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Ya no tengo qué perder: madres buscan a desaparecidas en Puebla
A Mayela Vargas, Victoria Rosales y Blanca Gallardo les arrebataron a sus hijas y desde entonces una parte de ellas murió; la incertidumbre, tristeza, dolor y enojo se apoderó de sus pensamientos, pero la esperanza de volver a verlas, vivas o muertas, las orilló a realizar lo que jamás imaginaron.
“¿Qué puede ser peor que perder a una hija?”, se preguntan, mientras arriesgan su propia vida buscándolas en bares, casas de citas y hasta fosas clandestinas.
A Blanca Gallardo el mundo se le vino abajo el 13 de enero de 2021, cuando su hija Betzabé Alvarado Gallardo, de 22 años de edad, desapareció junto a una amiga en la Unidad Habitacional Villa Frontera, al norte de la capital poblana.
Diez días después la pareja sentimental de Betza, como la llaman de cariño, le quitó a su nieta y le prohibió verla. Meses atrás, su esposo se contagió de covid-19 y murió, así que solo quedaban ella y su hijo Enrique, de 12 años. Dispuesta a dedicarse solo a la búsqueda de su hija, envió al menor con familiares fuera del estado, pero él no quiso dejarla sola y se convirtió en su motor para salir adelante.
Betzabé fue vista por última vez en una motocicleta que era de su propiedad. Junto a su vecina y amiga, Fabiola Narváez Rojas, salió rumbo a la Central de Abasto y desaparecieron junto con la motocicleta en que viajaban.
El hombre que, al parecer, se llevó a su hija y a Fabiola, fue asesinado en los límites de Puebla y San Pablo del Monte. La pareja sentimental de este sujeto fue baleada a la puerta de su casa, ubicada también en Villa Frontera, y al salir del hospital la detuvieron por la desaparición de ambas jóvenes, pero no quiso hablar.
Blanca cree que su hija podría ser víctima de trata de personas y en su desesperación ingresó a Tenancingo, Tlaxcala, tierra de nadie y paraíso de la explotación sexual. Ahí, un hombre le apuntó con una pistola en la cabeza; tiró a la basura la ficha de desaparición de Betza y le pidió que se retirara de inmediato. Aunque llegó una patrulla, los oficiales solo la encaminaron para asegurarse que saliera del municipio.
Ella no toma, pero ha asistido a bares localizados en zonas con alto índice delictivo, como el mercado de la Unión, o donde escucha que hay “muchachas nuevas”. A Enrique le plantea los posibles escenarios que se pueden presentar para asegurarse que él no corra peligro, aunque a ella le estén apuntando con un arma: “así veas a tu hermana, no puedes correr hacía ella, porque seguro la están vigilando”, le explica.
Hace unos meses Blanca empezó a ver periódicamente a su nieta de tres años que le recuerda a Betza. Ella no piensa pelear la custodia, porque todas sus fuerzas están enfocadas en la búsqueda de su hija y, le guste o no, la niña está con su papá.
Lo que sí le preocupa es que la menor piense que su mamá la abandonó cuando no fue así: “nos la robaron”, dice entre lágrimas.
―Si pudiera enviarle un mensaje a Betza, ¿qué le diría?
―”Que la amo con toda mi alma y sigo buscándola”, contesta Blanca mientras su nieta le pide que la cargue y abrace.
“Viva o muerta, pero que Dios me la regrese”
Mayela Vargas busca a su hija Claudia Morales Vargas desde hace casi seis años. En solo unos meses se acabó todos sus ahorros; se deprimió y ha pensado en tirar la toalla, pero cuando observa las fotografías de su “Negra” siente que ella le pide que siga buscándola.
Claudia desapareció a los 39 años de edad el 13 de agosto de 2016, en la calle 14 Poniente, en el Centro Histórico de Puebla.
Se dedicaba a la venta de cuadros y ese día llegaría a la casa de su mamá porque ya era tarde para trasladarse a su domicilio, localizado en el municipio de Amozoc. “Mami, ¿me puedo quedar en tu casa?”, fueron las últimas palabras que Mayela escuchó.
A Claudia la levantaron y se la llevaron en una camioneta, pero los locatarios de esa zona nunca quisieron hablar, según ellos, para no meterse en problemas.
Mayela trabajó en corporaciones de seguridad pública y reprocha el poco interés que mostró el personal de la Fiscalía General del Estado (FGE) cuando denunció la desaparición de su hija, pero agradece a sus amigos ministeriales, judiciales en ese tiempo, que la ayudaron y acompañaron en la búsqueda independiente.
Al igual que Blanca, Mayela piensa que a su hija la prostituyen. Ya fue a buscarla a centros nocturnos de Tlaxcala, Izúcar de Matamoros y Atlixco, entre otros, pero ahora cree que está en Tijuana. Dice que no ha viajado allá por falta de dinero y porque seguro va a encontrar su muerte.
Mayela tuvo 10 hijos, le viven siete, pero sufre la ausencia de Claudia porque siempre estaba al pendiente de ella. El padre de sus hijos murió, ella se volvió a casar y, aunque vive con su esposo, dice que se siente muy sola. Sus nietos, los hijos de Claudia, no la visitan y tampoco se interesaron en la búsqueda de su madre.
Cuando Claudia desapareció, gracias a sus contactos obtuvo la ubicación de diversas casas en las que tenían a mujeres en contra de su voluntad. Siempre supo el riesgo que corría, pero ingresaba a ellas brincándose las bardas, buscando algún indicio que le ayudara a saber algo de su “Negra”, porque ya no conoce la palabra miedo.
No sabe si llamarlo fortuna o desgracia, pero durante todos estos años nunca encontró nada. Con el paso de los años perdió fuerzas y ahora solo pide a Dios que le regrese a su hija, viva o muerta.
“A nadie le deseo esto porque es una cosa muy dura. Día tras día estar viviendo esta angustia, de tener a mi hija…como yo lo he dicho, Dios regresamela, muerta, si quieres, pero regresamela, yo la recibo. Ya no puedo más, a veces quisiera morirme”:
Victoria buscó a su hija en fosas
Como de costumbre, la mañana del 27 de octubre de 2017 Victoria Rosales salió a dejar a su hija, Nadia Guadalupe Morales Rosales, a la parada de la ruta 5, en calles de la colonia Lomas de San Miguel, para dirigirse al bachillerato “Gabino Barreda”, sin imaginar que esa sería la última vez que la vería.
La adolescente que en ese entonces tenía 17 años nunca llegó a la escuela, tampoco regresó a casa y el Agente del Ministerio Público de la FGE no activó la Alerta Amber porque, según, Nadia no corría peligro.
Una semana después el celular de la estudiante que soñaba con ingresar al Ejército Mexicano envió señal desde Tenancingo, Tlaxcala, y esto abrió la posibilidad de que sea víctima de trata de personas con fines de explotación sexual.
Desde ese momento, Victoria se dedicó por completo a la búsqueda de su hija. Al igual que Mayela y Blanca, por su propia cuenta acudió a bares y centros nocturnos, no solo de Puebla, sino de la Ciudad de México, Veracruz y hasta Oaxaca.
El apoyo que no recibió de las autoridades lo encontró en el colectivo Voz de los Desaparecidos y ahí se preparó para encontrar a su hija no solo viva, también muerta.
La señora Vicky, como la llaman de cariño, ya buscó a Nadia hasta en fosas clandestinas, pero no hay rastro alguno de ella. Dice que su hija tenía muchos sueños y metas por cumplir, y ahora el suyo es no parar hasta encontrarla.
Victoria siente impotencia al escuchar las declaraciones del gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta, que en más de una ocasión ha minimizado las desapariciones: “para ellos son solo números, pero Nadia es parte de mi corazón”.