Krauze: liberalismo ¿sin sociedad civil?

  • Joel Paredes Olguín
.

Recientemente, la editorial Debate publicó el primer libro de la colección “Ensayista Liberal”, llamado Personas e Ideas. Conversaciones sobre Historia y Literatura, de Enrique Krauze; el notable ensayista e historiador mexicano, discípulo y colaborador cercano de personajes de la talla de Daniel Cosío Villegas y Octavio Paz además de exitoso promotor cultural, director de la revista Letras Libres y, en su momento, subdirector de Vuelta. Este es el primero de una serie de siete libros que compilarán ensayos elaborados a lo largo de más de cuarenta años, la mayoría publicados tanto en Plural como en Vuelta y Letras Libres. En sus propias palabras, se trata de una colección que recoge su obra reunida “pero incompleta”.

Tal como su título indica, el libro recopila interesantes conversaciones entre Krauze y personajes de la talla de Berlin, Borges, León Portilla, Vargas Llosa, Paz, y Daniel Bell. Se trata de un texto en el que la pluralidad de ideas se complementa con la profundidad con que se tratan los respectivos enfoques de estos autores, lo que la hace una obra indispensable para la comprensión del enfoque liberal en su versión histórica y contemporánea, lo mismo en México como en otras latitudes geográficas y disciplinarias.

Krauze –quien se asume a sí mismo como un “liberal”-- ha protagonizado intensos e interesantes debates acerca de la realidad política e intelectual en México y Latinoamérica, ya sea desde una perspectiva histórica o atendiendo a cuestiones de coyuntura. Desde la perspectiva de la democracia (“sin adjetivos”), la libertad y la justicia, ha enderezado una crítica inteligente y amena contra dogmas y personajes tanto de la ortodoxia marxista como del nacionalismo, el populismo, el presidencialismo “imperial” y el “mesianismo revolucionario”. Vale recordar que publicó su primer artículo en Siempre!, en 1971 sobre la represión a los estudiantes aquel 10 de junio que se recuerda como “El Halconazo”. Desde entonces, su talante polemista y provocador, han llevado a Krauze a la desacralización biográfica de personajes como Zapata, Juárez y Villa, lo mismo que a la desatanización de Porfirio Díaz y a la comparación de éste con Carlos Salinas de Gortari como políticos modernizadores y coherentes aunque igualmente autoritarios, despóticos y caprichosos.

 A reserva de delimitar más precisamente la discusión al respecto, cabe mencionar que quizá el liberalismo que Krauze suscribe y al que se refiere en sus ensayos, no sea el mismo que orbita en la obra de Reyes Heroles (la Revolución de 1910 es la continuidad del liberalismo decimonónico), por ejemplo; o el de Cosío Villegas (limitar el ejercicio del poder y legalizar los actos de autoridad para que el régimen revolucionario no se equipare al porfirismo), o el que Monsiváis ensalza en su obra acerca de la herencia cultural oculta (laicismo, tolerancia y separación Estado-Iglesia). Sin embargo, cuando se trata de analizar ya sea el mapa de los conflictos más importantes del mundo en el siglo XX, o los casos de corrupción, violencia y autoritarismo en que cotidianamente se enmarca la vida política y social de México, conviene tener en cuenta la culta y perspicaz mirada de un estudioso cuyo enfoque aporta valiosos elementos de comprensión, sobre todo histórica.

En efecto, entre las múltiples y esclarecedoras conclusiones que aporta Krauze en su libro destaca una que, si bien se ha mantenido como un elemento constante en su obra, se expresa aquí de forma explícita y contundente: padecemos en México de una debilidad de la sociedad civil derivada de siglos de autoritarismo y estatismo que se prolonga hasta nuestros días y que mantienen a la sociedad mexicana en condiciones de pasividad e indiferencia, si bien ya no necesariamente corporativista; sí atomizada y dispersa, apta solamente para protestas reactivas y meramente testimoniales, pero incapaz de articularse en torno a proyectos y programas viables y de largo aliento. Históricamente, tal condición ha colocado a la sociedad mexicana a merced de caudillos, redentores y líderes emanados de una cultura política providencialista.

En ese sentido, la pregunta es obvia y también perturbadora: si la democracia requiere de ciudadanos liberales de vocación crítica y participativa, ¿qué tan viable es la construcción de una sociedad democrática cuando esa sociedad acusa un notable déficit de ciudadanía? He ahí uno de los varios dilemas y retos a los que se enfrenta la nobel democracia mexicana: la construcción de ciudadanos capaces de asumir el compromiso histórico de vivir, ampliar y radicalizar esa propia democracia. Suena como un juego de palabras o una verdad de Perogrullo, pero desatender esta tarea implica estar a expensas de personajes necesariamente despóticos, autoritarios y caprichosos, tales como aquellos de los que Krauze se ha ocupado en sus Biografías del Poder. Creo que estaremos de acuerdo en que, de esos, ya hemos tenido bastantes.

*/Atenderé sus amables comentarios (sólo los amables) en la siguiente dirección electrónica: j.paredes.ceeop@gmail.com

Fungió como Ombudsman de los Derechos del Lector de Puebla y Tlaxcala.

Hasta 2012 se desempeñó como Consejero Electoral del Consejo General del Instituto Electoral del Estado.

Es director de Política, Sociedad y Análisis A.C, institución que opera la sede académica de Grupo de Enfoque Político.  Fundó con otros especialistas en la materia, el Centro de Estudios Electorales y Opinión Pública (CEEOP), el cual desarrolla diferentes proyectos y actividades en materia demoscópica y de asesoría electoral.

Opinion para Interiores: