Por un México sin trabajo infantil
- Javier García Ángeles
Una de las problemática sociales de mayor incidencia en el México actual la representa un fenómeno que muchos de nosotros lo palpamos en el día a día. La mayor parte de la población en alguna circunstancia de la vida cotidiana ha presenciado una escena que de tan común se ha vuelto el reflejo de una realidad que lacera los derechos de quienes la padecen.
La contratación de mano de obra infantil es tan común como preocupante por el compromiso que debería generar en la sociedad. Preocupante porque al ser tan cotidiana corre el riesgo de perderse en la omisión y el poco impacto generado en aquellos que se percatan de ese ejercicio –que insisto vulnera el desarrollo de pequeños que deberían estar dedicados a estudiar y a vivir sin presiones de jornadas inapropiadas para su edad-.
Cerca de 30 millones de niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años en el país, se reportan involucrados en una actividad económica de acuerdo al último reporte del Módulo de Trabajo Infantil del INEGI. De esa estadística, 20.1 millones de niñas, niñas y adolescentes realizan actividades domésticas siendo más alta la participación de las niñas (73.6%) que de los niños (63.5%).
No exagero cuando menciono que este fenómeno social es preocupante ya que existen focos rojos que exigen a gritos soluciones de fondo sustentadas en el compromiso social conjunto de autoridades, empleadores, iniciativa privada y sociedad civil para abatir la tasa de ocupación infantil que se sitúa en el 8.6 % a nivel nacional.
En ese sentido, Puebla es uno de los estados –cuyo semáforo rojo- que mayor atención y acción necesita para prevenir y erradicar el trabajo infantil pues con el 13.6 % -por encima de la media nacional- tiene pulsaciones que agravan el respeto a los derechos de las niñas y los niños.
Puebla –ubicado a nivel nacional en el tercer lugar- “ha ganado” posiciones que lo sitúan por debajo de Colima (14.3%) y de Guerrero (13.9 %) y por encima de Guanajuato (13.2 %) y de Nayarit (12.7%); circunstancia que nos obliga a reflexionar sobre las medidas a adoptar y el compromiso permanente por lograr una niñez sana y con derechos a la educación y a la formación de valores propicios para su desarrollo integral.
Retomemos al escenario del compromiso: Qué están haciendo los empresarios para contrarrestar la problemática de contratación de la mano de obra infantil?, la respuesta aunque pareciera sencilla, involucra decisiones y factores que tienen su raíz en la concientización de generar oportunidades acordes a la edad de las niñas y niños.
Tres son los sectores en los cuales, esa concientización debería fortalecerse. Y es que el sector agropecuario, el de comercio y el de servicios abarca el 93 % de contratación de mano de obra infantil con el 34, 30 y 29 por ciento respectivamente; en tanto un 2 por ciento no especifica el sector en que se desenvuelve.
Mientras que el restante 5 % de ocupación infantil se concentra en el área de la construcción, donde sin duda el compromiso de los empresarios de esa rama económica se focaliza a la erradicación de esa contratación de “manos chiquitas”.
Es ahí donde el llamado de atención, de reflexión pero sobre todo de compromiso real toma fuerza no sólo pensando en la penalización que conlleva contratar mano de obra infantil sino en un asunto de calidad humana y moral por ofrecer a los pequeños oportunidades educativas y de esparcimiento –muy propias de su edad- que les permitan crecer en un entorno propicio para su formación.
Pensemos que en ese universo de niñas y niños contratados, una cuarta parte trabaja no menos de 15 horas y que una tercera parte tiene jornadas inhumanas de 35 horas y más según la actividad que realizan de acuerdo al Módulo de Trabajo Infantil del INEGI.
Luego de pensar, actuemos y unamos esfuerzos contribuyendo en la construcción de políticas públicas que incidan en la prevención y exterminio de ese tipo de conductas laborales que no tienen cabida en una México que pretende ser próspero y justo.
La tarea es de todos.