Ansiedad: el verdadero precio de la conectividad

  • Cintia Fernández Vázquez
Reflexiones sobre el equilibrio entre a vida digital y el bienestar emocional

En la actualidad es difícil imaginar la vida sin dispositivos móviles. Sumado al rápido avance tecnológico y su prevalencia avasalladora, existe la percepción de que es necesario mantenerse actualizado en las “tendencias” cueste lo que cueste.

De esta manera, también ha surgido un fenómeno preocupante: el impacto negativo en nuestra salud mental. En México, al igual que en muchas otras partes del mundo, el uso excesivo de pantallas se ha convertido en una fuente creciente de ansiedad, especialmente entre los adultos.

El acceso constante a la información y la posibilidad de estar siempre conectados han dado lugar a lo que Marian Rojas Estapé, psiquiatra y experta en bienestar emocional, denomina "sobreestimulación digital". En sus conferencias y libros, Rojas Estapé explica cómo el cerebro humano, diseñado para períodos de concentración y descanso, se ve ahora forzado a responder constantemente a un flujo interminable de notificaciones, correos electrónicos y mensajes. Este estado de alerta permanente provoca una activación continua del sistema nervioso.

La cultura de la hiperconectividad está afectando por igual a niños, jóvenes y adultos de casi todos los sectores sociales, pues el celular se está convirtiendo en una extensión de la mano humana. Sin embargo, el precio de esta "conexión perpetua" no se limita a las facturas del proveedor de servicios, sino que también afecta la salud emocional de manera alarmante.

Este deterioro del equilibrio socioemocional, se asocia a la falsa creencia de que la mente humana tiene la capacidad de gestionar múltiples tareas simultáneamente y esta “habilidad” a menudo se asocia con la eficiencia y el éxito. Sin embargo, diversos estudios han demostrado que la multitarea, en lugar de aumentar la productividad, puede reducirla hasta en un 40 por cierto.

Esto ocurre porque el cerebro humano no está diseñado para concentrarse en varias tareas a la vez, sino para alternar entre ellas. Cada vez que cambiamos de una tarea a otra (por ejemplo, de responder un mensaje a leer un correo o verificar una notificación), se requiere tiempo y esfuerzo mental para reajustarse.

Esta fragmentación de la atención genera una sensación de agobio que se traduce en ansiedad. No es raro que, tras un día lleno de distracciones digitales, un adulto termine el día con la sensación de no haber logrado nada, a pesar de haber estado "ocupado" durante horas. La frustración por la falta de productividad se suma al estrés ya existente, creando un círculo vicioso difícil de romper.

Por otra parte, la calidad de las interacciones humanas, indispensables para la regulación emocional, se ha visto afectada por la dependencia de los dispositivos electrónicos. En lugar de fortalecer las relaciones, la tecnología a menudo las debilita, sustituyendo las conversaciones profundas y significativas por interacciones superficiales.

La convivencia, uno de los pilares de la cultura mexicana, ha sido sustituida en muchos casos por el contacto digital. Y aunque la tecnología facilita la comunicación a distancia, no puede reemplazar la riqueza emocional de una conversación cara a cara. Como resultado, muchas personas se sienten cada vez más solas y desconectadas, a pesar de estar con otros "en línea" durante horas.

En México, donde la salud mental ha comenzado a recibir más atención en los últimos años, es fundamental que tanto las instituciones como la sociedad en general tomen conciencia del impacto en el bienestar emocional del uso excesivo de dispositivos electrónicos.

La tecnología ha transformado nuestras vidas de maneras inimaginables, y no se puede negar su importancia en el mundo moderno. Sin embargo, es fundamental encontrar un equilibrio entre el uso de dispositivos y nuestra salud mental. Establecer límites, desconectar de las pantallas y priorizar las interacciones humanas auténticas son acciones esenciales para reducir la ansiedad en esta era digital.

En México, donde la cultura del trabajo y la vida social cada vez están más entrelazadas con el uso de la tecnología, es más importante que nunca ser conscientes de cómo esta afecta nuestro bienestar emocional. Como señala Marian Rojas Estapé, la clave no está en eliminar la tecnología de nuestras vidas, sino en aprender a utilizarla de manera consciente y saludable.

Te recomendamos el contenido de esta autora ya sea en video, libros o redes sociales; pues seguramente puede contribuir a que comprendas mejor el fenómeno y diseñes estrategias de equilibro digital adecuadas a tus circunstancias.

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Cintia Fernández Vázquez

Maestra en Calidad de la Educación por la UDLAP, ingeniera industrial y coach humanista y organizacional por la Ibero Puebla. Actualmente es académica de tiempo en la Coordinación de Educación Virtual de la Dirección de Innovación e Internacionalización Educativa. Ha impartido materias como Innovación Tecnológica