Políticos líquidos: escenario del 6 de junio

  • Omar Pineda Luna
Quizá es momento de dejar de arrojarnos piedras y observar la limitación de la actividad política

En un clima de violencia donde 89 políticos han sido asesinados durante el proceso electoral, el próximo 6 de junio se realizarán una de las elecciones más complejas en la historia del país pues están en juego 500 diputaciones del Congreso federal, 15 gubernaturas, 1926 alcaldías municipales y 1063 diputaciones locales. Históricamente las elecciones intermedias evalúan o rechazan la administración del presidente en turno. 

En esa ocasión, Andrés Manuel López Obrador, ha sido el actor principal sobre el cual giran las elecciones, por distintas razones, entre ellas, la posibilidad de controlar la Cámara de Diputados y con ello tener injerencia sobre el presupuesto, cambios a la Constitución y las distintas reformas como la electoral y hacendaria.  En este escenario, de acuerdo a Oraculus, para el Congreso federal el partido MORENA obtendría la mayoría absoluta al conservar 250 escaños legislativos, con la posibilidad de aumentarlos en caso de hacer efectiva la alianza con los partidos con los que forman la coalición ‘Juntos hacemos historia’. Por su parte, la alianza ‘Va por México’ (PRI, PAN y PRD) se quedaría con 160. 

El caso de las gubernaturas es distinto, en la actualidad 8 de las 15 que se disputan son gobernadas por el PRI: Campeche, Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas. El PAN tiene las de Querétaro, Chihuahua, Baja California Sur y Nayarit, mientras que el PRD sólo mantiene la de Michoacán. 

A partir del 6 de junio habrá una reconfiguración de gobernadores, pues de las 15 gubernaturas, el partido oficial tiene amplias posibilidades de ganar la mitad 7-8, en el resto, específicamente en Campeche y Nuevo León está compitiendo fuertemente Movimiento Ciudadano, en San Luis el Partido Verde, y el resto serían para la coalición ‘Va por México’ de los partidos  PRI, PAN y PRD; aunque se espera una elección cerrada en el caso de algunos estados. Hay que ser precisos en señalar que varios cargos se resolverán en tribunales electorales, la añeja desconfianza en las elecciones, el uso de recursos jurídicos como extensión de las campañas políticas al ámbito legal y la promoción de quejas sin fundamento, han incrementado la judicialización de los comicios, por ello cuando los resultados no favorecen a los candidatos, estos suelen impugnar las elecciones para ganar tiempo o desacreditar las instituciones y abrir espacios de negociación.

Pero, ¿cómo explicar que MORENA tiene posibilidades de salir avante de esta elección? Muchos esperarían que después de los yerros ocurridos durante la pandemia y el caso de la Línea 12 del Metro, la ciudadanía castigará al partido del presidente en las urnas, pero las tendencias marcan totalmente lo contrario, a pesar de los manifiestos publicados por un grupo de intelectuales del viejo régimen para hacer valer el ‘voto útil’, a favor de la triada del pasado (PRI, PAN PRD). 

Las tendencias marcan una intención del voto parecida a la del 2018, por ejemplo, para para la Cámara de Diputados, MORENA pasaría del 36% de intención del voto al 42 por ciento, mientras que el PRI tendría 13% y el PAN 14 por ciento. Lo anterior se puede explicar a partir de tres puntos a favor: el éxito de la campaña de vacunación (noveno lugar mundial en el número de personas inmunizadas 1), una economía en recuperación y un peso estable. Es decir, no ocurrió la anunciada catástrofe. 

El fin de las ideologías

Todos los partidos políticos, unos más y otros menos, han postulado candidatos de dudosa reputación e identificados más con la ambición de obtener beneficios del puesto político que con ensanchar la democratización municipal, estatal y federal. Cada partido tuvo como característica principal el camaleonismo, consistente en mudar de apariencia cromática para adaptarse al nuevo entorno que dio cobijo a quienes, sin preocuparse o apenarse, cambiaron de partido. Estos no vieron mayor contratiempo en defender postulados que antes combatían, cuando militaban en otra opción partidaria. 

Esta flexibilidad ideológica no es nueva, pero especialmente, en este proceso electoral se hizo más evidente. Hoy podemos denominar a estos personajes como políticos líquidos que adhirieron la forma del molde que les otorgó el puesto ambicionado. La muerte ideológica de los partidos políticos en México es una constante de nuestro sistema de partidos, es decir, que una persona que ayer era del PAN hoy se vuelva reaccionaria parece posible, aunque lamentable. Pero no es posible de aceptar que ese cambio de un polo a otro sea visto, o se hable de él, como quien simplemente caminó o se desplazó en un mismo plano, pues que ya no hay polos, ni derecha ni izquierda. La caminata es técnica, sin olor, sin color, sin sabor. Sin duda que las ideologías eran importantes, en el sentido que cada una invocaba diferentes justificaciones para explicar sus posicionamientos. Para los izquierdistas, el estado realizaba la voluntad general. Para la derecha, el estado protegía los derechos tradicionales contra la voluntad general. Para los liberales, el estado creaba las condiciones que permitían el florecimiento de los derechos individuales. 

Pero todo esto ha dejado de importar para los partidos políticos, seguramente no podremos navegar muy bien en este periodo sino tenemos claro el hecho de que ninguna de las ideologías, es decir de sus programas, que han gobernado nuestras acciones de los últimos cuarenta años tienen mucha utilidad para el periodo que se aproxima. Por eso digo que las actuales campañas políticas parecen más una especie de competencia técnica que se reduce a buscar la simpatía por medio de TikTok,  caracterizarse como superhéroes, el uso de determinados tenis de color, la promoción con influencers, y hasta utilizar plataformas como Only Fans para promocionar el voto, etc. Esta política que se restringe a una disputa en la que sólo vale la competencia técnica y la competencia para hacer los mejores discursos para comunicar los objetivos. 

Todo esto es contradictorio, sobre todo, cuando Andrés Manuel López Obrador se ha encargado de polarizar el discurso entre buenos contra malos, entre ricos y pobres, liberales contra conservadores. Esta polarización, seguramente, tiene su origen en el 2000, y hoy sigue en aumento, pues las próximas elecciones están declaradas de esa manera, no sólo por el partido oficial sino por la misma “oposición” al admitir que está en juego dos proyectos de nación totalmente distintos. No olvidemos que una ideología política es, ante todo y por encima de todo, una estrategia política, por eso me parece simbólico el llamado de Claudio X. Gonzales cuando, la semana pasada, convocó a los ciudadanos mexicanos a “mandar al carajo a morena”, el lugar donde surge este grito es nada más y nada menos que el Parque Lincoln, en la colonia Polanco de la Ciudad de México. 

En el fondo, esta mezcolanza de empresarios y partidos antiobradoristas, lo que desean estos ‘cerebros’ de manifiestos es el retorno a su estatus privilegiado, de la “dictadura” amistosa y generosa con ellos. Lo anterior se  vio expuesto, cuando el mes pasado el periodista Álvaro Delgado (http://shorturl.at/dmvCR)  publicó una investigación sobre el activismo del sector de líderes y organizaciones de la sociedad civil de México, mismos que suelen agruparse para firmar desplegados sobre los más diversos temas, en este artículo, exhibe las extendidas redes de intereses económicos, políticos, ideológicos, laborales y hasta mediáticos de quienes son también, por primera vez abierta y públicamente, prosélitos del proyecto electoral de la coalición “Va por México”. Se trata de personajes y organizaciones que gravitan en torno al magnate Claudio X. González Guajardo, quien persuadió a los dirigentes de los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD) para materializar legalmente el proyecto unitario de oposición que propusieron, en julio de 2020, Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín, directores de las revistas Letras Libres y Nexos. 

De acuerdo con Delgado (2021), trece integrantes de la organización Signos Vitales, fundada durante el Gobierno de López Obrador, recibieron mediante consultorías y empresas de las que son integrantes por lo menos 188 contratos públicos por más de 780 millones de pesos en el Gobierno de Enrique Peña Nieto. Estos contratos se presentan en un clima de corrupción de gobiernos anteriores, y también el actual, por eso es importante que para combatir la corrupción sea necesario medirla, pero México no tiene un sistema propio para ello y depende de estadísticas de organizaciones internacionales. 

En las sociedades contemporáneas los problemas son tan numerosos y complejos que resulta imposible solventarlos sin la participación de la sociedad civil. De acuerdo con el Banco de México, se calcula que la corrupción nos cuesta 9 por ciento del PIB, es decir 2 billones de pesos anuales, para dimensionar las pérdidas; con ese dinero podrían sobrevivir presupuestalmente durante 2 mil años institutos como el de acceso a la información (INAI).

El error de hoy, o el riesgo que se corre está en que estos grupos de poder y élites dominantes, atónitas con lo que viene sucediendo, ahora reactiven el miedo a la libertad, el odio a la democracia, o bien se entreguen apáticas al mito de la excelencia del capitalismo aceptando así contradictoriamente que las campañas políticas no son ideológicas. Y con esta muerte de las ideologías se piensa que la administración pública es cuestión puramente técnica, desvinculada de la política y de la ideología.

Quizá sea el momento de dejar de arrojarnos piedras mutuamente y contemplar sobriamente las limitaciones objetivas de la actividad política. Vivimos en un sistema mundial capitalista que es profundamente desigualitario y opresivo. Al mismo tiempo ha logrado expandir la producción mundial, lo que ha puesto una fuerza económica considerable en manos de los principales beneficiarios del sistema mundial. Podemos suponer que los que se benefician desean mantener el sistema más o menos tal cual es, y estarán dispuestos a invertir considerable energía política para mantener la situación actual. O como cuestiona Wallerstein (2011) ¿Podemos suponer que los que no se benefician desean con el mismo fervor transformar ese sistema? No, no podemos, por varias razones: ignorancia, miedo y apatía. Además, la movilidad ascendente individual ofrece una salida para la minoría más inteligente de los oprimidos. Y, por último, los que no se benefician son más débiles que los beneficiarios.

En este escenario, se vislumbra probablemente que el partido del presidente saldrá ganador, sobre todo porque muchos votantes aún están indecisos y la mayoría de este grupo decidirá estando en la urna, lugar donde seguramente responderá a su memoria y sus impulsos, y es ahí donde el nombre Andrés Manuel López Obrador jugará un papel importante.  

Notas

Delgado, A. (31 de 05 de 2021). Sin embargo . Obtenido de Sin embargo: https://www.sinembargo.mx/31-05-2021/3981174

Wallerstein, I. (2011). Después del liberalismo. México: Siglo XXI.

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Omar Pineda Luna

Pedagogo y Politólogo, Posgrado en Ciencias Políticas BUAP. Profesor universitario. Colabora en el CENEVAL A.C. Escribe de Política, educación y pedagogía crítica.