La sociedad poblana de cara al 2018

  • Guillermo Nares
El autismo de los políticos. El disparate de campañas dispares. La sociedad, ignorada.

Uno de los problemas del actual proceso concurrente es el inicio diferido de las campañas estatales  y federales. ¿Había razón, sensatez, interés ciudadano para establecer fechas diferentes en eventos cuyo espíritu, justo tendría que ser la simultaneidad? No. Por sobre el paralelismo electoral se impuso la agenda política interesada de los partidos políticos. Importó el provecho de los políticos locales  para ver cómo arrancaban los candidatos presidenciales y así  reorientar o definir los aspectos sustantivos de sus campañas por sobre el atribulado mundo de problemas de los ciudadanos.

El inicio dispar -las federales arrancaron el 30 de marzo,  las estatales el 29 de abril-  ha llevado a diferir lo que tendría que ser de absoluta urgencia del interés ciudadano: la discusión pública de las propuestas que para hacer gobierno estatal tienen los distintos candidatos. A esa dinámica, naturalmente, se han sumado los medios locales. Hay un vacío.

En esta campaña ningún candidato de elección local propone, discute, confronta. No tiene sentido, la razón de ser de la democracia es discutir propuestas para elegir gobernantes. Hay candidatos pero no hay propuestas, o al menos  no son públicas.

Lamentablemente este hueco tampoco es llenado por la sociedad civil, las variadas organizaciones, instituciones de educación superior, personalidades, asociaciones de colonos, cámaras empresariales, quienes tendrían que fungir como portavoces organizados de la sociedad, se encuentran ausentes, como si los problemas fueran menores.

Si los candidatos tienen una ley mordaza que les impide expresar propuestas, la sociedad no. Las muchas voces, expresión de infinidad de intereses, tendrían ya que hacer visibles demandas, preocupaciones, aspiraciones, puntos de vista.

Se trata de suplir el silencio de los candidatos por las propuestas de los ciudadanos.

La sociedad es quien debe definir inmediatamente la agenda y no esperar hasta que los tiempos formales de campaña permitan escuchar propuestas. No es una exigencia nueva. La clase política, con todo y su cinismo, reconoce los déficits de la acción gubernamental. Es una verdad aceptada: la acción de las instituciones siempre será limitada con respecto a las necesidades de la sociedad y un mecanismo para paliar dicha insuficiencia se encuentra en las múltiples interacciones  de información que los individuos generan para enfrentar mejor sus problemas. Dicha información no siempre llega a las esferas gubernamentales o no siempre es bien dimensionada por quien toma decisiones. Tal panorama explica la deficiente acción gubernamental, misma que,  para no evidenciar públicamente errores, oculta, manipula, distorsiona, minimiza, simplifica vulgarmente aspectos complejos, dilapida recursos públicos al pretender encarar riesgos y al final las adversidades que enfrenta la sociedad se agravan, incrementando los recursos humanos, económicos, técnicos y de transferencia informativa para su posible solución.

 

La participación activa no parece una prioridad ni para la misma sociedad. Si esto es así, la importancia que los actores políticos, en este caso aspirantes a un puesto político, asignaran a los temas públicos será nula.

Hoy los candidatos no debaten en el espacio público, cierto, pero tampoco en las reuniones “cerradas” diversas han planteado compromisos, lo cual es un mal indicativo de la indolencia e indiferencia hacia sus potenciales representados. Como si el mensaje generalizado fuera, “no nos vamos a mover de lo mismo.”

¿Puede ser significativo atiborrar de propaganda sin decir absolutamente nada? Dicha actitud, similar a la política que generalizadamente se hacía en este país en el siglo pasado, pone en claro que hay un abismo entre lo que es nuestra realidad y lo que ellos perciben. Al final perdieron todo pudor. Simplemente se reirán en sus promocionales cínicamente de todos los poblanos.

Digamos que la clase política ha llegado a un nivel de incapacidad tal que es muy probable que una vez que ganen o pierdan la elección sufrirán de autismo. Los perdedores por obvias  razones. Los ganadores porque, con ese silencio absurdo evadirán toda posible rendición de cuentas, toda exigencia de resultados en la función que desempeñen.

¿Qué tendría que ser prioritario para la sociedad?  

En principio establecer públicamente un ordenamiento de los problemas más significativos, de los modos de prevenir, encarar, resolver en el corto, mediano y largo plazo. Además, a diferencia de lo que ha ocurrido sistemáticamente, con la nula información de nuestros representantes en la entrega del informe final de su gestión, hoy se pueden generar mecanismos de evaluación del desempeño y sanciones para la mala función gubernamental. Si bien la administración ha incorporado nuevos mecanismos de fiscalización y rendición de cuentas, aun inconclusos respecto a los alcances de su punibilidad, la sociedad tendría que considerarlos en este proceso de campaña federal y precampaña estatal para marcar criterios de comportamiento de los posibles diputados y senadores.

Nadie puede negar que la mayor parte de los legisladores pase sin pena ni gloria en su función. Valga un ejemplo de muestra: los actuales diputados federales en todo el país no han rendido cuentas de los 33 mil millones de pesos que la actual legislatura federal se auto asignó en el 2016, para repartirlos directamente sin la mínima regla de operación. Diversas voces del ámbito legislativo, específicamente del senado, llamaron la atención al respecto, sin embargo no hubo mayor eco.

Como dicho tema hay otros más delicados, complejos, cercanos a nuestro entorno, de los cuales no tenemos más información. Así por ejemplo no sabemos cuál ha sido el aporte de los legisladores respecto al combate a la violencia delincuencial; de  qué manera, desde la cámara federal, han contribuido para enfrentar los feminicidios; o cuál ha sido su participación en las tareas de reconstrucción de los sismos del año pasado. Entre otras cosas.

Es inevitable concluir que mientras la sociedad no deje su pasividad, el deterioro de las instituciones no se detendrá, tampoco lo hará el cinismo de nuestros representantes, que en un acto de absoluta ruindad civil, sin el mínimo decoro se aprestan a brincar a una suerte de jugoso botín.

Gnares301@hotmail.com

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Guillermo Nares

Doctor en Derecho/Facultad de Derecho y Ciencias Sociales BUAP. Autor de diversos libros. Profesor e investigador de distintas instituciones de educación superior