Violencias cotidianas, violencias de género

  • Lilia Vásquez Calderón

Toda política es una lucha por el poder,

el último género del poder es la violencia.

Hannah Arendt

El concepto de violencia aparece en el siglo XIII, deriva del latín vis que significa fuerza, vigor y  caracteriza a un ser humano de carácter iracundo y brutal. Define una relación de fuerza destinada a someter o a  obligar  a otro. Es innegable que Europa fue la cuna de otras violencias, pues se baso en una ética viril, que erige la fuerza brutal en modelo  de comportamiento en la Edad Media.

Por ello al segundo género,  tan solo le cabe el papel de la mujer débil y desarmada, dependiente, protegida por un macho que obtiene de ella el placer y quiere que le dé hijos para continuar con su linaje. Nobles, plebeyos, poderosos, débiles, todos los hombres son educados en el marco de una “cultura de la violencia”. Basada en defender la honra masculina. La brutalidad de las relaciones humanas compone un lenguaje social universal considerado como normal o necesario en Occidente hasta el siglo XVII. Antes de ser monopolizado por el Estado y la nación, la violencia conforma la personalidad masculina según el modelo noble de la virilidad y el virtuosismo en el uso de las armas que se les exige a los hombres y por oposición al modelo de la mujer débil.

En el siglo XVIII, los individuos descubren individual y colectivamente que la desigualdad no es un hecho natural, sino histórico. El Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad entre hombres de Jean Jacques Rousseau constituye una impugnación radical de la desigualdad social, política y económica. Pero esta impugnación no es asumida solamente por los varones; también las mujeres toman conciencia de su propia situación de opresión.

Rousseau quien, al tiempo que se erige en el defensor más radical de la igualdad política y económica, también se convierte en el teórico de la feminidad en la construcción de lo “femenino”, al asignar a las mujeres una tarea “natural”, la de esposa y madre, y un espacio “natural” adecuado, el doméstico. Así  Rousseau cree firmemente que la especie humana está dividida en dos sexos, por tal razón la sociedad debe estar dividida en dos espacios. Por ello asigna el espacio público a los varones y el privado y doméstico a las mujeres.

Por ello las violencias cotidianas, se traducen en realidades comunes para las mujeres por el solo hecho de serlo,   sabemos que la palabra género es una traducción del vocablo inglés gender. Este término, difundido a partir de los años 70´s y 80´s, pretende evidenciar el hecho de que los roles masculinos y femeninos no están determinados por el sexo (es decir, por las características biológicas), sino que van evolucionando en función de las diferentes situaciones culturales, sociales y económicas.Las relaciones de género, por lo tanto, tienen una base cultural; es la sociedad quien define las actividades, el estatus, las características psicológicas, etc., de cada uno de los géneros.

El concepto de género es un concepto social. Parte de las supuestas diferencias biológicas entre los sexos y define más particularmente tales diferencias, así como las desigualdades entre los roles que se asignan a hombres y mujeres en función del contexto socioeconómico, histórico, político, cultural y religioso de las diferentes sociedades en las que viven esos hombres y mujeres.

Las diferencias sexuales en sí mismas no son la causa de las desigualdades entre las personas, ni las justifican. Es la cultura quien interviene, creando identidades diferentes para cada uno de los sexos o lo que es lo mismo, elaborando los sistemas de género. Es entonces cuando las diferencias se transforman en desigualdades y violencias cotidianas, como las siguientes

  • se piensa que las mujeres son menos capaces de producir; se les limita la oportunidad de estudiar;
  • se le paga menos a una mujer que a un hombre aunque hayan hecho el mismo trabajo;
  • las mujeres trabajan todo el día y todos los días en las labores de la casa pero eso no se llama “trabajo”, no se reconoce como una actividad productiva, no se paga;
  • además “ayudan” al esposo en el trabajo de campo pero no son reconocidas como “productoras” por el gobierno o por la comunidad;
  • muy rara vez ocupan un cargo de representación en su comunidad porque se piensa que no saben dirigir;
  • muchas veces son tratadas con violencia por sus padres, hermanos, tíos, maridos e hijos y esto se ve como natural, hasta se llega a decir: “si no te pega, no te quiere.

Por ello en el siglo XXI se vuelve prioritario construir formas de existencia y convivencia más equitativas,  relaciones humanas alejadas de  violencia, sustentadas en la tolerancia y la sana convivencia, de no ser así las violencias cotidianas y de género se verán incrementadas  y los costos serán enormes.

liliasilvia@yahoo.com

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Lilia Vásquez Calderón

Lilia Silvia Vásquez Calderón, Licenciada en psicología, maestra en derecho.

Coordinadora Académica del posgrado del  Centro de Ciencias Jurídicas de Puebla (CCJP)

Docente jubilada de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, BUAP.