Candidato Fallido
- Raymundo Alfaro Pérez
El ex rector de la BUAP, y ex candidato de la coalición 5 de mayo, Enrique Agüera Ibáñez, nunca imagino el desenlace que tendría, el proyecto personal más importante de su vida, verse convertido en presidente municipal de la ciudad de Puebla y con ello la acumulación de más poder para soñar en llegar más adelante a gobernar el Estado que no lo vio nacer. Pero ¡oh! Sorpresa, todo se derrumbó en unas pocas horas y el que fuera el candidato ciudadano que emergía de una de las Universidades públicas mejor evaluadas por las calificadoras standard and poors y Moody's, y que una de sus fortalezas eran sus buenos resultados al frente de la BUAP, fracasaba en este experimento electoral, arrastrando en la derrota a otros y otras que incrédulos veían como se desmoronaba el sueño anhelado. Pareciera que el PRI le aposto a perder, ya que, desde el descalabro de julio del 2010, cuando el candidato a la gubernatura fue Javier López Zavala, el Partido Revolucionario Institucional, no solo perdió la gubernatura ante otro priista, sino que se inició una descomposición en su estructura como organización política, los grupos y organizaciones que venían trabajando de manera muy adversa al interior del partidazo para lograr conservar su identidad y orgullo de ser priista se diluía por la ambición de los grupos y familias que históricamente han sido hegemónicos y que de ninguna manera permitirían que se les desplazara de las mieles del poder y el confort de vivir como los principios de la clase política priista manda.
Y aunque en el 2012 el PRI regresa a los Pinos con Enrique Peña Nieto, lo cierto es que lo cuestionado del resultado de esa elección y todas las evidencias que demostraban que se había comprado prácticamente la presidencia de la república, genera un descontento en la población, que si bien es cierto, no se ha mostrado con la indignación que debiera, refleja un sentir y pensar diferente de los ciudadanos que han perdido confianza en las instituciones encargadas de organizar e impartir justicia en materia electoral. Muestra de esto es la baja participación ciudadana en el pasado proceso electoral del domingo siete de julio. Incluso cuesta trabajo explicar de manera racional que cohabiten democracia y violencia en México y que bajo la constante amenaza de la inseguridad vayamos sin mucha esperanza a las urnas para intentar pensar que se pueden cambiar las cosas que tanto lesionan a los mexicanos.
Hay quienes justifican las coaliciones y alianzas de partidos para la participación electoral, con el argumento de que son las formas modernas de los consensos para transitar hacia la alternancia política. Pero lo cierto es que lo que los ciudadanos vemos es que son acuerdos entre grupos reducidos que controlan lo que se denominan partidos políticos, los cuales desde hace algunos años, se ha dicho que entraron en una etapa de crisis. Y una forma de sortear sus dificultades es la de juntarse y velar por sus interés muy particulares. Po ello, y para el caso de nuestro Estado de Puebla, una vez pasada la jornada electoral, no sería nada sano aplicar el viejo refrán de que; “después de la tormenta viene la calma” y aquí no pasó nada. Hay que reflexionar que la guerra sucia fue un método que opaco las campañas con propuestas, que se asesinó al ex rector de la BUAP Samuel Malpica, crimen cometido en la víspera de llevarse a cabo las elecciones y que obviamente deja muchas interrogantes que seguro nunca serán esclarecidas. Sin embargo no debe quedar impune este hecho lamentable. Y como una tarea por venir, es la de del balance, que los universitarios habremos de hacer, de la participación del candidato fallido, y que utilizo como trampolín a la máxima casa de estudios para su frustrado proyecto, sobre todo, partiendo de que la Universidad es un espacio donde la principal tarea es la de la recreación del conocimiento y la difusión de la cultura, como medios para generar la emancipación del ser humano, y no, como una agencia proveedora de aspirantes a cargos públicos. Tal vez, el momento es propicio para recuperar el sentido crítico y propositivo de una Universidad que de acuerdo a los nuevos tiempos fortalezca sus vínculos con la sociedad y no con los partidos que solo les interesan sus feudos y que en los últimos años vieron a la Universidad pública como uno más de estos señoríos.