Pluralismo y religiones

  • Jorge Luis Navarro
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Cada año, desde hace treinta y seis, a finales de agosto, en el recinto ferial de la zona veraniega de Rímini, Italia, se celebra el así llamado «Meeting para la paz y la amistad entre los pueblos», en el que se congregan, durante una semana más de medio millón de personas para escuchar, ver y compartir en la variedad de conferencias, paneles, exposiciones, obras teatrales, conciertos, las razones para construir la paz y la amistad, en medio de las circunstancias y coyunturas de cada momento.

Este evento surge de una experiencia cristiana, de laicos católicos que, con ánimo abierto, confían que el encuentro y el diálogo es posible, a pesar de todas las diferencias y extrañezas, porque el corazón humano es el mismo, y por ello, es posible encontrarse y dialogar con cualquier postura cultural, religiosa, política, económica que quiera ser constructiva y está dispuesta a compartir sus razones.

Este año, las actividades del Meeting se abrieron con una mesa de diálogo entre religiones: un imán, un rabino y un cardenal se pronuncian sobre un tema actual y controversial: ¿pueden las religiones ser constructoras de convivencia y paz en el mundo? Azzedine Gaci, rector de la Mezquita de Villeurbanne, en Lyon, Francia, el Gran Rabino di Francia, Korsia Haïm y el Cardenal Jean-Louis Tauran: los tres representantes religiosos se encuentran para ofrecer cada uno su perspectiva y posicionamiento en relación al tema siguiente: «Las religiones son parte de la solución y no el problema.».

El Imán Gaci. Fue presentado en mesa de diálogo con esta frase, expresada por él, en los días de los atentados terroristas de Paris y del ataque al supermercado kosher: «Aquel que ama a Dios no soportara más el odio, el resentimiento, la violencia contra los hombres». El rabino Haim, Gran Rabino de Francia, ante los atentados terroristas que cimbraron la opinión pública francesa a principios de 2015, tuvo esta reacción: «Dios renueva cada día la creación del mundo. Y, hoy, no es sólo la secuela del día de ayer. Esto es el perdón: no ser prisioneros de los errores del día anterior. Estar en condición de inventar un mundo nuevo, Reinventar nuestras relaciones humanas y sociales. De esto, hoy Francia tiene gran necesidad».

El Cardenal Tauran, Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, a él se debe en gran medida la iniciativa de este encuentro “entre religiones” y la frase que preside el diálogo entre islam, hebraísmo y cristianismo: “Las religiones son parte de la solución, no el problema”.

En este momento, el extremismo religioso es causa de enormes tensiones, asesinatos, acciones destructivas sobre comunidades enteras, sobre bienes culturales, motivo de guerra; ¿el origen potencial de una nueva conflagración mundial? El conflicto entre occidente y el Islam parece, justificar la profecía de Huntington, del “choque de civilizaciones”, tanto como una reacción no menos agresiva y violenta contra el “eje del mal”, en nombre del occidente cristiano (?). En nombre de las libertades modernas, se censuran y se excluyen las tradiciones religiosas del espacio público, precisamente porque se las considera fuente de conflictividad y no de aportación constructiva a la convivencia social.

Es fácil señalar que todas las religiones son propensas al fundamentalismo o, al menos, son sospechosas, especialmente en momentos de conflictividad. En cambio, se difunden poco, entre nosotros, las opiniones de quienes están convencidos que el Estado liberal democrático post ilustrado, debe aceptar la presencia de las comunidades religiosas en su seno, en razón del potencial constructivo y generador de convivencia que aportan. Opiniones, que no dejan de causar sorpresa, como ésta, del reconocido filósofo alemán Jurgen Habermas: «El Estado liberal tiene interés en que se permita el libre acceso de las voces religiosas tanto en la esfera público-política como en la participación política de las organizaciones religiosas.

El Estado no puede desalentar a los creyentes y a las comunidades religiosas para que se abstengan de manifestarse como tales también de una manera política, pues no pueden saber si, en caso contrario, la sociedad secular no se estaría desconectando y privando de importantes reservas para la creación de sentido.» [Habermas, J. (2006) Entre naturalismo y religión. Barcelona Paidós]. Es un gran logro descubrir y señalar que el Estado no es, ni debe ser, la instancia dotadora de sentido a la existencia de las personas, ni de la sociedad.

El Estado no es demiurgo de la sociedad, sino instrumento de ella. El sentido de la vida y las motivaciones éticas y religiosas que aseguran la convivencia, son condiciones pre-políticas, de las cuales el Estado se beneficia, si las respeta y las estimula, sin privilegiar ninguna en especial. No se trata de generar gobiernos o estados confesionales, sino de una propuesta mucho más compleja y articulada de diálogo entre fe y razón, entre un ethos civil y el ethos religioso; de formación de una nueva racionalidad dialógica, que no convierte la identidad nacional, racial, cultural o política en criterio de discriminación o de exclusión.

Esta disposición al diálogo también se pide a las religiones. Quizá sobre todo a ellas y entre ellas. Un diálogo que es más que tolerancia. Y la tolerancia reciproca no significa “relativismo”, ni des-potenciar la propia convicción en la “verdad” de lo que se profesa, sino en mostrar la voluntad de convivencia, en las posibilidades de acogida y de reconocimiento de “los otros”, latentes o patentes en cada religión. Este ejercicio hermenéutico, de discernimiento, le compete a cada tradición religiosa. Al interior de una sociedad plural, no es deseable silenciar la diversidad de creencias, sino dejarlas hablar, aún con su lenguaje y sus argumentos, instarlas a que muestren sus razones para convivir, para compartir en el espacio público la vida con los demás.

Opinion para Interiores: