El género como fantasma de la interrupción escolar
- Joshue Uriel Figueroa
Mirar la interrupción escolar desde el género es repensar las creencias, valores y actitudes que se le han asignado a las personas entorno a su sexo, lo cual crea desigualdades profundas en el ejercicio de sus derechos, entre ellos el de la educación.
En primera instancia hay que distinguir el sexo del género. El concepto de género se refiere a todas las atribuciones, símbolos, creencias, costumbres, comportamientos y relaciones culturales que se han construido entorno al determinismo sexual mujer-hombre de acuerdo con el órgano reproductor masculino o femenino, donde a partir de esta dicotomía se establecen valores sobre las personas, como ser hombre es ser fuerte, proveedor, racional y activo; mientras que la mujer es delicada, deseada, emocional y pasiva de acuerdo con los estereotipos.
De esta manera se impone un orden social jerárquico y desigual que afecta principalmente a las mujeres, ya que esta división repercute en su forma de vivir en diferentes ámbitos: el trabajo, la sexualidad, la escolaridad, la propiedad, la política, la crianza y la organización de la intimidad, entre otras tantas.
Entonces entender el género está más allá del órgano sexual o el determinismo genético XX o XY de los cromosomas. Ya que el género este arraigado a la identidad, es decir a la “conciencia a de una persona de ser ella misma o distinta a las demás”, por lo que podría no asumirse en la dicotomía hombre o mujer; sino fuera de los cuerpos sexuados, como lo es la población Lésbico, Gay, Bisexual, Transgénero, Transexual, Travesti e Intersexual (LGBTTTI).
Ser hombre o ser mujer no es un asunto de naturaleza sino de identidad de género. De ahí que las prácticas, estereotipos y roles de género siempre estén moldeadas por el momento histórico y en torno a eso agrupa el actuar de los individuos.
Estas formas de dominación a través del género se expresan de acuerdo con la interseccionalidad de la persona, es decir a sus condiciones de existencia: raza, clase social, origen étnico, pobreza, edad, etc.
Para comprender mejor la construcción del género en la persona, es necesario profundizar en el término de performatividad de Judith Butler; que son actos que se expresan en el discurso de forma autoritaria y ejercen un poder en la acción, en otras palabras: llamarle a un recién nacido niño o niña, obsequiar ropa azul o rosa de acuerdo con el cuerpo no es más que la performatividad discursiva sobre la persona.
En ese sentido la escuela es el reflejo de un contexto social donde persisten escenarios de desigualdad y violencia simbólica de género. Y en consecuencia es importante preguntarnos cuáles son las prácticas y valores de género que se desarrollan en el ámbito escolar.
Los estudios que analizan Itzel Pasalagua y Elena Durán arrojan que, en el espacio escolar se reproducen violencias de género basadas en estereotipos, donde predomina la fuerza de los hombres y, mantienen en un rol de subordinación a las mujeres, por lo que es común encontrar prácticas de exclusión, sobrenombres y actitudes machistas entre las y los estudiantes.
Así mismo existen prácticas pedagógicas que reproducen la violencia simbólica de género. Siendo las mujeres las que sufren mayor discriminación por comentarios misóginos de los docentes.
De igual forma prevalece en el discurso docente la carga de estereotipos como el hecho de creer que las niñas aprenden más que los niños, asignándole un prejuicio al desarrollo escolar de los hombres.
Además, se identifica que el dominio del espacio público es preponderantemente masculino, ya que son las actividades a las que se les presta atención. En cambio, se desestima la danza como actividad, pues se le ubica como parte de los roles femeninos e incluso se le brinda menos tiempo en el lenguaje y la educación.
También se ha identificado que los hombres adolescentes son más violentos, y la forma de tratar el problema, por parte de los docentes; pueden derivar también en prácticas violentas y patriarcales, por lo que es indispensable trabajar en una nueva idea de la masculinidad.
Lo cierto es que la violencia crónica y el paisaje de muerte son fenómenos sociales que se han naturalizado en la sociedad produciendo aún más violencia intergeneracional.
Las mujeres son más propensas a la violencia sexual y psicológica, la cual incrementa mientras más crecen. Por el contrario, los hombres presentan mayor violencia física, pero esta disminuye a mayor edad. También se evidencia que las y los adolescentes sufren más violencia física en alto grado.
Destaca que en México cuatro de cada diez madres han ejercido violencia física contra sus niñas y niños, mientras que dos de cada diez padres reconocieron haber tenido estas actitudes. Sin embargo, los adolescentes han reconocido que el 50% han sufrido violencia psicológica.
Cabe destacar que, de acuerdo con datos de la Red por los Derechos de la Infancia en México, en el mes de junio de 2023, se alcanzó una cifra récord en violencia física contra niñas, niños y adolescentes con más de 10 mil lesiones, seguido de extorsiones y secuestro, siendo estos los delitos a los que más se enfrenta la adolescencia.
¿Y qué pasa con los adolescentes LGBTTTI? De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y Género en México (ENDISEG), hay 5 millones de personas con identidad de género no heteronormada; de las cuales 33,3 % tienen una edad entre 15 a 19 años, es decir 1,665,000 jóvenes lo que representa 15.6 % de su población total, siendo este el grueso de las personas que se autodeterminan con orientación sexual “no convencional”. La misma encuesta revela que el 44.1% de los hombres y el 32.1% de las mujeres declararon haber tenido su primera relación sexual entre los 15 y 17 años.
En el ámbito escolar presentan una terminación escolar más alta que el promedio de la población, empero también declaran haberse sentido discriminados por su forma de vestir, hablar, gustos o comportamiento hasta un 10% más que las personas heterosexuales. De igual forma presentar una mayor tendencia al suicidio, ya que 14,2% ha intentado hacerlo frente a 4.2%. Y han tenido pensamientos suicidas hasta en un 26.1% contra un 7.9% de los heterosexuales. Y recordemos que la depresión y los problemas emocionales se encuentran dentro de las causas de interrupción escolar.
Reconocer la diversidad sexual como derecho de las infancias y adolescencias es una tarea pendiente, ya que en el imaginario social no se puede tener identidad de género sino se es mayor de edad.
La concepción patriarcal de la juventud asociada a la inmadurez no permite que los adolescentes decidan sobre sus vidas, dejando en un oscurantismo educativo a los menores y exponiéndolos a prácticas de discriminación, acoso y violencia.
Opinion para Interiores:
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Politólogo y abogado con estudios de Maestría en Políticas Públicas y Género (FLACSO). Fue Consejero Universitario en la BUAP. Activista por los derechos humanos. Se ha desempeñado como asesor en el INE y en la Cámara de Diputados. Desde el 2019 es titular del Programa Becas Benito Juárez en Puebla.