El Rincón de Zalacaín: ¿Apóstol de la comida?

  • Jesús Manuel Hernández
Breve reflexión sobre el consumo de fast food de quienes gobernarán EE. UU.; “somos lo que comemos”

La fotografía y el texto aparecidos en la red X no podía dejarse pasar sin un comentario crítico. En la barra de conocido bar, los clientes degustaban un trozo de chicharrón bañado con guacamole recién hecho, condimentado con cebolla picada y algunas rebanadas de chile serrano, mientras se mostraba en el dispositivo el “tuit” con la fotografía alusiva.

El hijo del presidente electo de Estados Unidos, Donald Jr. presumía en su cuenta de X la mesa en el interior de su avión privado sentado frente a su padre y junto a Robert Kennedy Jr., próximo responsable de la salud en ese país y enfrente Elon Musk, dueño de X.

El texto traducido decía: “Volver a hacer saludable a EE. UU. empieza MAÑANA”.

Y en la mesa de los comensales, charolas con hamburguesas, papas fritas, Coca-Cola, y Donald Jr. levantando la mano con un paquete de papas fritas y el logotipo de McDonald's.

Pareciera ironía, pero es así: esas personas tomarán decisiones con repercusiones a millones de seres humanos, y se alimentan con hamburguesas y refrescos de cola, lo presumen, digamos, lo ponen de ejemplo.

“Somos lo que comemos”, es la premisa aportada a la civilización por el filósofo y antropólogo alemán, Ludwig Feuerbach, quien escribió un ensayo titulado “Enseñanza de la alimentación” en 1843.

La premisa se desprende de estas líneas«Si se quiere mejorar al pueblo, en vez de discursos contra los pecados denle mejores alimentos. El hombre es lo que come».

A la fecha, Zalacaín no ha encontrado ningún texto, ya sea gastronómico, menos médico, donde se privilegie el consumo de las hamburguesas y los refrescos de cola. Nutriólogos y expertos en enfermedades cardiovasculares, dan por hecho el peligro de consumo habitual de estos productos.

Luego entonces, cómo la familia Trump, el señor Kennedy y Elon Musk proponen una comida saludable por medio de McDonald's.

Evidentemente, decía el aventurero a quien quería escucharlo, se trata de una presunta “puesta en valor” del “American way of life” basado en la llamada “fast-food” esa cantidad de hábitos y costumbres para comer en los Estados Unidos.

Y entonces recordó Zalacaín aquellos textos de Eric Schlosser, “Fast Food” donde describe “el lado oscuro de la comida rápida”, aparecido en 2021 para reseñar y documentar “la comida nacional” de la Unión Americana.

Escribe Schlosser:

“En los primeros años del siglo XX las hamburguesas tenían mala reputación. Según el historiador David Gerard Hogan, la hamburguesa se consideraba una ‘comida de pobres’, un alimento adulterado y peligroso de comer. Los restaurantes raramente servían hamburguesas: estas se vendían en carros de comida aparcados cerca de las fábricas, en los circos, fiestas populares y ferias locales. En general se creía que la carne picada se elaboraba a base de carne pasada y podrida, fuertemente cargada de conservantes químicos. ‘El hábito de comer hamburguesas -advertía un crítico literario- es casi tan sano como sacar la comida de los cubos de basura’”

El autor argumenta después la presencia de la bacteria E. coli, causante de la muerte de muchos menores de edad por su poca resistencia a la infección.

Luego entonces la industria de las hamburguesas modificó su operación y puso de moda el encuentro familiar en los establecimientos de carretera de la cadena McDonald’s, donde era posible comer rápido.

Esta costumbre se ha convertido en una especie de distintivo de los norteamericanos quienes entre sus excentricidades prefieren viajar a países y ciudades donde se garantiza la “uniformalidad” de la comida, traducido esto en las hamburguesas, las papas fritas y los refrescos de cola.

Pero el libro de Schlosser no busca solo desacreditar la calidad del presunto alimento, va más allá al cuestionar el tremendo impacto sobre la economía y todos aquellos factores dedicados al concepto de la productividad, como el peso de las reses, la cantidad de meses en el establo, la mezcla del alimento, las horas necesarias para el sacrificio, el corte y demás labores, hasta presentar la hamburguesa perfecta, con el mismo grosor, el mismo diámetro, el mismo peso. Es decir, la estandarización de la comida.

“Los hermanos McDonald en Los Ángeles, implementaron el sistema de trabajo en cadena reduciendo el menú al mínimo y prescindiendo de todo lo que precisaba ser comido con cubiertos de metal, hasta su presencia global hoy en día en todos los rincones del mundo…

“Y su estremecedor descubrimiento desvela cómo los drásticos cambios que han traído estas megacorporaciones alimentarias han transformado no solo la dieta, las relaciones laborales, la agricultura, el medio ambiente y el paisaje, sino también el concepto y la estructura misma del capitalismo de nuestro tiempo, en cuya globalización las corporaciones dedicadas a la comida fast food han tenido un gran protagonismo”.

Y por lo visto el gobierno de los Estados Unidos a partir del 20 de enero, estará no solo salpicado de estas premisas, de estas costumbres alimenticias, también de borrar, desechar todo aquello en contra del fast food. Es decir, el aumento del consumo y el auge de lo desechable.

Por lo tanto, pensó Zalacaín, quizá la comida mexicana tenga un campo abierto para su crecimiento en los siguientes cuatro años, donde ya, la costumbre de los “tacos” ha conquistado millones de paladares.

Por lo pronto, como escribió Luis Marcet: “¿Hamburguesas?, no gracias”. Pero esa, esa es otra historia.

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Jesús Manuel Hernández

Periodista en activo desde 1974. Ha dirigido, conducido y colaborado en diversos medios de comunicación escritos, radiofónicos y televisivos. Actualmente dirige el portal losperiodistas.com.mx y escribe Por Soleares, espacio de análisis político. Autor del libro Orígenes de la Cocina Poblana.