¡Qué Chula es Puebla…!

  • Humberto Sosa Argáez

Canción del compositor Rafael Hernández Marín “El Jibarito” que mi Padre Sr. Huberto Sosa Cruz† cantaba con nostalgia y agradecimiento. Transcurría el año 1975 cuando por invitación de su compadre lo invitan colaborar en asuntos contables a la Harinera de Oriente de Italianos en Puebla capital,  así llegamos del sureste a construir una vida nueva en ésta bella capital azul de Talavera.

Muchas fueron las vivencias que experimente junto a mis padres y hermanas que a continuación narraré. ¡Sí…sí! algo hay de cierto en “Clemencia” de Ignacio Manuel Altamirano que refiere a los jaliscienses como amistosos por tequila, a diferencia de los poblanos qué serán tus amigos fraternos si visitas sus Iglesias, vas a misa, confiesas y comulgas de la mano con ellos. Y así fue desde el principio.

Concluí la primaria en la Esc. Prim. Fed. Rafael Molina Betancourt cerca del Templo Conventual de Ntra. Sra. del Carmen hermosa por su estilo barroco y pinturas consideradas iconos novohispanos. Nuestro Director era Egresado de la Normal Superior Mtro. Víctor Manuel Téllez Hernández† una persona educada, delgada y baja de estatura, siempre con zapatos de charol, trajeado y perfectamente peinado de raya a un lado. Él cantaba el Himno Nacional a capela y movía su brazo (como director de orquesta) para seguirlo con solemnidad y respeto a los símbolos patrios; siempre a favor (recuerdo) del magisterio priista y de Elba Esther. Mis Padres siempre privilegiaron la amistad más que la política  y así se hicieron muy amigos de los maestros en donde incluso un “día del maestro” se dieron tiempo para seguir el festejo en Nevados Ermilo. Un buen día conocimos a Doña Alicia madre de un compañerito que nos invitó a comer en una casona tipica, pero tras horas de espera mi madre le dice: … que no se preocupara, que los niños ya tenían hambre y que podíamos reprogramar la invitación. ¡Cual nuestra sorpresa!... la señora estaba terminando de preparar el mole en metate y todos sus complementos. Ese fue mi primer encuentro con los Chiles poblanos que aprendimos a degustar desde niños. Mis compañeros eran hijos de gente humilde pero diversa, tenía un compañero que su papá luchaba en la arena puebla, de hecho me hizo una llave en el parque del Carmen y jamás volví pelear con él.

De regreso caminando a casa pasábamos por un mercadito de gente muy amable donde hacía mi madre las últimas compras e incluso nos invitaba unas memelitas (roja o verde) o cemita con Doña Leobita†. Para después pasar por un parque de árboles altos en donde había un busto de un señor de barba rizada con frases célebres, aquí se respiraba paz como reflexión y se podían distinguir todas las estaciones del año, incluso ver muchos gusanos azotadores negros en otoño. ¡Otra sorpresa! Era Víctor Hugo el humanista filósofo francés crítico de la intervención francesa napoleónica en México.

Me falto tiempo de infante para explicarme tantas cosas, como ver muchos desfiles del 5 de mayo y no entender porque los indios zacapoaxtlas marchaban al último y eran a los que más les aplaudían. O para seguir disfrutando el Balneario Agua Azul y sus jardines, donde vi jugar a viejitos frontón a mano, sin camisa, en traje de baño como atletas. Muchos clavados ejecuté (en tubo bucal) del hipocampo a modo de trampolín de la alberca principal en esa agua azufrosa y medicinal, en donde hasta un baño sauna con masaje disfrute. Un amigo de mi papá Don Ángel Islas† (precursor Del diario La Opinión) que usaba una ushanca rusa por frío, nos invitó a su cumpleaños en sus salones, algo muy fino con grupo de mandolinas. ¡Qué visión! de los fundadores de éste balneario familiar el Sr. Barriga.

Visité Africam Safari, La Presa de Valsequillo, conocí todos los museos desde el de la Revolución, Loreto y Guadalupe  hasta  Arte religioso de Sta. Mónica. Son 489 años de historia del sueño del Palafoxiano, era mucha historia que poco se asimilaba a mis 10 años.

Llega mi adolescencia y con ello muchas visitas en Puebla entre ellas el Santo Padre Juan Pablo II, a quien vi con su capa magna roja y transitando el Papamóvil por la 25 OTE. En ese entonces, La Iglesia católica se encontraba en los mejores momentos del CELAM y las escuelas poblanas a cargo de órdenes religiosas con excelente reputación.

Crece la economía familiar y nos sugieren cursar la educación media superior en escuelas privadas; así mis hermanas las inscriben en escuelas de las madres josefinas donde aprendieron a bordar, cocinar y tener una formación que permitiera servir a su esposo. Ese “deber” oikía Aristotélico (casa-hogar) era un pensamiento nuevo, pero entendieron bien la importancia de la mujer en familia. Incluso la mayor recibe unas charlas en una academia de señoritas de Margarita O’Farril en vísperas de sus 15 años.

Por referencias, mi padre me enfila al Colegio Benavente de varones  donde sentí algo más que temor por el nivel académico y la visión moral de la familia, la sociedad y el estado. El prefecto que me aplicó el examen de admisión, era un varón alto de ojos claros, gritón parecido a un gendarme franquista que no permitía sonrisas, bromas ni dudas, sólo su ley; los aspirantes que hacíamos la prueba teníamos miradas de miedo a la ridiculización pero a la vez de ilusión por la “formación y disciplina” que íbamos a recibir en ese instituto que parecía de niños acomodados, no para niños pobres como decían sus fundadores de San Juan Bautista La Salle.

 Lógicamente no aprobé el examen ni aparecí en la lista fría de aceptados, esa tarde llore un poco, pero mi padre me consoló diciéndome que nunca estuvo de acuerdo en una educación separadas por sexos. Posteriormente se me abrió otra puerta formidable con los hermanos Escolapios de San José de Calasanz, españoles pacientes con mucho sentido humano como talento, lo comprobé conviviendo en esa escuela con el Padre ChinChachoma y sus hijos de la calle. Su plantilla de profesores de vocación era equilibrada: unos  exseminaristas, otros de la Normal Superior y otros Ingenieros de la Benemérita ¡Que combinación!...Dibujo, Filosofía y Economía mis asignaturas favoritas. Pero en Educación Física hice mis mejores amigos. Siempre he pensado igual que Honorato Balzac que el egoísmo religioso puede secar corazones consagrados al deber y atrincherados tras la práctica extrema.

En Puebla ser profesionista es cosa ordinaria, pero no fácil; por ello hay que estudiar e inspirarse de los buenos liderazgos de todas las vertientes ideológicas; en esa aventura estudiantil debatí muchas ideas en cafés desde teorema hasta el primer VIPS. Aprecié a intelectuales católicos congruentes en su vida  como  Don Manuel Díaz Cid† o a Don Pablo Castellanos† ambos de la UPAEP. Conocer a liderazgos sin precedentes como Manuel J. Clouthier en H. Gilfer, Heberto Castillo en gira presidencial y ser guía de turista en Puebla de Oleg Darusenkov embajador Ruso en México, entre otros; fue un deleite. Dialogar con el joven político Rafa Moreno Valle† sobre la militancia del FJR del PRI y participar de cerca el emprendimiento político de  Blanca Alcalá Ruiz.

En la zona industrial se respiraba un mundo ejecutivo, intelectual y proeuropeo desde las automotrices hasta las Universidades. Que si bien me hacía sentirme conectado con la globalización, me gustaba más la gente sencilla de los tianguis o como en Huehuetlán el Grande que te ofrecían de comer con humildad “aunque fuera” un molito con tortillas y pulquito con barbacoa (como decían ellos) me hacía reflexionar mucho; más cuando en una jornada política observé a un campesino anciano de ojos profundos con calzón de manta y chamarrita, de piel tostada y huaraches como fundidos en la tierra, esperando el mitin en el parque. Era la obra de Los de debajo de Mariano Azuela en vivo y a todo color.

En Puebla, estudie y me forje como muchos estudiantes; que ahora desde el sureste, trasmito con orgullo sus buenas lecciones. Gracias Puebla.

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Humberto Sosa Argáez

Es licenciado en Ciencias Políticas por la UPAEP y maestro en Administración con especialidad en Ingeniería Financiera por la Universidad del Valle de México