La reforma político-electoral y el lobbying

  • Mario Ricciardi

La reforma política está en vísperas de ser aprobada por el Congreso de la Unión. Mucho se ha dicho en pro y en contra de la misma; muchos aspectos son susceptibles de análisis y opinión, derivado de los temas que componen a esta reforma o conjuntos de reformas. Uno de estos es el impacto de la llamada reforma política con respecto al lobbying o el cabildeo.

Si bien lo que se terminará aprobando en estos días, como muchos columnistas y analistas vaticinan, es más una reforma electoral que una política –o bien, puede ser denominada reforma político-electoral–, los cambios propuestos son, sin duda, relevantes para el sistema político democrático en sí. Cabe aclarar que las reformas están más ligadas a la democracia minimalista que a la maximalista, por eso se discuten asuntos relacionados a mecanismos indirectos de participación y no a directos. Es decir, aunque al ser una reforma fundamentalmente electoral quedan afuera cambios al sistema político que, en principio, también estaban en la mesa –como por ejemplo, el referéndum, la segunda vuelta electoral o ballotage y la consulta ciudadana–, las reformas propuestas son importantes, como es el caso de la reelección de diputados federales y locales, senadores y alcaldes.

Así, los puntos fuertes de la reforma política son la reelección de legisladores federales y locales, así como de alcaldes, y el cambio de las instituciones que lleva a cabo las elecciones. Entre otras cosas, estos son elementos esenciales para el desarrollo del cabildeo. Dado que muchas de las estrategias y prácticas del cabildeo se basan en la intervención de los diversos grupos de interés en procesos electorales, la aprobación de la reelección para legisladores –y alcaldes–, significa un incentivo para que las prácticas del cabildeo mexicano estén más apegadas a las que se llevan a cabo en el arquetipo estadounidense. Asimismo, hace que la relación de los cabilderos se profundice con los políticos que son legisladores y candidatos, lo cual quita peso a los partidos en cuanto a la selección y apoyo de candidaturas.

Si bien el cabildeo tiene aspectos negativos como ser un medio para la corrupción, el tráfico de influencias y la inequidad entre los diversos grupos de interés e intereses, también tiene impactos positivos para la democracia. Entre otros, amplía la especialización técnica de las demandas de los distintos sectores que hacen cabildeo, lo cual mejora la calidad en las propuestas de leyes, reglamentos y reformas que genera el Poder Legislativo. Asimismo, es un medio para gestionar más asertivamente los intereses de los distintos ciudadanos y grupos, lo cual es una manera de potencializar la eficiencia y eficacia de la democracia, así como su pluralidad. 

Por otro lado, y regresando a la reelección legislativa que está por ser aprobada en México, los legisladores al poder ser reelectos no sólo tienen más incentivos para rendir cuentas en sus distritos electorales y ser más transparentes, sino que  alcanzan especialización legislativa y técnica en determinados temas. También, los legisladores pueden adquirir cierto grado de independencia de su partido político, siempre y cuando tengan la simpatía del electorado.

Así, con todo y las fallas o faltantes, la reforma político-electoral que trae la reelección de legisladores y alcaldes es un paso adelante para el sistema político y la democracia en México. Como se mencionó, la especialización de los legisladores en determinados temas relacionados a algún sector económico y de la sociedad, es positivo para la calidad de la democracia. Asimismo, es un estímulo para la profundización de la relación especializada entre los legisladores y cabilderos de los distintos sectores, grupos y firmas. Esto sumado a la perdurabilidad y calidad de las relaciones entre unos y otros, puede potencializar el cabildeo, lo cual es un insumo importante para la consolidación de la transición hacia la democracia.

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