Es sabido que las coyunturales son una de las mejores oportunidades para cambiar sustancialmente los resultados de la estadística electoral. Ciertamente, más allá de lo que puedan (o no) sugerir los manuales técnicos y especializados, el manejo socialmente indeseado puede hundir a un candidato o partido; por otro lado, uno socialmente aceptado puede disparar su credibilidad o preferencia en las urnas.  

Por otro lado, la oposición también se ve atravesada por las coyunturas; su comportamiento también será socialmente juzgado, según sea percibido. Algunos de los actos más recurrentes durante dichos periodos (y no exclusivamente en ellos) es la construcción de un conjunto de elementos discursivos para menospreciar las decisiones tomadas; otro de los más comunes, que va la mano con el primero,  es aprovechar la circunstancia para atacar, es decir, invertir tiempo, esfuerzo y dinero en denostar la toma de decisiones y la imagen misma de los políticos y el partido en el poder. Esta actitud clásica (y hasta predecible), se encuentra cobijada por dos premisas básicas: es más fácil criticar desde fuera y el hubiera no existe. En otras palabras, resulta sencillo señalar los defectos que creo que existen en la toma de decisión, cuando estoy consciente de que a mí no me corresponderá tomarlas ni enfrentar sus consecuencias; así como es más fácil plantear escenarios hipotéticos o imaginarios que, prácticamente, nunca se habrán llevado a cabo.

Existe otra postura pocas veces tomadas por los opositores, el apoyo o, al menos, una tregua temporal y circunstancial en la cual se pongan de lado los intereses y aspiraciones políticas para poner al centro el bienestar social. El veinte de abril del año en curso, el diario El País difundió una nota titulada La oposición de Portugal cree que atacar al Gobierno ahora “no es patriótico” a manos de Javier Martín del Barrio, quien dio a conocer que, en Portugal, Rui Rio (presidente del Partido Socialdemócrata, principal fuerza política opositora), emitió una carta a sus militantes argumentando que aprovechar la actual crisis sanitaria para atacar al gobierno encabezado por el primer ministro António Costa (miembro del Partido Socialista) no es patriótico, apelando a la ética y haciendo énfasis en la mala costumbre política de aprovechar momentos así y las fragilidades que destapan. 

La postura tomada en Portugal por el representante de la principal fuerza opositora nos hace ver que existen actitudes de respaldo, opuestas a lo que generalmente estamos acostumbrados a ver. Esto, aclaro, no significa que se deba compartir la misma opinión, se trata simple y sencillamente de dejar de lado el oportunismo clásico para combatir un enemigo común, que pone en riesgo a la población, independientemente de su clase social y afinidad política.

El mundo online hace que decisiones locales trasciendan a escenarios globales, ya sean a través de posturas clásicas, conservadoras, solidarias o disruptivas,  cada discurso emitido, casa postura tomada y señalamiento puede ser divulgado de forma acelerada gracias al internet, eventualmente, la población lo juzgará de forma individual y colectiva en un enmarañado de criterios y percepciones que terminarán sumando o restando en su intención de voto (al menos a corto plazo). No importa quién está en el poder u oposición, la política debe actualizarse y hasta reivindicarse, atreverse a salir de esquemas clásicos que son cada vez más obsoletos, en este sentido, hacerle ver a los ciudadanos que ellos están por encima de cualquier rivalidad partidista, lo cual incluso podría ser la salvación de más de un proyecto político; esto, reitero, no se trata de que todos pensemos igual, sería un planteamiento absurdo e imposible, se trata de ser un tanto más estratégico, mucho más cauteloso con el objetivo de nuestros mensajes y significativamente menos oportunistas.