La Prudencia. Los prudentes y los imprudentes

  • José Alarcón Hernández
Algunos rasgos de la persona prudente. Es saber escuchar a quien sabe, es templar la imaginación.

La convivencia entre las personas, es una de las actividades necesarias, indispensables, pero también, tal vez, de las más dificultosas.

Es necesario tener presente al ser humano, a la complejidad que envuelve su desarrollo. Es frecuente que se exprese que cada cabeza es un mundo o que cada quien tiene su modo de pensar y de actuar. Esto es verdad.

La prudencia es una de las cualidades que se adquieren a través del ejercicio en el convivir con los demás.

Ejercitarse en la prudencia es una necesidad para todo mundo.

Es probable que el número de los imprudentes sea mayor entre los habitantes del globo terráqueo. Los prudentes son un grupo menor al de aquellos.

La necesidad de actuar con prudencia, en todos los campos y niveles, es una condición para lograr objetivos, para alcanzar metas, para servir verdaderamente a otros, para transmitir las doctrinas más elevadas y más congruentes con la naturaleza humana.

Prudencia e imprudencia se encuentran cada segundo, en todas partes, por eso es necesario cultivar esta cualidad que deben poseer los seres humanos.

El mundo animal, no necesita aprender a ser prudente, ellos saben cuándo agredir o cuándo otorgar cariño.

Los seres humanos, también debieran saber que siempre hay que dar buen trato, afecto a los de su propia raza, para lograr una convivencia, que definitivamente los distinga de los otros seres animados que pueblan la Tierra.

La convivencia se alimenta de principios y valores que llevan a las personas, a la cúspide de la pirámide humana.

La prudencia solo tiene su nido, su estatus en las personas.

La imprudencia es la antítesis que envuelve también, casi segundo a segundo la conducta de las personas.

La imprudencia causa males leves y severos, origina conflictos, como lo demuestra la historia humana.

La imprudencia frecuentemente se impone a la razón, a los buenos sentimientos del ser humano.

La imprudencia también lleva al desastre y tiene su origen en el orgullo, en el ego, en la soberbia, en la altivez y en el deseo de dominar a los demás.

En el sustratum la imprudencia tiene como raíz la obtención de riquezas.

Es, según afirman muchos autores, la causa del comportamiento humano.

Frente a estas disyuntivas, frente a la tesis y la antítesis, es a todas luces indispensable ejercitarse en la prudencia para que esta acompañe a las conductas.

Esa, solo se puede poseer y practicar desde la temprana edad de las personas hasta la tumba.

La prudencia es una compañera que libera y permite entregarse para el servicio a los demás.

La prudencia no se compra, ni tampoco se vende, es un bien, un valor que se adquiere en la familia, en la escuela, en la vida cotidiana, de tal manera que los resultados adornen el desempeño de la persona.

Es frecuente que unos admiremos a los prudentes y censuremos a los imprudentes. Este, es un ejemplo de cómo casi caminan de manera paralela. El prudente no puede admirar a los otros prudentes y censurar y castigar a los imprudentes.

Para ser prudentes se requiere practicar la prudencia en cualquier circunstancia.

La prudencia se concreta en reglas para vivir, que con base en el “Arte de la Prudencia” de Baltazar Gracián, hay que seguir algunas:

Saber sufrir a los necios. Saber olvidar. Saber afrontar los problemas. Saber pedir. Saber obligar a los demás. Saber decir que no. Saber dominarse. Saber ganarse a todos. Saber vivir mucho. Saber ser dichoso.

La prudencia, es tener el arte de saber conversar, es ofrecer entendimiento, es bastarse a sí mismo, es nunca perderse el respeto a sí mismo, nunca exagerar, es conseguir y conservar la reputación, es emitir palabras de seda con suavidad de condición, es corregir la antipatía, es prevenir las malas voces, es saber hacer el bien, es ser una persona de resolución.

La prudencia es tener amigos, es saberse atemperar, es aplicar el arte en el apasionarse, es saber escuchar a quien sabe, es templar la imaginación, es abrir los ojos con tiempo, es el arte para vivir mucho, es abrir los ojos con tiempo.

Baltazar Gracián ha dado todos estos consejos que en la edición de Emilio Blanco, de la editorial Ariel-Quinta esencia, encontrarás con gran precisión.

Espero con gran entusiasmo que estas breves notas, nos conduzcan a un autoexamen para conocer la medida de nuestra prudencia.

Mis correos: vivereparvo45@yahoo.com.mx / vivereparvo45@hotmail.com  

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José Alarcón Hernández

Lic. en economía, con mención honorífica. Diputado Local dos veces y diputado federal dos ocasiones. Subsecretario de Educación Superior de la Entidad y Subsecretario de gobernación del Estado. Autor de 8 libros publicados por la Editorial Porrúa. Delegado de la SEP Federal en el Estado. Actualmente Presidente del Colegio de Puebla. A.C.