Minería y extracción; Crónica mexicana de ofuscación

  • Pablo Necoechea Porras
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La conservación de los ecosistemas; es el camino para la estabilidad ambiental y la preservación de la vida.

La búsqueda mundana del ser humano sobre la tierra, a primera instancia, es la de satisfacer sus necesidades básicas tales como casa, vestido y sustento; de ahí le sigue el asegurar; la salud, educación, cultura, empleo. En último plano se derivan infinidad de menesteres propios al estilo de vida, desde muy básicos hasta suntuosos.

Una dimensión económica, en la perspectiva de la calidad de vida, se centra en maximizar el desarrollo económico hacia la maximización del bienestar humano, en base a los limitantes de recursos naturales.

El crecimiento económico en países de menor desarrollo, se ha basado en la sobre explotación de sus recursos naturales, con consecuencias ambientales negativas, limitando la mejora de sus habitantes. Un desarrollo que no promueve ni fortalece confianzas, reconocimientos y sentidos colectivos; carecerá de un pueblo que lo sustente.

Para que se pueda llegar a un crecimiento sano, se deben de tomar medidas económicas, normativas e institucionales de prevención. El reto de estos tiempos modernos es vivir de forma sustentable y adecuada dentro de los límites naturales de nuestro mundo finito.

Un acontecimiento que llama de sobremanera la atención dentro de éste contexto, es lo sucedido en diversas comunidades en la Sierra Norte de Puebla, donde existen cuantiosos municipios que cuentan con grandes riquezas minerales en sus grandes montañas, las cuales constituyen el extremo sur de la Sierra Madre Oriental.

Este acontecimiento se trata de la historia de la resistencia del pueblo contra la imposición. El pueblo serrano de Zautla se empoderó, y tras protestas en las que participaron comunidades de la demarcación, lograron la expulsión de la empresa minera de origen chino JDC Minerales. Los pobladores confrontaron a los ejecutivos chinos para manifestarles su rechazo a la reapertura de la mina, de la que proyectaban extraer oro, plata, cobre y níquel.

Los pobladores cuestionaban los efectos que causan las minas en la entidad, que, aunque generan empleos, también destruyen los ecosistemas, así como las formas, usos y costumbres de vida de los habitantes de las regiones donde se instalan.

Las comunidades campesinas no se dejaron seducir por la inversión de la minera China, ni por el dinero que a decir de los mineros dejaría en la población. Los pobladores le pusieron un valor económico más alto a la naturaleza, lo que representa un avance social, que opta por la vida ante la amenaza de destrucción su ecosistema, lo que representa la industria extractiva y su baraja de contaminación.

Unas semanas antes de las protestas, los pobladores de Zautla, preocupados por las intenciones de la minera, se reunieron con académicos y representantes de asociaciones civiles para asesorarse y formar un frente de resistencia contra el proyecto minero, considerando que la mina afecta la flora y fauna del lugar, la calidad del aire y del agua, y provoca cambios en forma de vida de la comunidad. La vida humana es inviolable, al atentar contra sus vidas, necesariamente, se atenta contra su supervivencia.

Lo sucedió en Zutla no es un caso aislado, en el Municipio de Tetela de Ocampo, los pobladores formaron un frente para evitar que Frisco, empresa propiedad de nuestro hegemónico magnate mexicano, opere en esa región una mina de oro a cielo abierto.

Estas acciones nos llevan a pensar que podemos estar en el umbral de una corriente de mexicanos pensantes, en busca de que todos los mexicanos por igual podamos acceder a las mismas oportunidades. Quizá así nuestra voz sea escuchada sin la necesidad de estar atados a líneas partidistas o económicas, solo estaremos atados a principios de solidaridad, subsidiaridad, asegurando el bien común.

Partimos de la premisa de que “es posible mejorar el bienestar de las generaciones del presente sin comprometer el de las generaciones futuras”, debemos ser consientes de que no se debe de sacrificar a la población local para beneficiar a otros, es decir, en bienestar social; el fin no justifica los medios.

No se trata de oponerse al progreso por obstinación. Un mal diagnóstico de la aplicación de proyecto provoca costos sociales y costos ambientales, que generan grandes pérdidas irreparables., es decir; un mal diagnóstico conlleva a un exterminio del medio ambiente y desaparición de cultura, sociedad y gran parte de historia ancestral.

Exhortemos pues a los ejecutores de proyectos de gran impacto a que salvaguarden siempre la integridad de sus habitantes, a ceñirse a los más altos estándares de derechos humanos, respetando el derecho a la consulta previa, libre e informada, así como a la autodeterminación sobre su propio desarrollo.

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