Las monarquías de allá y las de acá

  • Xavier Gutiérrez

En México, las noticias que nos llegan sobre las monarquías europeas nos parecen frivolidades fuera de época. Al menos para el hombre común. Hay también, pequeños sectores de la sociedad que las ven con otros ojos.

Unos saborean los chismes de la realeza con un soterrado sueño de imitación. Otros ven aquello con un aire de nostalgia porfiriana. Los hay también con vocación de súbditos que desde una posición clasemediera gustosos asumen un vasallaje a distancia. Esto ocurre particularmente  en relación con los reyes de España.

Y este fenómeno se da, sobre todo, en ciertos sectores de Puebla, más que en otras partes del país.

El tema se ha puesto de moda en estos días con motivo de la abdicación del rey Juan Carlos.

Los españoles tienen y conservan una monarquía constitucional que se aviene a su idiosincrasia y así funciona  la sociedad de ese país. Respetable el modelo de organización y gobierno. Aunque, allá mismo cada vez menos aceptado.

 Una reciente encuesta señala que los entrevistados, en abril de este año, le dieron un grado de 3.7 de confianza (en escala del cero al 10) a la monarquía española.

Pero, los añorantes criollos de las formas, costumbres, hábitos, derroches y demás excentricidades de los imperios de allende los mares no deberían mirar tan lejos. En este país, con singulares excepciones, hemos tenido reyezuelos sin corona y al amparo de leyes y normas republicanas. Tiranuelos  de huarache y sin estilo.

Bajo la investidura presidencial, a lo largo de nuestra historia los casos de monarcas constitucionales sumas docenas. Ellos, y en algunos casos con esposas, han  protagonizado verdaderos reinados escandalosos, con abusos y actos de despotismo iguales o superiores a los de sus modelos de inspiración europeos, africanos, árabes o asiáticos.

Aquí, sin freno alguno, se han documentado robo y tráfico escandalosos al amparo del gobierno de la república. Fortunas enormes  repartidas entre la familia y parentela cercana, más una cauda de cómplices  de los poderes fácticos: la banca, el clero, la milicia, los empresarios extranjeros, los capitanes de empresa de los medios y círculos menores.

Y no olvidar, ¡muy importante¡, el segundo nivel de esa pirámide que algunos han llamado la “presidencia imperial”: los gobernadores de los estados, que  para el caso de esta división de poderes del modelo monárquico, vendrían a ser una suerte de virreyes responsables de provincias recaudadoras y garantes  del orden establecido.

Han sido, son, la clase dorada del poder.

Esas cuarenta o cincuenta familias que concentran capitales y decisiones. El poder en la sombra, el poder real.

El título es lo de menos. En las formas, la autocracia mexicana no ha sido distinta, y  sí, en  algunos casos muy superior, a las dimensiones del poder de los señores de testas coronadas de aquellas latitudes.

De modo que, hay monarquías parlamentarias y constitucionales que han mostrado, en la práctica, al frente de un país,  mejores resultados y sentido social que las que el imaginario popular podría atribuirles por su origen divino o plutocrático.

Sin estar exentas del lujo, la frivolidad y los privilegios.

Y hay repúblicas que se han quedado en el nombre, porque en realidad  son botín de oligarquías sin corona.

xgt49@yahoo.com.mx

 

 

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.