El lenguaje: sus dimensiones emotiva y lógica
- Giovanni Sartori
La división primera y más elemental debe hacerse entre significado emotivo y significado lógico de las palabras. Vale decir, entre dimensión emotiva y dimensión lógica de un mismo lenguaje. recurramos a un ejemplo que busca presentar dos casos límite: la poesía y la filosofía. Casos límite, precisamente de un uso diferente por completo de las mismas palabras.
Nadie lee una poesía con los mismos criterios con que leería o juzgaría un texto filosófico. Y creo que todos están dispuestos a coincidir en que sería absurdo someter un texto poético a un análisis lógico. ¿Por qué? En general no nos planteamos esta cuestión de una manera explícita; medimos el lenguaje estético con sus patrones de medida particulares porque así debe hacerse. Pero la razón es muy simple: el lenguaje poético es típicamente un discurso que habla al corazón, a los sentimientos, lo que equivale a decir que es un lenguaje emotivo. La lógica de una poesía es, por decirlo así, una lógica estética, lírica, retórica, sustentada en inflexiones fonéticas: ritmo, aliteraciones, asonancias, metáforas, etc. En suma, la poesía es pathos, no logos. El lenguaje lógico se encuentra en el extremo contrario; buscamos un sujeto, un verbo, un predicado, exigimos que cada proposición sea inequívoca y que todas las proposiciones que constituyen una demostración sean lógicamente congruentes entre sí. Las palabras cuanto más asumen un significado lógico preciso, más se despojan de su impreciso contenido emocional. Para reconocer sin equivocarnos esta diferencia entre el significado emotivo y el significado lógico de las palabras, basta aplicar una pequeña regla elemental: cuando sentimos “calor”, cuando un discurso despierta en nosotros reflejos viscerales, cuando nos hace “sentir”, es que se está utilizando el lenguaje en sentido emotivo.
En este campo, la dimensión emotiva del lenguaje no nos interesa tanto en su variedad estética como en su conexión con la acción; y nos interesa especialmente en el lenguaje que puede designarse –en su precipitado político- como lenguaje ideológico-emotivo. El hombre actúa con calor cuando está “apasionado”, cuando se siente tocado en su fe, en sus sentimientos, en sus pasiones; por tanto, cuando está estimulado por el uso emocional del lenguaje. resulta claro, pues, que el lenguaje emotivo está mucho más cerca de nosotros que el frío y desapasionado lenguaje lógico. Se lo puede deplorar, pero lo mismo da; es un hecho.
También conviene advertir que la dimensión emotiva del lenguaje es su dimensión ancestral. El hombre prehistórico comenzó a hablar para transmitir “signos de emociones”, tanto de peligros como de efectos; y nuestro comunicar conserva todavía hoy, en gran parte, esta impronta originaria. Por lo tanto, la demarcación entre el uso emotivo y el uso lógico del lenguaje no es nunca clara y nítida. Siempre queda una sedimentación emocional, aunque se reprima. En cambio, el lenguaje lógico es para todos nosotros una conquista difícil, que cuesta un prolongado adiestramiento y mucha fatiga. En general, el uso lógico del lenguaje es una adquisición reciente, siempre precaria y parcial del homo sapiens.
[Fragmento de: Sartori, Giovanni (2002) La política. Lógica y método en las ciencias sociales, trad. Marcos Lara, Fondo de Cultura Económica (Política y derecho), México, 3ra. edición, pp.18-19].
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Giovanni Sartori nació en la ciudad de Florencia en 1924 y se dedicó al estudio de las ciencias sociales y políticas.
Es autor de los libros Homo Videns, La democracia después del comunismo y La democracia en 20 lecciones.
Fue profesor de las universidades de Florencia, Stanford y Columbia y fue columnista en el diario Corriere della Sera.
Giovanni Sartori obtuvo en 2005 el Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales.
Murió el 4 de abril de 2017 en su natal Florencia.