Maquillando despojos
- Fernando Castillo
Mensaje alentador pero confuso es el que emitió el Presidente de la Republica en los días de su viaje para participar en la cumbre del G-8 como invitado.
Al igual que en viajes anteriores, lo primero que hizo fue presumir el Pacto por México como el gran instrumento (que no es) para sacar adelante todas y cada una de las reformas que el país necesita.
Además, ofrece el país como centro económico e industrial solido y eficiente, buscando captar inversión extranjera, e incluso, dejando entrever la apertura en el sector energético para atraer esta.
Sin embargo, la realidad en el país es muy diferente.
Más allá de la sacudida financiera que se dio en los mercados los días jueves y viernes, que el mercado cambiario cerrara en 13.50 pesos por dólar y que la bolsa cayera a los 36 mil puntos, es conveniente el señalar lo equivocado de los datos que pregona Peña Nieto.
Aunque el presidente ha hablado mucho acerca de los números que arrojan las exportaciones del país y dice que el 60% del PIB nacional está en el comercio de México con el mundo, la realidad es otra. José Romero, miembro del Colegio de México estima que las exportaciones solo representan el 36% del Producto Interno Bruto.
Por otra parte, Enrique Peña Nieto asevera que de los ingresos por exportaciones, 14% provienen del petróleo y 81% son manufacturas, sin embargo aquí hay otro dato maquillado, ya que la exportación neta de manufacturas, es decir, el valor de lo exportado menos sus insumos importados, solo es el 8% del PIB.
Despojándonos de todo tipo de nacionalismo es digno de analizarse el dato de que, del total de las exportaciones, 63% las hacen empresas de capital extranjero.
Los datos son duros y más de un inversionista extranjero se pone a pensar el porqué no se fomenta la riqueza interna en vez de que mas bienes nacionales se le van a ofrecer al exterior.
Además de ello, el presidente Peña Nieto, innecesariamente abrió el debate en el tema petrolero, al hacer declaraciones tanto en su gira como con anterioridad a medios internacionales, que se tendría una reforma “transformadora” y dando indicios de que se permitiría la inversión privada en el área de exploración y producción de petróleo y gas, tanto convencionales en aguas profundas como no convencionales, llamados shale oil y shale gas.
Siempre he respaldado la apertura del sector energético a la inversión privada, mas ahora considerando que, siendo propiedad de todos los mexicanos solo ha favorecido a líderes sindicales y altos funcionarios, sin embargo dado el alto impacto de los ingresos del sector en las finanzas públicas, se hace necesario que en una reforma energética se regule de amplia manera esta inversión privada, a modo de que sea una negociación ganar – ganar, y no se favorezca solo los intereses del sector privado, haciéndose indispensable que se reformen también las relaciones de las empresas del sector con el sindicato.
La riqueza ha malentendido el mensaje, PEMEX no se va a privatizar. Dadas sus condiciones particulares como empresa, dudo que algún empresario la quiera aunque fuera regalada, lo que se propone es la apertura a la inversión en un determinado sector, el más rentable, compartiendo el riesgo de explorar los grandes yacimientos en aguas profundas y los yacimientos de gas y petróleo de esquisto, cuya inversión en tecnología es inaccesible para cualquier empresa por sí sola. En este punto, considero que debe ser preferente la inversión privada nacional.
Lo errado de abrir el debate en este momento, es que nos encontramos en medio de un proceso electoral en el que la defensa del petróleo es bandera política de algún partido y se tienen en puerta las reformas secundarias en materia educativa y de telecomunicaciones, que se pueden descarrilar en su trazo original al incluir un tema tan delicado en la discusión política.
Dice el secretario de gobernación que no se puede discutir sobre una iniciativa que no se ha presentado, sin embargo habría que recordarle que quien puso el tema a debate fue precisamente el titular del ejecutivo.
La reforma en materia energética, no debe ser presentada en la mesa del Pacto por México.
En primer lugar, porque ya no están representados los partidos los partidos políticos más representativos del país, sino que, ante la división interna de estos, en la mesa ya solo se sientan las élites de esos partidos que, como se ha visto, ya solo las sostienen los estatutos y no la base.
Pero por otro lado, está el hecho de que este órgano no representa ni nunca ha representado la opinión de la totalidad de las corrientes ideológicas de la nación mexicana.
Selectivo, como fue constituido el pacto, deja fuera del debate a una izquierda que, más allá de lo fundado o infundado de sus ideas, se ha opuesto a la apertura del sector energético a la inversión privada y que eligieron a representantes en el congreso y tienen todo el derecho de, por lo menos, ser escuchados.
La iniciativa y la discusión debe darse únicamente en el congreso, después de todo, como lo dijo Justiniano “Lo que es de todos, debe ser aprobado por todos”.
Al igual que la reforma fiscal, la energética representa una modificación al régimen económico y por tanto atañen al interés general, por ello debe de ser integral y si bien puede ser transformadora, se requiere de una amplísima discusión, de lo contrario, en el afán de no tocar ideologías solo se pondrán parches en la moribunda industria, maquillando estos despojos.
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