La educación nacional como tarea

  • Vitaliano Torrico
Vasconcelos y Torres Bodet, opaca su aportación a la educaciòn patria. Las insuficiencias.

¿Es la edad de oro? Pregunta Manuel Pérez Rocha a propósito del nuevo lenguaje con que se maneja el país. Y de “…la tarea que asume con entusiasmo esa élite autóctona es servir a la oligarquía organizada mexicana y al capital sin patria en su misión de salvar al sur-sureste del país con cuantiosas inversiones, para lograr el desarrollo, la modernidad… ¡Y (también) que nos divirtamos discutiendo su nuevo modelo educativo!” .”(La jornada 13-08-16)

¡Divertimento! De tal reputa su sorprendente “relato” de la educación nacional. Y es que en su “El nuevo modelo educativo y la antihistoria” (La jornada 28-07-16) emprende la defensa más decidida justamente de la educación que la Revolución nacional instituyó; y que el gobierno actual -¡oh sorpresa!- no sólo desconoce sino que lo tacha de “no útil”. Esta labor comienza después de postular su teoría de la historia, que para trazarla recurre, incluso, a Mafalda; esto es, a la afamada historieta del argentino Kino.

Se trata de una asombrosa pieza. Pues con trazos definitivos configura el momento que vive México. Y lo hace sólo para plantar en el mero rostro del México oficial que: “La historia de la educación mexicana, usada como preámbulo del llamado nuevo modelo educativo de la SEP, es una caricatura interesada; su interés es ataviar al secretario Nuño y al gobierno de Peña como los grandes reformadores, como educadores que vienen a enmendar la plana a los únicos otros dos educadores mexicanos que, para Nuño y colaboradores, merecen ser recordados: Vasconcelos y Torres Bodet.”(Idem) 

¡Truena ante tal pretensión! Y al recobrar a los que el nuevo modelo educativo simplemente ignora, les confiere calidad de no sólo “merecen ser recordados” sino ponerlos a la orden día; o sea, el movimiento actual del magisterio disidente constituye la continuidad(sic) histórica de la idea de educación que la revolución nacional instauró. De manera que a despecho de la consideración oficial, con el movimiento magisterial de hoy ha elaborado su teoría de la historia; y también su propósito. De ahí la sentencia: “Todo lo demás no existió, o su existencia fue irrelevante para el momento actual, porque el modelo educativo de Nuño, dicen, viene a superar un primer modelo diseñado hace un siglo por Vasconcelos y continuado después por Torres Bodet. Ese modelo, dictaminan, no es útil para el siglo XXI; sin embargo, ni ahora ni antes han presentado un análisis serio de ese supuesto modelo obsoleto, ni un diagnóstico que sustente su nuevo modelo.”(Idem.)

Visto así la pieza de Manuel Pérez R. es todo un sistema de análisis, de donde emerge su postulado educativo con aparente carácter científico.

A esta conclusión induce cuando inquiere por las faltas que el documento oficial ostenta: carece de un análisis serio de la educación instituida por la revolución nacional, y el nuevo modelo educativo no tiene un diagnostico que lo sustente. Cualquiera que se proponga verificar semejante afirmación no tiene más que recurrir a la prensa nacional para corroborar el aserto.

Pero el carácter de la educación nacional que la revolución estableció, de la que ostentosamente hace proceder el movimiento magisterial del presente, se pierde en lo que el mismo Pérez Rocha denomina “un asunto tan complejo como la evolución de la educación mexicana y su estado actual puede narrarse de muchas maneras, con diversos enfoques y escogiendo en cada caso los asuntos relevantes para el propósito del relato, porque todo relato tiene un propósito.”(Idem) De modo que en estos elementos, “el relato” con un “propósito”, hace consistir su teoría de la historia. De ahí que su tarea de relatar el pasado reciente de la educación nacional adquiere contornos de anti-historia; “el historiador” aparece, entonces, cometiendo la misma falta que condena en la versión oficial. Véase el botón de muestra: “Tampoco se entiende nuestra historia si se pretende ocultar el nefasto y corruptor efecto del priísmo y su ancestro a partir de 1940. Muy interesada es la referencia de Nuño al priísta Torres Bodet, quien, independientemente de sus aciertos y valores literarios, contribuyó de manera definitiva a la consolidación del corruptor y charrísimo SNTE, y al cruento exterminio de las organizaciones magisteriales autónomas, democráticas y progresistas que se venían construyendo en las décadas anteriores a 1940”(Idem)

Este acto señero que atraviesa el corazón de la educación nacional y en su desenvolvimiento histórico se torna en política pura, aparece estrangulándola; es decir, que aquella es –y ha sido- manejada por esta. Tal es la real y simple historia que ha llevado a la nación mexicana al estado actual en que se debate, a la miseria de sus instituciones educativas en la que se desenvuelve el hecho educativo que sólo cancela su futuro como nación.

Y siendo tal justamente el resultado de su historia educativa, no se ve en su horizonte la causa de tan lamentable estado de cosas, y menos al “valiente” levantando el dedo señalador que ayude a entender el suceso que agobia a la nación.

En todo caso, puesto que en la situación presente la educación nacional se halla sometida a examen y a su derrotero sin salida ni rumbo posible, siempre está el recurso de plantear de nuevo el problema. Volver a su origen para hallar la causa del hecho que viene a soliviantar los factores sociales en que se derivan. Y preguntar…

Se afirma que Vasconcelos, Torres Bodet fueron los grandes educadores. Pero no se dice por qué ni en qué consistió su obra educativa. Así de manera difusa se asocia el nombre de Vasconcelos al escudo que ostenta la Universidad Nacional Autónoma de México. Sea lo que fuere, el hecho es que en esta Institución la revolución depositó la tarea que mienta la sentencia que se halla inscrita en su escudo, anunciando que: “por mi raza hablará el espíritu”.

Hasta hoy esto ha pasado como un hecho intrascendente. Y que por tal no ha merecido más que el asociarlo como incidente anecdótico a su autor, esto es, a Vasconcelos. Y así, como todo lo que representa en la historia de México la obra de la Revolución, está el intento de disociar a ésta del presente y del porvenir de la nación. Y lo que es peor: endilgar los actos de poder que pervierten la nación cancelando su futuro. Véase lo que dice un opinante de lo que hoy le pasa a México: “Lo que Peña Nieto sustrajo al sistema político mexicano en ese par de horas (de Trump en Mexico) fatales fue acaso la esencia misma del principio que lo hizo perdurar durante tantas décadas: la identidad entre la soledad de la Presidencia y la perdurabilidad de la nación. El mínimo universal que sostiene a cualquier Estado moderno (incluso a su versión tecnocrática); el desplome de la ilusión del last man standing. Perdida esa ilusión por la vía más onerosa, una suerte de síndrome de Estocolmo de dimensión institucional, lo que queda es la desmetaforización del poder que representa (el rey va desnudo); un indecible y flotante sentimiento de caída. Un mal que, en política, no tiene cura, o al menos cura predecible.”(La jornada 8-10-16)

Al tal opinante, Ilam Semo, también le parece que la CENTE protagoniza una movilización social por la que se desliza México, y que no puede ser liderada por ninguno de los liderazgos que pretenden el poder político de la nación: esta suerte de enjundia con que se repudia su suerte sustenta su fin –del PRI-Peña- en algo que no sabe que lo sustituirá. De ahí que su irracional postura sea paradoja que deriva en pregunta: “¿qué habrá de sustituir a lo que está por terminar?”(Idem)

Así aparece la ignorancia de lo que la nación es. Y también el que ésta les resulta impermeable a lo que acontece ante su mirada. Y es que se vacunaron para no ver que la crisis que la aqueja deviene de la imposición de la versión tecnocrática para acabar con todo vestigio de revolución, cuando el remedio está en retomar su camino; por ejemplo, en el campo educativo el hacer que el espíritu hable por nuestra raza.

¿No es ésta la tarea que se impuso la revolución nacional?

Vtorricop@yahoo.com.mx

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