La templanza: ¿Qué es eso?

  • José Alarcón Hernández
Armonía, equilibrio y moderación. Proporción entre la razón y la voluntad. Beneficio social.

Ira initium insaniae.
La cólera es el principio de la locura
Cicerón

La templanza es una de las virtudes que es muy extraña para el ser humano, tan desconocida que no es definida frecuentemente e identificada fácilmente, con la prudencia, o la paciencia o la humildad.

Es ordinario que alcancemos a hablar de algo que está destemplado o afirmar que una persona padece desequilibrios porque no practica la templanza.

En otros momentos se afirma frecuentemente ante ciertos hechos, que hay que tener temple, esto es, la virtud de la templanza.

Entonces, la templanza es una virtud que permite que la persona posea equilibrio y armonía interna, y compatibilidad entre el cerebro y el corazón.

Todos los seres humanos, en mayor o menor medida, estamos necesitados de la posesión de esta virtud.

Así pues, repetimos, la templanza es la virtud con la que hacemos que los bienes y los placeres sean usados de una forma moderada, racional al servicio de la vida.

Carlos Díaz, en su libro “La virtud de la templanza”, afirma que: “ésta, en su significación más amplia es moderación ante cualquier tipo de bienes cuyo uso o consumo puede considerarse necesario o aun meramente conveniente y cuyo atractivo pueda hacer perder la cabeza, la razón, el equilibrio, y llevar, bajo la pasión desbocada a los mayores atentados contra la vida y la dignidad de las personas”.

Esta virtud es probablemente de las más difíciles de adquirir; cuando hemos hablado de otras, no nos hemos referido de forma enfática que todas se adquieren no a través del ADN o como herencia o en el súper o a cambio de dinero, todas son asumidas en principio en el ámbito familiar, en el entorno social y en la escuela.

No hay duda de que en la familia que se encuentra en gran disfuncionalidad, por diferentes factores externos e internos, ya no es una fuente confiable como tampoco lo es el ámbito social y muy probablemente la templanza es una virtud extraña en el ámbito escolar.

En la escuela solo se trata de aprender a aprender, a prepararse para la competencia pero no para practicar la templanza.

El entorno social ya no es propicio para, al menos por imitación, obtener esa virtud.

Ahora en la posmodernidad frente a muchos factores, pero fundamentalmente a la asechanza de los medios de comunicación, la templanza tampoco se puede distinguir, ni transmitir, ni apreciar.

En la escuela, como ya lo enuncio, no se encuentra en el programa a disertar, por parte de los profesores de algunas lecciones conceptuales y menos prácticas ejemplificativas como para adquirir esta virtud de la templanza.

Hay autores que ahora hablan de la destemplanza, de la presencia de los vicios o excesos en que se cae frecuentemente para alimentar destemplanza y no templanza.

Entonces, ¿qué hay que hacer? ¿Olvidarnos de esta virtud o bien, insistir en ella a través de programas especiales para reconstruir el tejido social y los comportamientos humanos?

Ahora, la mercadotecnia es un canal eficaz para seducir, destemplar y hacer caer en la destemplanza.

Bueno, la situación es tan grave por la falta de esa virtud que se habla de corazones destemplados y ciudades destempladas.

La destemplanza, ahora es un instrumento eficaz contra los otros, contra los demás.

“La desmesura produce destemplada violencia, tanta que, según Max Weber, solo el estado habría de controlarla, monopolizándola, precisamente para impedir su uso por los particulares: dada la naturaleza humana, alguien tendría que llevar el palo para que los demás no lo lleven. Esta es la visión hoy dominante, visión un tanto dual o janica, pesimista por un lado (el palo es necesario) y optimista e infundada por otro (hay alguien, el Estado, que será el apaleador bueno, pues nunca lo utilizará contra el ciudadano inocente ni contra otros estados tan buenos como él: ¿no se olvida que con las bayonetas, excepto sentarse sobre ellas como dijera Taillerand)”, según lo escrito por el autor que he citado, Carlos Díaz.

La templanza es una virtud sepultada por la indiferencia producida esta por los agentes múltiples, externos e internos que hemos citado.

Como se advierte, la destemplanza, esto es, la falta de templanza, es una acción que se ejerce contra la colectividad misma. Algún autor afirma que por eso, por la despersonalización de los seres humanos, se producen a través de la destemplanza, las desconsideraciones de todos contra todos y el caos y la muerte entre muchos grupos humanos.

Ahora, aquella afirmación de que no quieras para la otra persona lo que no quieras para ti, ya no es más que una referencia doctrinal e histórica.

La templanza es una virtud que ayuda a evitar la tentación del peligro y contribuye a enfrentar los retos; orienta al hombre y lo hace discreto.

La templanza exige desapego al deseo del yo y solo yo. En esta actitud es indispensable dominar el orden de los deseos y de los excesos, esto es, actuar con moderación.

Por cierto, es oportuno leer el libro “El elogio de la templanza” de Norberto Bobbio, editado en 1997.

La templanza es obligatoria para todos, empresarios, clérigos, políticos, ciudadanos, hombres y mujeres, tirios y troyanos, para jefes de Estado, para Trump y para Putin.

Mis correos: vivereparvo45@yahoo.com.mx / vivereparvo45@hotmail.com   

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José Alarcón Hernández

Lic. en economía, con mención honorífica. Diputado Local dos veces y diputado federal dos ocasiones. Subsecretario de Educación Superior de la Entidad y Subsecretario de gobernación del Estado. Autor de 8 libros publicados por la Editorial Porrúa. Delegado de la SEP Federal en el Estado. Actualmente Presidente del Colegio de Puebla. A.C.