Déjalo ser (Let it be)

  • Jorge Luis Navarro
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La expresión inglesa “let it be” se volvió universal por aquella conocidísima canción del cuarteto de Liverpool, lanzada en 1970. Y marcó a mi generación. Y a varias más. La fuerza del piano al inicio y la voz varonil y clara de Paul McCartney se apoderaron de la expresión hasta volverla casi de su propiedad.

Era aquella una época marcada por la guerra fría, una guerra a la vez ideológica y tecnológica. Se esperaba de todos el compromiso militante, era necesario que se le diera forma y figura a los “enemigos” y luchar contra ellos; capitalistas contra comunistas, izquierda contra derecha, el primer mundo vs el segundo mundo… y apareció por ahí un “tercero”; burgueses contra proletarios. Todo lo cual no hacía sino ahondar la división y la falta de concordia entre los hombres.

Alguien, no lo recuerdo con nitidez, decía que la canción y la expresión reiterativa “déjalo ser” (let it be) era algo así como “dejar hacer, dejar pasar”, una suerte de neutralismo que resultaría cómplice, “a los tibios los vomitaré”. En España se denostaba el “pasotismo”.  

La conquista del espacio estaba en marcha y la carrera tecnológica hacía parte de aquella confrontación entre las potencias que se disputaban, en todos los niveles posibles, la hegemonía sobre la vida de los hombres. Digamos que bajo la coloración de la ideología, la realidad no es buena, siempre hay que transformarla, apoderarse de ella, dominarla, conquistarla y hacerla como “debe de ser”. A la pretensión de hegemonía ideológica se agregaba el imperialismo tecnológico, que a la postre resultaría más eficaz para determinar el mundo de vida en el mundo globalizado, que es el nuestro.

Y por eso “Let it be” sonaba casi a abdicación. Precisamente en esa época en la que los movimientos juveniles, incluido el hippie, se deslindaban de la “guerra” de Vietnam y “practicaban” el “amor y paz”, desafiando los valores convencionales o del “stablishment”.  

A pesar de todo, aquella canción nos conquistó. No entendimos bien su mensaje (en la secundaria el inglés nunca pasó de la conjugación del “to be”, y si lo hizo no nos dimos por enterados). Pero el estribillo “let it be”, sonaba muy bien. “Let it be, let it be… whisper words of wisdom, let it be.” (Déjalo ser, déjalo ser… susurrando palabras de sabiduría, déjalo ser).

Eran también los años en que el existencialismo se convirtió en moda y en pose intelectual, es decir en vulgarización de una retórico “existencial” o parloteo, para usar el calificativo de Mounier: “una moda que hacía de la nada el tejido de la existencia”. (Introducción a los existencialismos. p. 9). Sartre era la gran figura y a ello abonaba mucho su ateísmo.  Con Sartre alcanzó apogeo cierta retórica del “sin sentido”, del ser para la nada, de la náusea como condición de la existencia. La faceta más atrayente de su pensamiento era la libertad. El hombre está “condenado a la libertad”, decir esto tenía resonancias voluntaristas, unilaterales, la otra cara de la moneda es la del absurdo y de la nada como destino.

La filosofía de la existencia significaba la reacción del hombre a ser reducido a idea abstracta o a objeto de manipulación técnica. El existencialismo, no el parloteo existencial, podía significar la expresión más legitima de la búsqueda filosófica, al convertir las preguntas perennes del hombre en la preocupación primera del saber filosófico: por ello daba voz al más inmediato de esos problemas, el de la existencia misma y la libertad, a la inquietud que inexorablemente acompaña la existencia. Y también daba voz a esas preguntas, que inquietan la comodidad de la vida burguesa, demasiado satisfecha de su poder y sus “luces”, pero demasiado distraída de sus límites y sus zonas oscuras. El existencialismo puede hacerse cargo de la soledad, la angustia y la desesperación del hombre, pero no puede ser identificada con un mensaje de desesperación. Mounier dixit.

Unamuno -a quien no estaría nada mal considerar uno de los primeros existencialistas, surgido en la estela del gran precursor: Kierkegaard- describió al hombre real con trazos precisos e inequívocos: “Soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño… El hombre concreto, el que nace, sufre y muere –sobre todo muere-, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano”. (El sentimiento trágico de la vida, p. 7).

Si seguimos “Let it be” en su contenido, lo que aparece en primera instancia es el hombre, no en general, no la especie, sino el hombre concreto. Aparece el yo, con sus preguntas y en su condición problemática, en sus días de oscuridad. Y, ante él, aquel estribillo “déjalo ser”, una sabiduría susurrante, puesta en la figura de una mujer (mother Mary): “déjalo ser”.  Y luego aparecen “ellos”,  los desconsolados, en los que el canto proyecta no sólo un dolor, sino su aspiración a vivir en unidad; para su desunión también habrá una respuesta, aún queda una posibilidad, - se repite aquel- “Déjalo ser”. La canción, en una tercera ronda, regresa al yo, que experimenta la noche oscura, y para quién la luz brillará mañana.  Ese mismo a quién el sonido de la música levanta cada mañana, la misma divisa: “déjalo ser”.

Hacia el final de la canción, la otra frase tan repetida,” there will be an answer”,  se revela como una suerte de promesa, es decir, una esperanza:  el “habrá una respuesta” se transforma en “no habrá más desconsuelo”. “Déjalo ser” más que una indiferencia o neutralidad, es una aceptación confiada. Puedes confiar, la realidad es buena, aún si el presente no se parece muy venturoso, “habrá una respuesta”.

A la distancia “Déjalo ser” parece la oración de “otra voz”, un corazón (mother Mary) para quien la realidad es buena,  misteriosa (no lo vemos ahora, habrá una respuesta), pero buena (déjalo ser).

“Let it be”, suena a “amen”, “así sea”. No es pura ocurrencia la comparación. Para Ratzinger -el teólogo de “Introducción al cristianismo”-  la palabra hebrea, cuya raíz –mn puede llegar a adoptar diversidad de significados, que se entrecruzan, “expresa la idea de verdad, solidez, firmeza, fundamento, y también la de confiar, fiarse, abandonarse a algo, creer.” El “let it be”, en la secuencia de la canción suena a “confía, la realidad es buena”, “puedes estar seguro de que habrá una respuesta, y el dolor y la muerte no triunfarán”.

Puede ser que “Let it be” la canción llegará a hacer parte de aquel parloteo existencial de su momento y del cual no era fácil percatarse. Lo que ahora podemos ver mejor es que introducía una perspectiva diferente a la del poder de la ideología o del dominio tecnológico, con una figura religiosa (mother Mary) que propone mirar los propios límites, la angustia y la falta de unidad entre los hombre,  con esperanza.

“Déjalo ser” ¿es un llamado al quietismo? No lo creo. La esperanza alienta más en quien desea la meta y está comprometido, que en el que ya ha decidido retirarse de la vida.

Opinion para Interiores: