Desde antes de que arrancaran las campañas a la Presidencia Municipal de la ciudad capital, las expectativas ciudadanas eran muy cortas. Hoy a una semana de sus cierres, observamos que no se abordaron los planteamientos a los problemas y en consecuencia, se carece de estímulos para acudir a votar.
El municipio de Oaxaca de Juárez está postrado en el caos, sus pésimos alcaldes y el desgano ciudadano lo mantiene anclado. Recuerdo que hace tres años el todavía presidente municipal –Luis Ugartechea-, inauguraba simultáneamente un periodo de gobierno coincidente con la alternancia en la entidad, circunstancia que auguraba cambios trascendentes por las inmejorables condiciones que revestía aquella coyuntura. En principio la tarea para enfrentar los enormes desafíos enquistados en la ciudad, era recuperar autonomía de gestión y romper con la cadena de sometimiento hacia Gobierno del Estado que se había convertido en la caja chica del gobernador en turno. Sin embargo, nada de esto pasó, y como era de esperarse los problemas se agravaron por no atenderse. Hoy nos encontramos con una de las haciendas municipales más débiles del país; los servicios públicos son deficientes y su cobertura es muy limitada; y para agravar aún más, el gasto se ejerce con absoluta discrecionalidad. La administración que termina se va con la misma debilidad institucional que sus antecesores, aderezada con la carente capacidad administrativa de sus funcionarios.
El origen de este ciclo perverso que trienio tras trienio se repite, está relacionado con factores que parecen indelebles a las últimas administraciones municipales: planillas integradas bajo criterios de cuotismo político y no de representación social; una visión cortoplacista de los alcaldes que postergan la atención de los problemas hasta heredarlos al sucesor y; la dejadez de las autoridades municipales que incentivan la reproducción de los vicios en la ciudad conjugado por la falta de compromiso ciudadano. A todo esto se le suma el intrincado contexto político en el que se desarrolla en este proceso electoral: el gobierno federal que no acaba de conectar en el ánimo ciudadano a pesar de los golpes espectaculares en la escena nacional, situación que no le permite al PRI atemperar el mal recuerdo que se le tiene; el gobierno de la alternancia se desvanece entre el desencanto popular y la mezquindad de sus paladines y; la administración municipal que tuvo todo para emprender cambios y quedó enredada entre la pequeñez y la pusilanimidad de sus integrantes.
De ahí que resulte risorio los halagüeños vaticinios de los pragmáticos más airados. El humor social contradice cualquier optimismo desenfrenado de las cúpulas partidistas que interpretan como un presagio hacia el 2016 el resultado de los comicios del próximo 7 de julio. Pensar eso, es tanto como negar lo irrefutable, negar que priístas y aliancistas tienen más semejanzas que diferencias, reconocer que tal vez sólo los distingue la destreza en la maña. Los célebres priístas que pasaron por la alcaldía de la ciudad capital instauraron a la corrupción como incentivo y eje de comportamiento y, los protagonistas del supuesto cambio (PAN-PRD) reinician el ciclo instituyendo a la impunidad como el elemento que propicia y detona a la misma corrupción que teóricamente venían a desterrar.
Es así como podemos entender a estas campañas insípidas y vacías, comprender porqué para ellos ondear banderines en los cruceros y montar anuncios y espectaculares por toda la ciudad es más importante que responder a los desafíos de la ciudad, como si de una elección de reina simpatía se tratara. Ellos prefieren evadir, ¿O cree que para Javier Villacaña arreglar la carpeta asfáltica sea prioritario? Si ninguna de sus mediocres correligionarios que le antecedieron lo hicieron y aún sobreviven sus apetitos políticos. ¿O para Paco Reyes será tema el reubicar el basurero municipal y tratar con técnicas adecuadas a la basura para no contaminar y dañar la salud? Si la administración de la que emana no le importó que se encuentre a cielo abierto y que reciba cerca de 700 toneladas diarias sin tratamiento alguno. ¿O usted cree que Hugo Jarquín esté consciente que para mitigar el centralismo y la dependencia política del ayuntamiento, sea necesario fortalecer la hacienda municipal ejerciendo la facultad de cobro de impuestos para financiar el gasto, asumiendo el costo político que esto conlleva? No lo creo, él promete un borrón y cuenta nueva como si la condonación de impuestos dependiera de una autoridad casi virreinal que a su placer dispensa obligaciones. Sinceramente no creo que les quite el sueño la deteriorada imagen urbana de la ciudad cada vez más atiborrada de pintas clandestinas, que el ambulantaje siga creciendo e imponiendo sus condiciones, que el crecimiento de la ciudad sea anárquico con nuevos asentamientos humanos privados de los servicios básicos, que el servicio de transporte público se haya convertido en un calvario, y que la inseguridad sea mayor y le arrebate lo mejor de nuestra ciudad, de verdad lo creen. De lo contrario no hubiéramos presenciado estas campañas que eluden y prometen vaguedades. Candidatos que en su mayoría parecen no reconocer que el municipio es el orden de gobierno más cercano a la realidad de la gente, porque incide directamente en la calidad de vida de todos nosotros.
Los Oaxaqueños sabemos que a nuestra ciudad le urge atención, orquestado y/o emplazado por una visión comprometida que atienda los grandes rezagos y no vea en la alcaldía un peldaño más en su carrera política. Sin embargo, todo indica que el abstencionismo será nuevamente el sello de la elección. Independientemente de quien resulte beneficiario de tan penosa circunstancia, soy un convencido que la ciudad la construimos todos, día a día.
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Abogado, economista y periodista.