendo con respecto a las carencias mencionadas.
¿Qué es pertinente enseñar en estos momentos? ¿Es posible continuar con la planificación de nuestros cursos cual, si nada ocurriera, en aras de asignar una calificación y desentendernos de otros procesos? Para mí, la respuesta está en introducir el mundo al aula virtual (cuando se goza de esa situación). Me parece mucho más pertinente averiguar ¿qué están aprendiendo los estudiantes sobre la pandemia? ¿qué estamos aprendiendo en confinamiento y sobre el confinamiento? Es importante que aprendamos a usar el teams, el zoom, más programas de office, porque son herramientas muy necesarias en esta coyuntura (además de que nos significan un cierto soporte en la continuidad de nuestra dislocada cotidianeidad); pero en términos de ser persona ¿cómo estoy subjetivando este contexto que me vulnera y que nos vulnera a todos? ¿cómo están enfrentando la contingencia los sujetos frente a una pantalla, pero también qué están aprendiendo fuera de esa pantalla? ¿qué aprendizajes ha dejado la pandemia? ¿cómo es que llegamos a esta situación, y cómo nos está formando la pandemia de manera escolar y extraescolar, frente al aparato y detrás del aparato? Ante a la apabullante bibliografía técnica sobre cómo ser mejores docentes/estudiantes empleando las TIC’s, integrar a la reflexión estos elementos aportaría sustantivamente al proceso educativo que se requiere en estos días. No se trata de trasladar la vida “normal” a lo virtual para que esta siga como si nada hubiese ocurrido, sino de repensar cómo es que llegamos a esa situación y que significa para los aprendizajes desde los diversos contextos.
¿Cómo me las arreglo para emplear las TIC’s? ¿qué nos están significando en este momento las tecnologías? ¿cómo nos están apoyando en muchas carencias y rezagos posibles, para salvar el año escolar, el semestre, el seminario? sin llegar a constituirse en la respuesta última, definitiva y más acabada que podamos tener, es pertinente reconocer que ayudan mucho, por supuesto, pero siempre debemos tener en mente las situaciones de exclusión en las que nos encontramos para relativizar el peso de su relevancia en un contexto inmediato.
Un asunto más que nos pone a pensar el peso de las tecnologías en la coyuntura es que nos ha permitido percatarnos de la necesidad del otro, del contacto, del afecto. Alfred Schütz ayuda en estos momentos a comprender esta importancia, al decirnos que los sujetos nos conformamos en intersubjetividad, siempre en relación con un “otro”, siempre en relación con la mirada que el otro me devuelve sobre mí mismo; con la mirada que me devuelven los estudiantes cuando los veo contentos trabajando en grupo; cuando asienten al comprender el enfoque teórico de un autor; cuando los veo entusiasmados inmersos en sus actividades; cuando me muestran cómo se están organizando en equipos para discutir un ejercicio; los afectos que se mueven en la comunidad; de igual manera cuando los observo dubitativos o más bien aburridos… toda esa expresión corporal que yo puedo leer en las relaciones cara a cara no son fácilmente reconocibles mediante una pantalla. En esta coyuntura ocurre que muchas veces tenemos que apagar nuestras cámaras porque al estar todos conectados el audio se interrumpe, y no podemos siquiera observar el rostro de nuestro interlocutor y sus reacciones que me van formando. El docente mide las reacciones, las respuestas, la comprensión o incomprensión en función de la postura y expresión del estudiante ¿cómo poder prescindir de esa dimensión corporal que tanto nos enseña a ser profesores? ¿cómo prescindir lo que nos forma cotidianamente en la interacción cara a cara?
La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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Opinion para Interiores:
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Profesora de la Ibero Puebla. Doctora en Ciencias en investigaciones educativas, y Maestra en Ciencias, ambos por el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN y licenciada en Sociología por la UNAM