Para enfrentar las emergencias y retos futuros

  • Lorenzo Diaz Cruz
La respuesta está en el viento… digo, en la ciencia a favor de la mitigación de daños en la sociedad

En los últimos años hemos visto cómo diversas regiones del mundo sufren los embates de fenómenos meteorológicos cada vez más violentos. En nuestro país esto ocurre alrededor de octubre. A esta cadena de emergencias se suman también otros fenómenos naturales, como los terremotos, mismos que están presentes todo el año, aunque nos queda la impresión de que septiembre es el mes de los sustos.

En particular, al estado de Guerrero le ha tocado vivir los efectos de dos huracanes devastadores (Otis en 2023 y John en este año 2024). Los datos indican que el huracán John provocó una cantidad de lluvias equivalente a la de todo un año, situación que provocó inundaciones en casi toda la entidad. La formación de estos huracanes ocurre con una velocidad inesperada, tal que un fenómeno que parecía ser de una categoría mínima, evoluciona en unas horas hasta alcanzar la máxima categoría medida en años recientes.

Los efectos que estos fenómenos provocan sobre la infraestructura del país ha sido fatal, lo que está causando muchas penurias entre la población, sobre todo en las regiones más marginadas. Con estos antecedentes lo más razonable sería estar preparados para reaccionar de manera óptima y oportuna, con un sistema de alertas basado en datos precisos, para así mitigar los daños y minimizar las pérdidas humanas.

Por el lado de la salud también fuimos testigos en años recientes del COVID-19, la crisis epidémica más grave de nuestra generación que, para nuestra fortuna, podemos contarnos como sobrevivientes de la misma. Este virus provocó millones de muertos en todo el mundo, con una cantidad aún mayor de enfermos, quienes todavía sufren las secuelas del COVID. Todo eso trajo retos formidables para el sistema de salud de los países, que sumado a la afectación de la economía, nos dejó casi noqueados.

La capacidad de respuesta para enfrentar estos retos ha dependido de las fortalezas de cada país, y en especial de su aparato científico. La humanidad podría agradecer a toda la investigación en genética y biotecnología que permitió desarrollar vacunas contra el COVID-19 en un tiempo récord. Lo mismo puede decirse de los estudios de la atmósfera y del clima, que nos permite saber cuántos huracanes habrá en cada temporada, así como su probable intensidad.

Así pues, contar con un aparato científico sólido, que trabaje en conjunto con las instituciones del país, es ya una cuestión de sobrevivencia. Podríamos preguntarnos qué sería de México sin los satélites de Estados Unidos que pueden seguir la evolución de la atmósfera y la formación de huracanes; si esos datos se vendieran, muchos países los pagarían a precio de oro.

Pero, cabe preguntarse si es sano y estratégico que un país dependa tanto de los recursos científicos de otro país. ¿Qué pasaría si en esos países poderosos llegara al poder un demente que quisieran chantajearnos con esos datos, alegando los problemas de drogas o la inmigración?

Ojalá no suceda eso, pero por cuestión de seguridad nacional deberíamos buscar alternativas para depender más de nuestras propias fortalezas. Es una cuestión vital que se inviertan más recursos en ciencia y tecnología, para estar en mejores condiciones para enfrentar esos retos que todo indica serán más frecuentes.

Un aparato científico robusto puede servir también para atacar problemas locales. Por ejemplo, me ha tocado ser testigo de algunas situaciones en el estado de Guerrero asociadas con la temporada de incendios.  Hubo días en que se presentó un exceso de humo, lo que motivó que las autoridades de Protección Civil suspendieran las clases un día y el siguiente. Sin embargo, al día siguiente se presentó un día soleado, con mejor calidad del aire y un cielo más limpio. Cabe preguntarse, ¿cómo fue que las autoridades tomaron esa decisión?, ¿qué datos y variables usaron?

Sería de esperarse que con datos de satélite y un modelo de disipación de gases, fuera posible hacer un buen diagnóstico. Es probable también que haya otros riesgos que motivaron a las autoridades a tomar tales decisiones y sea un tanto ingenuo mi cuestionamiento, pero ese es el rol de un científico: preguntar y buscar explicaciones para los fenómenos de la naturaleza.

Ahora bien, aún dentro de nuestro propio país hay estados con un mayor nivel de desarrollo, que cuentan con una comunidad científica que podría ser convocada para realizar estudios sobre cambio climático y problemática de salud local. Lamentablemente hay estados con un menor nivel de desarrollo, que necesitan de un apoyo decidido de la Federación para alcanzar un desarrollo mínimo que les permita estudiar esos fenómenos que están afectando ya la viabilidad de poblaciones enteras. Urge conocer, por ejemplo, cuáles son los mecanismos que hacen que un huracán se desarrolle con tal rapidez enfrente de las costas de Guerrero, por mencionar uno de tantos temas de vital importancia.

Así pues, en esa situación de emergencia global, se necesita de la acción conjunta de muchas disciplinas científicas, mismas que hacen posible encontrar soluciones a los problemas, con lo cual esperaríamos sobrevivir y salir adelante.

Es deseable que el nuevo gobierno que iniciara funciones en este 2024, optara por poner un mayor énfasis en el aprovechamiento de la actividad científica, pero de una manera equilibrada entre ciencia básica y aplicada, con objetivos más claros, para incidir de manera rotunda en la solución de los diversos problemas del país. Armonizar las aportaciones y necesidades en salud, educación y ciencia, nos permitiría crear un círculo virtuoso, entre la academia, el gobierno y el sector privado, algo que permitiría lograr un mayor bienestar para la población de nuestro México.

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Lorenzo Diaz Cruz

Doctor en Física (Universidad de Michigan). Premio Estatal Puebla de Ciencia y Tecnología (2009); ganador de la Medalla de la DPyC-SMF en 2023 por su trayectoria en Física de Altas Energías. Miembro del SNI, Nivel lll. Estudios en temas de educación en el Seminario CIDE-Yale de Alto Nivel (2016).