El Río Atoyac entre perversos, ingenuos y desinteresados

  • Juan Manuel Aguilar
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Aludir públicamente la contaminación del Río Atoyac respecto de la calidad ambiental de sus aguas, es un tema tan recurrente en la actualidad, que merece una breve reflexión.

Prácticamente no hay semana en que algún medio de difusión, local o regional, deje de conceder espacio para la propagación de declaraciones procedentes de personas con diferentes intereses involucrados en el tema de la contaminación del poblanísimo río.

Para no ir más atrás en el tiempo, apenas el día de ayer aquí en e-consulta se publicó una nota en la que el Ayuntamiento de Puebla da a conocer que contratará investigadores para analizar los niveles de contaminación del Atoyac, a iniciativa del presidente municipal de la capital poblana Luis Banck Serrato. La nota está complementada con la referencia a un monitoreo reciente realizado por la agrupación “Dale la Cara al Atoyac” en el que se detectó la presencia de sustancias amenazadoramente cancerígenas para los humanos.

Una vez más, alguien descubre hoy fehacientemente que las aguas del río Atoyac contienen contaminantes potencialmente nocivos (no se ha demostrado aún, el daño directo a la salud de los habitantes ribereños), mientras que la respuesta de política pública municipal pública es asignar gasto para confirmar que, efectivamente, las aguas conducidas por el cauce, están contaminadas.

En este contexto, tal parece que cada año en que se van incorporando nuevas generaciones de poblanos a la vida social y política, se vuelve a descubrir al río y su situación ambiental. A partir de este recurrente hallazgo, se desgranan las más agudas opiniones, declaraciones, exhortos, acusaciones, sentencias y propuestas de solución, abanderados por una interesante diversidad de personas con intereses que van desde oportunistas hasta desinteresados, pasando por los perversos y los ingenuos.

Ciertamente que la contaminación del río es evidente, pues de ello dan cuenta numerosos reportes documentados realizados desde hace varias décadas y otros muy recientes, por diferentes instituciones académicas y de gobierno. Creo que no hace falta que se siga gastando dinero en descubrir u observar lo indiscutible, a menos que se persigan fines apartados de los adecuados caminos para la solución de un problema realmente complejo.

Creo que por debajo de los niveles de concentración de contaminantes del río Atoyac, subyacen implicaciones sociales, políticas, económicas y ambientales en un territorio mayor a la superficie directa ocupada por el río y sus afluentes, pues la condición de sanidad del río puede determinar, y determina, la sustentabilidad del desarrollo para los habitantes de la cuenca que alimenta su cauce.

Ninguna autoridad de los tres niveles de gobierno ha dejado de reconocer el deterioro ambiental del cauce del rio. El gobierno del estado reconoce que se debe al crecimiento demográfico y al aumento de las necesidades de urbanización, industrialización y producción de alimentos.

La salud del río describe la salud de la cuenca, pues en su territorio se asienta y desenvuelve la dinámica del desarrollo de sus residentes. El río es un referente histórico de identidad regional, al tiempo que su cuenca es un espacio que tiene aporte en la regulación climática local, la conservación de los ciclos hidrológicos, el control de la erosión, los escurrimientos y las inundaciones, la recarga de acuíferos, la formación de suelo, la captura de carbono y la purificación de cuerpos de agua, además de la conservación y protección de la diversidad biológica.

Desde esta plataforma espacial de observación, en la que el río refleja la conducta social, puede deducirse que cualquier estrategia de abordaje sobre la contaminación del Atoyac, debe considerar necesariamente la incorporación de instrumentos de política ambiental, como son entre otros, el ordenamiento de los usos de suelo desde el enfoque ecológico en el territorio de la cuenca, así como la asignación de responsabilidades a las autoridades municipales tanto para respetar los usos de suelo determinados, como para vigilar las descargas a los afluentes de la cuenca, además de los programas municipales de desarrollo urbano y un plan hidrológico para la cuenca.

Una estrategia respetuosa que busque resolver el problema de la contaminación del río Atoyac, no puede estar sustentada en planteamientos lineales y/o provisionales de cualquier costo, pues no resultarán en logro de ninguna meta. El del Atoyac es un problema complejo ya de grandes dimensiones, que amerita una propuesta proporcional de abordaje, igualmente sistémica y compleja, que obligadamente demanda el concurso interactivo de autoridades, especialistas y grupos locales de la sociedad a lo largo y ancho de la cuenca.

Viendo así las cosas, ¿De qué puede servir el gasto del municipio de Puebla en observar la contaminación del río a su paso por el territorio de la capital?

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Juan Manuel Aguilar

Consultor independiente e Ingeniero en Ecología. Cuenta con una maestría en Estudios Regionales de Medio Ambiente y Desarrollo, y es Doctor en Medio Ambiente y Territorio. Ha sido Presidente del Colegio de Profesionales en Medio Ambiente y Desarrollo, A.C., Secretario Ejecutivo del Consejo Estatal de Ecología del Estado de Puebla e integrante del Consejo Ciudadano de Ecología del Municipio de Puebla.