Lo importante

  • Fidencio Aguilar Víquez
Cada quien tendrá sus propias preferencias, metas, objetivos, aquello que considere le sea vital

A la memoria de mi mamá, doña Lula,
en el 50 aniversario de su fallecimiento.
Y a mi hijo Luis Fernando, en su cumpleaños 29

Me gustaría confiarme a la memoria y reconstruir lo que ha pasado por mi mente: imágenes, ideas, argumentos. También me gustaría mirar en mi corazón y, como dice Guitton, escribir. Quizá sea este uno de mis propósitos fundamentales en este año, escribir diariamente y crear al “monstruo”, ese material necesario para crear y pulir la obra que estoy elaborando. Hay otras metas, otros deseos. Claro que no toda meta le brinda a uno la felicidad. Ésta es otra cosa muy distinta, en otra dimensión.

Si escribir se tratara solamente de describir lo que percibimos sería relativamente fácil hacerlo. Quizá con cierto detalle, describir requiera mayor atención, observación y cuidado, por ejemplo, contar los libros de mi estudio. Luego, pasar a otro plano, a los que he leído y lo que recuerdo de ellos. No todo lo que he leído lo he consignado en una ficha, o en un resumen. Hay libros de los que me acuerdo, hay otros de los que no. Así, el fruto de lo aprehendido resulta muy poco, algo realmente rudimentario.

Al paso del tiempo, me he percatado que, desde luego, para escribir hay que tener imágenes, ideas, argumentos, conocimiento, experiencia, etcétera; sin embargo, en la escritura hay algo independiente de lo que se tenga. De suyo, escribir es ya un arte porque la estructura del lenguaje escrito opera, por así decirlo, al margen de lo que contenga. Puede haber un texto bastante robusto y poderoso simplemente de un paisaje ordinario. Un poeta puede hacer una magna obra a partir de ahí. Ese es su arte.

Escribir con método, disciplina y pasión, como lo hacen ciertos escritores profesionales, requiere toda una vida. He leído y/o escuchado que Mario Vargas Llosa, se pone a leer diariamente los periódicos como primer acto del día; además que, cuando escribe novelas, investiga todo lo necesario para delinear sus personajes y al narrador. Tiene toda una teoría de la novela donde el narrador es una de las partes fundamentales. Luis Spota escribía dos páginas diariamente. Alguna vez quise hacerlo.

Ahora entiendo, con la noción de “monstruo” de Guitton, que, a lo mejor, el resultado de esas dos páginas diarias, o de esas dos horas de lectura cada día, es a lo que se refiere aquella palabra. Tener al año setecientas páginas, desde luego da para elaborar cada año un libro de buen tamaño. Claro, uno se puede preguntar si la “calidad” del libro basta sólo con la cantidad. Sin embargo, creo que el tema más bien es tener esa materia prima, esa suerte de bloque de mármol a partir del cual hacer la obra de arte.

Creo que tengo lo suficiente precisamente para echar manos a la obra. Dos o tres ideas fundamentales a desarrollar por aquí y por allá, pulirlas, documentarlas, estructurarlas y, al fin, realizarlas. Podría ser. Tengo pendiente una investigación sobre Octavio Paz, sigo paralizado, no sé cómo culminarla. Los años han pasado y no he logrado un avance significativo. Me gustaría hacerme, no digo especialista, sino buen conocedor de este pensador mexicano, paisano mío.

Si leyera acaso una hora diaria, ¡diaria!, podría avanzar, aunque sea modestamente. En un mes, en un año, ¿qué podría yo lograr? Mínimo podría conocer lo que aún está en sus Obras completas, realmente acercarme un poco más al pensamiento y obra del Nobel mexicano. Por lo demás, se trata de un autor interesante; no sólo su ensayística, sino sobre todo su poética. Ya con la hermenéutica de sus principales poemas tendría yo: analizar, por ejemplo, Piedra de sol, o Pasado en Claro, o alguno otro de los grandes.

Ha sido sinuoso tratar de escribir dos cuartillas diarias. En principio no me agrada escribir por escribir, como si se tratara simplemente de llenar espacio en una hoja, o en la pantalla; no, no es un asunto de espacio. En todo caso, si habláramos del “monstruo” de Guitton, esa materia prima a partir de la cual, como el mármol, puede hacerse una escultura. De eso se trata, de hacer una materia prima para después pulirla y hacer un buen texto, un buen libro, una obra de arte. Algo digno de leerse.

A inicio de este año, un profesor de la universidad y, ahora, amigo mío, me compartió un texto. Una de las ideas de éste es centrarse en lo importante para la vida de uno mismo. Este enfoque me hizo recordar una entrevista que le hicieron a J. Guitton sobre la principal tesis a la que había llegado a lo largo de toda su vida de filósofo. El pensador francés contestó precisamente esto: Distinguir lo importante de lo que no lo es.

¿Qué es realmente lo importante? Cada quien tendrá sus propias preferencias, metas, objetivos, en fin, aquello que considere le sea vital. Pero entender así lo importante es, inmediatamente, caer en algo relativo y lo relativo no es importante, porque habría cientos de millones de cosas importantes; sin embargo, de entre ese universo de cosas, muchas de éstas serían irrelevantes para un buen número de personas. Lo importante para unas personas, sería al mismo tiempo irrelevante para otras. Y viceversa.

Pero si partimos de la anterior perspectiva, en el fondo lo importante no sería importante, sino irrelevante. La premisa: Distinguir lo importante de lo que no lo es, no tiene esa connotación. Precisamente tal juicio lo que busca es quitar toda la paja para detenerse en lo sustancial de la vida. Es verdad, por otro lado, que la facticidad de la vida exige cosas tan básicas como comer, dormir, descansar, trabajar y toda suerte de actividades que realicen nuestra humanidad. Sin embargo, aun teniendo esto, hace falta todavía algo más: un significado, un sentido, una dirección, un horizonte. En esa búsqueda precisamente el ser humano se humanizó. En esa búsqueda nos humanizamos.

 

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Fidencio Aguilar Víquez

Es Doctor en Filosofía por la Universidad Panamericana. Autor de numerosos artículos especializados y periodísticos, así como de varios libros. Actualmente colabora en el Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV).