El poder de influir en los demás
- Eduardo Tovilla
Nadie puede negar el talento que tiene Al Pacino, es por ello que decir que soy muy fan de sus actuaciones no es nada del otro mundo. Sin embargo, quiero aprovechar este tema para hablar sobre el gran discurso motivacional que realiza en la película “Un domingo cualquiera” (Any Given Sunday) como Tony D´Amato, un entrenador de un equipo de futbol americano.
A mí, Eduardo Tovilla, todavía se me pone la piel chinita cada vez que veo su discurso en YouTube, tanto por lo que dice como por cómo lo dice. Antes de un partido decisivo para clasificar a playoffs, y de cuyo resultado depende su permanencia como entrenador, Tony D´Amato influye en el estado de ánimo de sus jugadores con un discurso de 10, marcado por su filosofía de vida:
“Cuando te haces viejo te lo quitan todo. Es parte de la vida. Pero sólo aprendes en el momento en que empiezas a perder cosas. Descubres que la vida es un juego que se mide en centímetros […] También lo es el futbol. Porque en cada partido, en la vida o en el futbol, el margen de error es tan estrecho […] Los centímetros que necesitamos están por todas partes […] Yo no puedo obligarlos a hacerlo. Tienen que mirar al tipo que tienen a su lado. Mírenle a los ojos. Verán a alguien que recorrerá ese centímetro con ustedes…”
Traigo a colación este mensaje porque, sin duda, marcó el desempeño de los jugadores: el partido se ganó. Fuera de la ficción, constantemente nos encontramos en situaciones en las que es necesario hacer uso de nuestras mejores dotes de persuasión, sólo que no todas las personas estamos conscientes de poseerlas. La psicóloga social Vanessa Bohns, en su libro Tienes más influencia de la que crees, justamente explica que solemos subestimar el poder de nuestras palabras.
No nos damos cuenta que influimos en los demás cuando solicitamos un favor, expresamos una opinión o en cualquier otro tipo de interacción diaria. Bohns dice que, si supiéramos que nuestra voz hace eco, podríamos aprovechar mejor las oportunidades y, en caso contrario, podríamos evitar usar esta capacidad de manera inapropiada.
Además de nuestras palabras, la autora también refiere a la influencia no intencional de nuestros actos. Solemos llevar a otros a hacer algo o responder de cierta manera sin que ese haya sido el objetivo. Por ejemplo, un experimento social demostró que las personas son más propensas a reciclar si ven a otros haciéndolo, aunque no se les haya pedido.
En este sentido, el libro también señala por qué es importante el reconocimiento y la medición del impacto de lo que decimos y hacemos. En el ámbito laboral puede observarse esto: los líderes que solicitan retroalimentación de sus equipos y reconocen el impacto de sus decisiones logran una mayor satisfacción y productividad en el trabajo.
Otra idea que particularmente me gusta es sobre el manejo del miedo al rechazo. El temor al rechazo puede limitar nuestra disposición a ejercer influencia cuando es necesario. Esto pasa muy seguido. Bajo la idea de que recibiremos un “no” como respuesta, a veces desistimos de pedir un favor. De acuerdo con lo que se ha estudiado, en realidad, la tasa de aceptación es mayor en esas circunstancias, por lo que se trata de una idea infundada.
Ahora, todo esto lleva a algo muy importante: el uso responsable de la influencia. En el ámbito de la publicidad, las empresas no deben utilizar tácticas engañosas para repercutir en los consumidores. La autorregulación y las leyes de protección al consumidor buscan garantizar que la influencia ejercida sea ética y transparente.
Con esta información, Bohns nos hace algunas recomendaciones:
1. Hay que observar cómo nuestros comentarios y acciones afectan a quienes nos rodean, esto incluye hasta los gestos que pueden llegar a pasar desapercibidos y el lenguaje corporal en general.
2. Hay que tomar consciencia sobre los comportamientos que nosotros tenemos y los ejemplos que damos, ya que nuestras acciones pueden ser modelos para otros. Hay que ser coherentes con los valores que deseamos promover.
3. Hay que solicitar retroalimentación de las personas en nuestro entorno para comprender mejor el efecto de lo que decimos y hacemos. Reflexionemos sobre las respuestas que recibimos y ajustemos según sea necesario para mejorar nuestras interacciones.
4. Hay que enfrentar el miedo al rechazo reconociendo que es una experiencia común y que no siempre refleja nuestro valor como personas. Practiquemos la asertividad y comprendamos que, al expresar nuestras ideas o solicitudes, aumentamos las posibilidades de obtener respuestas positivas.
5. Hay que ejercitar la empatía y considerar las perspectivas de los demás antes de intentar influir. Asegurémonos de que nuestras acciones y palabras respeten la autonomía y el bienestar de las personas, evitando manipular o coaccionar.
Aunque no estemos en un vestuario antes de un partido decisivo, cada día enfrentamos desafíos que requieren liderazgo y motivación. Al igual que Tony D'Amato en "Un domingo cualquiera", nuestras palabras y acciones pueden inspirar cambios importantes en quienes nos rodean. Yo, Eduardo Tovilla, trato de estar consciente de ello. Reconocer nuestra capacidad de influencia, como sugiere Vanessa Bohns, nos permite utilizarla para transformar situaciones cotidianas en oportunidades para el crecimiento colectivo. Recuerda: cada interacción puede convertirse en el "centímetro" que, sumado a otros, nos acerque al éxito compartido.
Opinion para Interiores:
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Economista egresado del ITAM y maestro en Administración de Negocios por la Universidad de las Américas Puebla. De 1995 a 2019 se desempeñó como funcionario público. Su conexión con el pádel se fusiona con una exitosa carrera empresarial y su compromiso filantrópico.