Mínima Moralia: Sobre la Universidad
- Juan Carlos Canales
Diario de trabajo, 21 de sep., 11.00 Hs.
Hay rectora. Sin duda, un avance en la lucha por la equidad de género, pero la interrogante sigue siendo si Lily Cedillo está dispuesta a revertir mínimamente la dinámica neoliberal que domina la universidad y las prácticas patrimoniales que la permean.
¿Cómo avanzar hacia una mejor cultura democrática que, además de la rendición de cuentas, y la transparencia, tenga en su centro el reconocimiento de la pluralidad y la diferencia? Los paradigmas que rijan la vida universitaria no pueden ser ni la lealtad a la persona ni el miedo: hay que apostar por un verdadero apego a la racionalidad legal.
La primera señal del rumbo que tome la institución la ofrecerá la rectora al presentar su equipo de transición; cierto, también habrá que esperar a que tome plenamente los hilos de la gobernabilidad para una primera evaluación de su desempeño.
Si la campaña estuvo marcada por sumas corporativas, la multiplicación de semblantes, adhesiones emotivas, gatopardismo de propios extraños y una oferta política limitada, ahora hay que transitar hacia la construcción de una universidad que rebase el concepto de empresa, de patrimonio personal, de escalera política, sostenidos en una dudosa meritocracia y, sin renunciar a la especificidad de sus tareas; ofrezca alternativas al mundo que nos ha tocado vivir.
Despartidizar la universidad no puede ser equivalente a su despolitización. No nos confundamos. La universidad tiene que volver a poner en su centro la discusión sobre el espacio común que habitamos. Y eso es pensar políticamente, amén de la idea de lo que nace entre nosotros, como lo sugirió Hanna Arendt. La universidad es mucho más que los metros de fibra óptica que la recorren, mucho más que el entrenamiento técnico que reciben los estudiantes para integrarse al mercado laboral. La autoridad -vuelvo a Arendt- se reconoce, no se impone. No lo olvidemos.
JC
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