Valor humano

  • Lilia Vásquez Calderón

El mundo

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia,

pudo subir al alto del cielo. A la vuelta conto.

Dijo que había contemplado desde arriba,  la vida humana.

Y dijo que somos un mar de fueguitos.

El mundo es eso –revelo- un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

Eduardo Galeano, el libro de los abrazos.  

El valor de la persona es algo inherente a la existencia humana, es una capacidad amorosa de reconocimiento, un acto de coraje para superar la adversidad, un sentimiento de humildad para no caer en la frivolidad, una toma de conciencia para aceptar nuestra fragilidad, una búsqueda permanente de trascendencia, un fueguito con luz propia todo el tiempo.

En este siglo XXI es necesario retomar el concepto de valor, el neoliberalismo nos ha convencido que todo lo que vale es importante, mientras más caro mejor, ello da prestigio, reconocimiento, aceptación, nos vuelve importantes y logra que los otros nos acepten. Bajo esta premisa se mueven las relaciones humanas, empezamos a vivir y competir, en muchas ocasiones negando nuestro valor humano.

Valemos o nos vale, en esta lógica como personas, somos fueguitos ardientes, con sentimientos, deseos, ilusiones, temores, proyectos que dan sentido a nuestra existencia, ello permite construir nuestro valor propio, valemos por el solo hecho de ser personas, crecer en toda nuestra dimensión es la responsabilidad más importante en la vida. En psicología se habla de autoestima, como l marco de referencia que tiene cada persona de sí misma, valgo por lo que soy, pienso, hago y siento.

Crecer en esta dimensión es complejo, requiere de una tarea diaria para aceptar nuestros errores, reconocerlos y enmendarlos, la vida se vive con suficiente coraje, para reconocer las miserias humanas y no permitir que nos quiten el coraje para tratar de crecer y buscar aquello que nos da felicidad y nos hacer sentir bien. Por ello la vida hay que vivirla bien, agregar una pizca de coraje, para lo que se pueda necesitar.

En un mundo de mercado, la frivolidad es inmediata, la preocupación por  la imagen, el ingreso económico, los títulos y grados, el carro y la casa, se convierten en una prioridad. Se abandona la familia, la tranquilidad, el gusto por lo cotidiano, el descanso, cobrando fuerza una enfermedad difícil de definir, pero que se etiqueta para todo y para todos el estrés, el cual llega sin darnos cuenta, se instala en nuestra vida, invade nuestro cuerpo y no le interesa abandonarnos. El estrés es la enfermedad de la mente, el cuerpo y el corazón.

Por ello cada día que se vive es una posibilidad para construir experiencias, relaciones, vivencias   que nos nutran, que nos ayuden a crecer en el ámbito personal, familiar y laboral. Es necesario crear una toma de conciencia, como seres humanos somos frágiles y vulnerables. No esperemos a perder la salud, la tranquilidad,  un ser querido, el sueño, el gusto por reír, por sentir, por amar y hasta por morir. Todos merecemos vivir, estar y morir dignamente.

Finalmente la búsqueda de trascendencia es nuestra brújula para hacernos entender que la vida solo se vive una vez, es una responsabilidad individual, una gran oportunidad por ello se tiene que vivir con humildad, gusto, sabiduría y perseverancia. La vida no hay que complicárnosla, no se preocupen muchas personas se encargaran de ello. Seamos fueguitos ardientes, serenos, de chispas o truenos, seamos fueguitos eternos con luz, vida propia y valor humano. 

facebook: Lilia Silvia Vásquez

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Lilia Vásquez Calderón

Lilia Silvia Vásquez Calderón, Licenciada en psicología, maestra en derecho.

Coordinadora Académica del posgrado del  Centro de Ciencias Jurídicas de Puebla (CCJP)

Docente jubilada de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, BUAP.