La política, los amigos, los enemigos y el poder

  • José Alarcón Hernández
Lo que viene en la contienda electoral. Noventa días de vaivenes. Ojalá haya más política buena.

La política es una ciencia social que contiene principios y normas para el gobierno de sociedades y naciones.

La política es una disciplina que busca el beneficio de los seres humanos. Esa es la teoría.

En toda la historia, todos los politólogos e historiadores siempre han ofrecido visiones y soluciones acerca de esa materia.

Entre la política y los practicantes de esta disciplina se encuentra el poder, que como hemos dicho, es la capacidad de obtener el dominio a través de la ley o sin ella, de toda la comunidad, de todas las sociedades.

En ese caminar de la obtención por el poder, hay amigos-amigos y amigos a secas. Esos amigos son propiamente simpatizantes o ciudadanos interesados en obtener algún beneficio de manera legítima, legal o ilegal.

El poder pues, envenena a los poderosos, a los que obtienen la representación y entonces de los muchos amigos, en las contiendas quedan pocos amigos, muy pocos que se adhirieron por convicción y sin interés material o pecuniario.

En esa contienda que se convierte en lucha, en enfrentamiento, surgen los adversarios y los enemigos. La existencia de los primeros es propia, natural, no así la de los enemigos.

Todo el proceso es más complicado de lo que uno es capaz de explicar: surgen aliados, espías, vendidos, chamanes, orejas, mentirosos, inventores, hipócritas y muchos actores que ensucian la actividad política, a la política misma.

Ahora, te instalan cámaras escondidas, micrófonos, intervenciones de celulares, conexión de la tecnología más sofisticada para enterarte qué hace el adversario, el enemigo o el “amigo”.

Esta forma de hacer política, no es nueva. Ahora es más refinada por el avance de la tecnología.

Lo importante es ganar el poder a costa de lo que sea.

Así, pues, la actividad política se convierte en un cochinero y en una feria de malos contra malos, de perversos contra perversos, sin dejar la actividad de conseguir el voto con el ofrecimiento de solución de problemas en actitudes que parecen de misioneros franciscanos o dominicos, o de testigos de Jehová o de cristianos simplemente.

En ese proceso, que ahora legalmente dura noventa días, hay de todo, momentos de diversión, de gozo, de alegría, de festejo de tus logros y también celebración por la derrota del adversario, del amigo-enemigo o del enemigo real.

Los políticos entonces, casi todos, urden, traman toda clase de actos contrarios a la política buena, a la política de las soluciones.

En estas cosas, no es exagerado decir que muchos políticos recurren a prácticas que no tienen nombre porque no tienen madre.

No exagero con estas expresiones de lo que pasa entre los políticos, porque la historia está llena de casos y ejemplos.

Lo que más me ha impresionado es lo que hacían en la época de los emperadores romanos. También la práctica de los Tatiashcas, Aztecas o lo que consumaban muchos cardenales u obispos en la Edad Media para encumbrar a uno de ellos y sentarlo en la silla papal.

También es bueno, necesario, hablar de la otra cara de la política y de la conducta de los buenos políticos, que se interesan durante sus campañas, teniendo el antecedente de sus conductas en buscar verdaderas soluciones a los múltiples problemas que aquejan a gran parte de las poblaciones que habrán de gobernar.

Esta conducta exige información diagnóstica, y diría yo, tomográfica del pueblo al que se quiere servir, para así conocer a profundidad los problemas a los que se ha de enfrentar ya como gobernante.

Esta buena actividad para conquistar votos requiere capacidad para saber escuchar a los dolientes que refieren los agravios y las necesidades.

También es indispensable conducirse con humildad y sencillez, no solo para comprender a los otros, a los muchos, no solo para condolerse con ellos, sino para pensar cómo resolver las demandas y formular un programa de gobierno.

Es cierto que se gana con dádivas, con obsequios, con otorgamiento de tarjetas color de rosa o simplemente tarjetas para comprar un poco de comida. Sí, sí se gana, pero no es legal ni legítimo.

También se gana comprando la voluntad electoral de los ciudadanos y se invierte dinero en efectivo. Eso tampoco es correcto, porque se está comprando la voluntad de los ciudadanos y el elegido por lo tanto considera que compró el cargo y por eso hace lo que se le ocurre, e incluso roba del dinero público o de manera escondidita aumentando el precio de las obras y de las compras.

A veces parece que el mundo ya no tiene remedio, pero hay que advertir que la mayor parte de la población no quiere chanchullos ni actitudes negras, lo que desea es, conductas limpias y buenos ejemplos.

No hay que perder la esperanza de que en 2018 no caeremos en un mar de mierda, de estiércol, de insultos, de engaños, porque entonces en verdad ya no tendríamos remedio.

Ojj Allh, 'in sha' allh. Dios quiera y los hombres buenos sean más que los perversos.

Mis correos: vivereparvo45@yahoo.com.mx / vivereparvo45@hotmail.com

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José Alarcón Hernández

Lic. en economía, con mención honorífica. Diputado Local dos veces y diputado federal dos ocasiones. Subsecretario de Educación Superior de la Entidad y Subsecretario de gobernación del Estado. Autor de 8 libros publicados por la Editorial Porrúa. Delegado de la SEP Federal en el Estado. Actualmente Presidente del Colegio de Puebla. A.C.