Aislados
- Fernando Vázquez Rigada
José Gaspar Rodríguez de Francia intentó aislar al país que subyugó, Paraguay, del resto del mundo.
Se autodenominó “Supremo” y “Dictador perpetuo”. Cerró las fronteras. Nadie entraba, nadie salía. Rompió relaciones con buena parte del mundo. Centralizó el poder y eliminó todo vestigio de oposición.
Este sexenio termina con un crecimiento raquítico: 0.8 por ciento en promedio. Algo nunca visto en 35 años. La deuda creció en 6.6 billones de pesos. El déficit, en 6 por ciento.
Se aproxima el año entrante una recesión. Pese a un gasto desmedido este año para sacar las elecciones, el crecimiento estimado será de apenas 1.5 por ciento. Alejandro Werner ha advertido que, en este siglo, el crecimiento económico de México durante el primer año de cada gobierno es 3 por ciento menos que el año anterior. Es decir: viene una recesión.
Andrés Manuel López Obrador lo dijo siempre, piensa que la mejor política exterior es la interior. Nunca entendió al mundo. Al contrario: lo despreció. Gobernó siempre sólo para su base política.
Con un pensamiento provinciano —conste, soy veracruzano—, creyó que podría aislar a un país como México del mundo sin tener consecuencias.
Ejemplos sobran. Sólo hizo seis viajes internacionales: uno por año.
Se plegó a Trump y pensó que eso bastaría para evitar que Estados Unidos pusiera atención aquí. Hoy está cercado. Cada vez más y cada vez peor. Los expedientes criminales se acumulan.
Se alejó de la Unión Europea y pausó relaciones con España para satisfacer a los suyos.
Abrió las fronteras cuando el COVID-19 golpeaba feroz a Italia, España y se cernía sobre Estados Unidos.
Cuando el mundo va a una transición energética, él apostó por energías fósiles.
Despreció la guerra comercial de China y EU, país con el que comerciamos 800 mil millones de dólares —más del 55 por ciento del PIB— en lugar de aprovecharla en nuestro favor.
Fungió como esquirol ante la OPEP. Se plegó a Rusia cuando invadió Ucrania. Primero dijo que abría el país a migrantes y luego los reprimió. Nunca entendió el outsourcing: una mina de oro para el país. Ahora culpa a Estados Unidos del desastre de seguridad que él incubó.
México no es Paraguay ni Corea del Norte. El país necesita una política exterior de amplio espectro: comercial, productiva, diplomática, de seguridad, cultural.
En parte, el fracaso económico del sexenio se debe a esta visión reduccionista.
No se podrá extender. Las presiones brutales generadas por una reforma judicial que se entiende como venganza y como salvavidas, ponen en riesgo todo el sexenio que inicia el primero de octubre.
El volumen del intercambio comercial con el mundo es del 90 por ciento del PIB. Las remesas rozan los 1.2 billones de pesos.
Un motor para sacarnos de la recesión es salir del aislamiento y dejar de ser unos parias globales. Encender el motor externo, sin desacelerar el interno, es urgente.
Y es, quizá, la única salvación del gobierno que, expectante, arranca el 1 de octubre.
@fvazquezrig
Opinion para Interiores:
Anteriores
Licenciado en Derecho UNAM, Maestría en Derecho Universidad de Harvard, Diplomado en Mercadotecnia Política ITAM. Primer mexicano en “Bradshaw Seminar”. Presidente PCN Consultores, empresa con más de 89 campañas electorales, dos presidenciales