A un año del Coronavirus: la crisis educativa

  • Omar Pineda Luna
La pandemia expuso la desigualdad de acceso a oportunidades educativas digitales

Actualmente, el discurso mediático esta irradiado por la pandemia por coronavirus SARS-CoV-2, tanto en medios locales, nacionales e internacionales, la narrativa esta imantada hacia la crisis, aumento, rebrote o repunte, así como las consecuencias económicas que están dejando las medidas adoptadas por los gobiernos locales para reducir el contagio. No hay momento en el día que no se hable de coronavirus, con mayor frecuencia regresa a nuestras conversaciones cotidianas, las redes sociales se van llenando de imágenes relativas al fallecimiento por COVID-19 de un conocido, amigo cercano o familiar. Es normal que se hable de virus, nunca llegamos a imaginar la manera en que cambiaría nuestras vidas y nuestras formas de convivir, relacionarnos e interactuar entre nosotros-nosotras. Considerar que, en términos de una enfermedad infecciosa, la leyenda del tablero de ajedrez, que se traduce así: el primer paciente infectado contagia, durante el periodo que es infeccioso, en promedio a otras tres y, por lo tanto, la progresión es exponencial (3, 9, 27, 81...). Este es mucho más veloz que la del tablero de ajedrez (2, 4, 8, 16...). 

Ante ello, se menciona que el inicio del siglo XXI, es en este 2020, como otros siglos en la historia, sucede con un acontecimiento de impacto social, este, en especial, se deja sentir por la utilización de la tecnología y las bondades que puede tener, pero, sobre todo, porque está aumentando la desigualdad en el mundo. En este escenario mundial, la educación queda atravesada por estos dos aspectos: el tecnológico y la brecha social. 

La cronología que se convertiría en tragedia comenzó hace un año, el 30 de diciembre de 2019, cuando el oftalmólogo Li Wenliang trabajaba en el Hospital Central de Wuhan, rápidamente alertó a sus colegas de la existencia de un número inexplicablemente alto de neumonías. La respuesta por parte de la policía China no se hizo esperar, Li fue obligado a guardar silencio con el argumento de no generar pánico, no sólo en China sino en el mundo. Entre tanto, el posible origen del nuevo coronavirus se trazó en el mercado de animales en Wuhan, que fue cerrado el 1 de enero. A pesar de ello, las autoridades sanitarias chinas informaron inmediatamente a la OMS de la situación. Así, el 3 de enero, se reportaron 44 nuevos casos, de los cuales 11 presentaban síntomas de severa neumonía. El 5 de enero, la OMS notificó formalmente la existencia de una epidemia en Wuhan. Para entonces, en México, las noticias en medios nacionales, hablaban de un virus, escuchábamos muy lejano y hasta irreal que se presentara en nuestro país. Posteriormente, el 12 de enero, científicos chinos publicaron el genoma completo del SARS­CoV­2. El 13 de enero se confirmó el primer caso fuera de China. El 23 de enero, las autoridades chinas decretaron el encierro domiciliario de la población de Wuhan, poniendo en cuarentena a cerca de treinta y seis millones de personas. Sin embargo, ya había casos identificados en Japón, Corea del Sur, Estados Unidos, Canadá, Nepal, Hong Kong y Singapur. 

El SARS­CoV­2 ha sido el virus que ha viajado de manera más eficiente, usando preferentemente el transporte aéreo. A diferencia de la peste bubónica que tardó 80 años de viajar de Asia a Occidente, el COVID-19 tardó sólo semanas, esto nos habla de la conexión global, pues la distribución de los primeros casos en Europa, seguía el mapa de conexiones aéreas entre Wuhan y el resto del mundo. El 24 de enero se identificaban casos en Francia, el 27 en Alemania y el 31 en el Reino Unido, los primeros días de marzo la epidemia se extendía como un incendio por Italia. De esta manera el Coronavirus comenzó a forjar su nombre en la historia de inicios del siglo XXI. Marcando a el personal médico que ha está combatiendo en primera línea la pandemia, jugándose y perdiendo la vida en ello desde el principio de la pandemia.

Las consecuencias se dejan sentir en varios sectores sociales y aunque existen estimaciones de las secuelas que dejará cuando termine, esto es un tanto incierto, pues se ha detectado en Reino Unido una variante del virus más contagiosa que se expande, hasta el momento, en 15 países europeos.  La pandemia pone en estado de alerta, no sólo a los sistemas políticos, económicos y de salud del mundo, también representa una amenaza para la educación y los sistemas escolares. 

La otra crisis, la educativa.

De acuerdo con la CEPAL, de abril a julio en “180 países los estudiantes no asistieron a la escuela”, fue el pasado mes de septiembre que comenzó paulatinamente la apertura en algunos países con las medidas de higiene que exige la prevención de contagio. No obstante, el aislamiento por coronavirus produjo una pérdida de los aprendizajes, aumento en la deserción escolar y una mayor inequidad. Si bien ya existía una crisis educativa antes de la pandemia, pues 258 millones de niños, niñas y jóvenes en edad escolar estaban fuera de la escuela, a ello habría que agregar la baja calidad educativa que se traducía en que muchos de los infantes que estaban escolarizados aprendían poco “la taza de pobreza de aprendizajes en los países de ingreso bajo y de ingreso mediano era del 53 %, lo que significaba que más de la mitad de los niños de 10 años no pueden leer y comprender un relato sencillo adecuado para su edad” (B.M. 2019) 

Ante las anteriores problemáticas, las condiciones de pandemia expuso otro tipo de desigualdad, la del acceso a oportunidades  educativas  por  la  vía  digital, aunque existe un esfuerzo por parte de docentes, administrativos, directivos y estudiantes para cumplir con los planes curriculares, la realidad es que las  brechas  preexistentes en materia de acceso a la información y el conocimiento aumentaron, lo que —más allá del proceso de  aprendizaje  que  se  está  tratando  de  impulsar  a  través  de  la  educación  a  distancia—  dificulta  la  socialización  y  la  inclusión  en  general.  Es preciso entender que no se trata solo de una diferencia de acceso a equipamiento, sino también del conjunto de habilidades que se requieren para poder maximizar la utilidad de los medios digitales, pero que, en ese sentido, son desiguales entre estudiantes, docentes y familiares a cargo del cuidado y la mediación de este proceso de aprendizaje que hoy se realiza en el hogar.

En ese sentido, son distintas las estrategias que se utilizaron en diferentes naciones de nuestro continente, como lo afirma la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC/UNESCO Santiago), en abril de 2020 varios países de América Latina comenzaron a tomar decisiones con respecto a la estrategia que seguiría a partir de la declaratoria de no regresar a la escuela de manera presencia. En nuestro país, por ejemplo, “las estrategias de trabajo a distancia incluyeron las tareas de llenado de libros o guías de estudio, la solicitud de trabajos, la realización de videos explicativos de los contenidos, el trabajo en páginas web específicas y la realización de clases virtuales” (OREAL/UNSECO, 2020).  Desde el punto de vista pedagógico, la virtualidad supone el riesgo de pérdida del vínculo presencial y puede generar tensiones por la sobreexposición de docentes y estudiantes, o por las dificultades para mantener la relación y la mediación pedagógicas. Si bien la pérdida de conocimientos básicos es importante, lo es más las relaciones de reconocimiento, amistad y refuerzo de valores que se dan dentro de la escuela. La interacción es imposible por la vía digital, esto especialmente en los niveles iniciales de educación, en particular en el preescolar y el primario, en los que se requiere un trabajo coordinado con padres, madres o cuidadores para el acompañamiento y la mediación de los procesos de niños y niñas. 

Otro aspecto que se pierde con la ausencia de maestros y estudiantes en la escuela son las   situaciones de emergencia, es decir, el monitoreo de riesgos, muchos son los ejemplos de maestros y maestras quienes detectan en las aulas situaciones de emergencia que requiere del apoyo emocional, un seguimiento de problemas que pueden ser canalizados con especialistas. Mantener el bienestar psicológico, social y emocional es un desafío para todos los miembros de las comunidades educativas:  estudiantes, familias, docentes y asistentes de la educación. En ese marco, el aprendizaje socioemocional es una herramienta valiosa para mitigar los efectos nocivos de la crisis sociosanitaria y una condición para el aprendizaje. 

Otra de las secuelas de la pandemia es el aumento de la pobreza y el desempleo, que se ha traducido a mayores niveles de violencia doméstica y problemas relacionados con la salud física y mental, en estos escenarios se encuentra atravesada la educación en casa, pues estudiantes y docentes enfrentas estas dificultades de tensiones que experimentan las familias, sin contar, en muchos casos, con los recursos materiales o profesionales necesarios para abordarlas. Esta situación genera desgaste emocional, agobio y estrés en las familias y personal docente.  

Educación pública y privada 

Hay que considerar los escenarios entre la escuela pública y privada, por ejemplo, las clases virtuales y la realización de videos son mucho más comunes en las escuelas privadas (donde el 56% y el 43% del profesorado recurre a estas actividades, respectivamente) que en el resto de las escuelas (donde dicha proporción no llega al 10%). Sin embargo, en la región más pobre del país, solo el 64% de las y los docentes se encontraban trabajando a distancia (Corucera, Hernández y Belmonte, 2020).  El mismo estudio muestra diferencias significativas entre el tiempo dedicado a la educación a distancia que varía considerablemente entre las y los docentes de centros educativos privados, donde el 24%  de  la  planta  docente  dedica  7  horas  o  más  al  día,  y  aquellos  de  centros  públicos,  donde  el  64%  dedica  2  horas  o  menos. Las exigencias hacia personal docente de escuelas privadas es cumplir el horario, tal cual fuera de manera presencial, dando por sentado que los estudiantes cuentan con las condiciones económicas y de insumos para cumplir con los horarios establecidos. Recordar que el hacinamiento impide contar con un espacio adecuado para estudiar y descansar, lo que repercute en el desarrollo cognitivo en la infancia y las trayectorias laborales y de bienestar en la adultez, a la vez que favorecen una mayor propensión a situaciones de abuso (CEPAL/UNICEF, 2020). 

En este marco, las escuelas públicas del país han optado por diferentes estrategias dependiendo de la zona geográfica en la que se encuentran los maestros y maestras, son ellos quienes tienen conocimiento de las dificultades de la comunidad, la percepción sobre la adaptación a la nueva dinámica resulta más complicada en la zonas rurales del país, de acuerdo con la encuesta “Docencia en tiempos de pandemia”, el 70% de los docentes que se encuentran en el sur del país en regiones menos favorecidas consideran difícil el reto de la educación a distancia, en contraste con las escuelas privadas, donde solo el 37 % comparte dicha percepción. De hecho, el conocimiento y uso de las tecnologías educativas se ha vuelto el eslogan perfecto de las escuelas privadas han optado por cuadernillos y estrategias distintas a las que requieren conectividad o señal de televisión. Por lo anterior, en la zona urbana también se han adoptado estrategias flexibles, considerando que muchos de los estudiantes deben ayudar con labores domésticas otros más trabajar, por lo que se consideró un modelo hibrido de clases virtuales y actividades en plataformas. 

Al principio de este escrito expresé que el discurso, en estos momentos, está orientado hacia el coronavirus. No obstante, a medida que la pandemia comience a declinar y se consiga vacunar a la mayor parte de la población en México, la narrativa mediática se dirigirá hacia la escuela y las problemáticas que se presentaron durante esta pandemia, así como las consecuencias. Seguramente, al regreso a clases presenciales, los calendarios escolares disminuirán los días de asueto y las jornadas laborales serán más largas. Lo anterior, para nivelar los conocimientos perdidos durante la pandemia. Si bien la semana pasada llegaron las primeas dosis de vacuna, el regreso a la nueva normalidad tendrá que esperar, debido a que ninguna vacuna cuenta con la suficiente evidencia de seguridad para personas menores de 18 años; actualmente ningún ensayo clínico ha incluido a menores de edad, cuya población escolar ocupa el mayor porcentaje en el país. Además, en algunos casos, se requieren de dos dosis para la eficiencia del 90%. De esta manera, para el primer semestre, sólo estaría cubierta la primera etapa de la estrategia de vacunación, con lo cual el regreso a las escuelas no se vislumbra para el 2021. 

Lo anterior se supone también por la situación de la escuela pública, reflejada en salones con grupos de 40 o 50 estudiantes sin guardar ningún tipo de distanciamiento social, además del personal docente con enfermedades crónicas degenerativas que admite un riesgo para su vida contagiarse, también, la ausencia de protocolos de higiene, pero, sobre todo, no sólo se trata de estar en el aula, sino llegar a ella, es decir, el trasporte público atiborrado de adolescentes urgentes de llegar a clases. Ante este escenario, existe otra crisis, no es actual, de hecho, estuvo presente desde hace algunas décadas, pero la pandemia expuso la realidad de la educación pública del país. 

Finalmente, la pandemia no ha infectado a todo el mundo, pero todos estamos enfermos de incertidumbre (Gómez y Botas, 2020). Al igual que el narrador del magistral relato La lotería en Babilonia, de Jorge Luis Borges, millones de personas en todo el mundo han conocido esa incertidumbre que supuestamente ignoraban los griegos. El virus de moda ha impuesto su particular versión de la lotería de Babilonia, en la que los afortunados ni siquiera presentan síntomas, otros muchos no pasan de un episodio comparable al de un resfriado común y unos pocos sacan la papeleta marcada que les condena a una enfermedad muy grave que requiere cuidados intensivos prolongados y a veces el uso de un ventilador. Como se ha demostrado, en uno de cada cien casos de promedio, la COVID­19 es mortal. 

Notas

BANCO MUNDIAL. (2019). Cómo poner fin a la pobreza de aprendizaje: ¿Qué se necesita? Washington: Banco Mundial.

Botas Juan y José Gómez. (2020). Virus la guerra de los mil millones de años. Madrid: Espasa.

CEPAL. (2020a). América Latina y el Caribe ante la pandemia del COVID-19: efectos económicos y sociales”, Informe EspecialCOVID-19, . Santiago: 1ra.

CEPAL/UNICEF. (2020). La ciudad y los derechos de niñas, niños y adolescentes”. Santiago: Desafíos.

Mancera Corucera, C. L. (29 de Abril de 2020). Revista Nexcos. Obtenido de https://educacion.nexos.com.mx/?p=2286 [fecha de consulta: 20 de diciembre de 2020].

OREAL/UNESCO. (2020). Informe de resultados TERCE: factores asociados. Santiago.

Valora. (2020). Sonde de prácticas docententes y participación familiar "Docencia en tiempos de pandemia". México : Valora.

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Omar Pineda Luna

Pedagogo y Politólogo, Posgrado en Ciencias Políticas BUAP. Profesor universitario. Colabora en el CENEVAL A.C. Escribe de Política, educación y pedagogía crítica.